Los intendentes bonaerenses están preocupados por la crisis y la desigualdad social que profundizó la pandemia de coronavirus y que se evidencia en el aumento de la pobreza y de la inseguridad en las zonas más vulnerables del conurbano.
A diferencia de Mario Ishii, de José C. Paz, quien vaticinó un escenario como el de 2001, el intendente de Merlo, Gustavo Menéndez, insiste en que las circunstancias son diferentes al destacar el rol de contención por parte del Estado, aunque advirtió que “se está llegando al límite de nuestra capacidad” de asistencia a los sectores más vulnerables. En Merlo, el municipio socorre con comida a 110 mil personas por día.
A la vez se mostró preocupado por el aumento de la inseguridad. Si bien afirma que la interna entre Sergio Berni y Sabina Frederic no afecta la gestión de los municipios, considera que su distrito es “el más perjudicado” a la hora de recibir apoyo de fuerzas federales y provinciales.
El lunes pasado, luego de haber presentado un cuadro febril, catarro y dolor corporal, a Menéndez lo diagnosticaron positivo de COVID-19. “La vamos llevando”, dice mientras transita la enfermedad y atiende a Infobae por videollamada desde su casa donde cumple la cuarentena, aislado en soledad, pero pendiente de la gestión municipal. “Hoy estoy con mucho dolor corporal, pero sin fiebre, y sin problemas respiratorios”, responde con alivio.
—Ahora que vive en carne propia el coronavirus, ¿cómo analiza los récord de casos de los últimos días mientras se avanza con la flexibilización de la cuarentena? Teresa García y Daniel Gollan advirtieron sobre la posibilidad de dar marcha atrás una vez más...
—Cuando las autoridades nacionales, provinciales y de la Ciudad decidieron volver a fase 3 fue apostando a que haya un acompañamiento ciudadano para que no tengamos que volver atrás para extremar las medidas, ya que hay tres cuestiones que se conjugan y son complicadas de administrar: la necesidad que tiene mucha gente de trabajar, que vio en estos tiempos muy dañada su economía como efecto colateral de la pandemia; el hastío de estar encerrado, la gente lo hizo con mucho sacrificio y acató en su gran mayoría, pero llega un momento en el que hay que tener en cuenta el hastío a la hora del análisis; y por último, lo que los expertos llaman el pico de la pandemia, los casos empezaron a multiplicarse exponencialmente. Administrar esas tres cuestiones ha sido difícil. Se le ha pedido un esfuerzo muy grande a la gente hace dos semanas y lo que siguió después fue tratar de ir abriendo inteligentemente, paulatinamente y con mucho cuidado. Si todos hacemos desde el lugar donde estamos lo correspondiente y ponemos lo mejor, vamos a ver los resultados en los próximos días, que esa curva no siga siendo exponencial y se pueda amesetar. Si eso se logra quiere decir que esta medida que se tomó está bien. Si no, vamos a tener que dar marcha atrás.
—¿Tiene sentido dar marcha atrás ahora? Considerando que oficialmente tenés un promedio de 4 mil y pico de casos diarios, pero que si aumentás los testeos probablemente te dé un número mayor... ¿O hay que avanzar hacia la nueva normalidad con todos los cuidados?
—Cualquier respuesta que te diga es opinable. Si se nos desborda el sistema de salud, es la peor noticia que podríamos llegar a dar y la peor cuestión que podríamos llegar a enfrentar. Desde Merlo medimos cada cuántos días se duplican los casos y seguimos muy de cerca cómo estamos, sobre todo en las áreas críticas de terapia intensiva. Lo demás es opinable. Cada uno va a tener una parte de la razón: el que quiere trabajar, el que quiere abrir su negocio y el que quiere quedarse en su casa para no contagiarse. Todos tienen una parte de la razón. Cuidemos esta etapa. Decidimos apostar a creer en que la gente se va a cuidar, que los comerciantes e industriales van a cumplir con los protocolos. Si eso sucede, no habría motivos para volver atrás, pero si no lo hacemos bien, alguna medida sanitaria vamos a tener que tomar.
—Está la sensación de que se desbordó la cuarentena antes de ser flexibilizada, de hecho ni siquiera cumplimos una semana de apertura que ya hablamos de dar marcha atrás.
—Ha sido un problema, una situación para nada habitual. Adaptarse ha sido muy difícil para todos. Comparto las sensaciones de mucha gente, pero tenemos que definir cuál es el bien jurídico que vamos a tutelar con mayor energía, la vida o la economía, y si podemos encontrar el punto de equilibrio entre ambos donde cuidemos la vida y en la medida de lo posible que no se hunda tanto una economía que ya venía muy complicada. Como decía mi abuela, “tras llovido, mojado”. Se tomó la decisión de volver a fase 3, de abrir, en Merlo fue con normalidad pero con muchas cosas por corregir. Apostamos a concientizar y que la gente nos ayude a que no tengamos que volver para atrás y que cada día le podamos ganar medio metro a la pandemia.
—Al temor por el coronavirus se le sumó la inseguridad, que vuelve a recuperar su ritmo habitual. ¿Lo nota en Merlo?
—Es muy preocupante. Apenas empezó la cuarentena hubo una baja que se sintió mucho en el índice delictual y con el correr de las semanas eso empezó a variar, se empezaron a registrar los índices habituales y queda la sensación de que es peor en estos momentos. Para nosotros como municipio es muy complicado: Merlo es el distrito que menos policías tiene por habitante en la provincia de Buenos Aires. Normalmente teníamos 180 policías por turno para cuidar a 700 mil habitantes distribuidos en 23 mil cuadras pobladas, 14 mil cuadras rurales, 188 mil hogares. Con el coronavirus, si le sumamos los oficiales que se han contagiado o que están aislados, solamente tenemos 165, ¿cómo hacemos para brindar seguridad? Merlo necesitaría 1100 policías más por turno para trabajar en la prevención. Pero ahora yo no le puedo pedir al ministro o al gobernador que formen efectivos porque no se puede hacer, no se forman policías por Zoom. Tal vez podríamos reagrupar, Merlo es el municipio más perjudicado pero podríamos tomar oficiales de otros lugares y distribuirlos en las zonas más calientes. El conurbano se ha puesto difícil, y sinceramente necesitamos esa ayuda.
Se pidió al Ministerio de Seguridad de la Nación para desplegar fuerzas federales en nuestros territorios. La inseguridad es como un monstruo de mil cabezas que tiene múltiples orígenes: la disgregación de la familia, la falta de trabajo, la pobreza, el crecimiento del narcomenudeo, la falta de contención en el sistema escolar. Como monstruo de mil cabezas, no se combate solamente con más policías sino que debe ser multidisciplinario el programa para contra la inseguridad. Necesitamos más policías, sí, pero también se trabaja desde lo social, lo educativo, lo cultural y lo deportivo que en medio de la pandemia también es difícil de tratar.
—Con todo este panorama que plantea, ¿afecta a la gestión municipal los cruces entre Sergio Berni y Sabina Frederic?
—Tenemos que trabajar todos juntos más allá de cualquier diferencia que pueda existir. Yo gestiono perfecto con Provincia y con Nación. La provincia de Buenos Aires no tiene ninguna posibilidad de funcionar si no es con la ayuda de la Nación. Es un tema profundo respecto de la distribución de ingresos entre todas las provincias, Buenos Aires es la más perjudicada de la República Argentina. Genera más del 40% del producto bruto y solamente recibe el 21%. El desafío es cómo hacemos para que a Buenos Aires le vaya mejor sin que le vaya mal a los demás. La Argentina está en deuda con los bonaerenses.
—Berni alertó que para septiembre espera un recrudecimiento del delito, Mario Ishii habló de un panorama como el del 2001, intendentes advierten también por tomas de tierras... ¿Percibe un clima de estallido social?
—El miércoles tuve tres tomas muy grandes y con violencia en las que ponen de escudo a niños y mujeres. Son situaciones muy difíciles de resolver. Una cuestión es la necesidad, pero a veces detrás de ese tipo de eventos vemos que hay una organización diferente. Estamos convencidos, como dice el papa Francisco, de que el Techo, la Tierra y el Trabajo son derechos inalienables de la persona, pero los eventos donde se van formando esas tomas con tanta violencia y donde rápidamente son cooptadas por gente que habitualmente comete delitos nos llama la atención. No veo una situación de desborde social porque los municipios y el Estado en general, nacional y provincial, estamos muy encima de la cuestión alimentaria, de la contención y de la ayuda a esos trabajadores que quedaron desempleados. Pero sí estamos llegando a un límite de posibilidades de atenderla. En Merlo le estamos dando de comer a 110 mil personas por día. Para eso creamos un Consejo Municipal de Emergencia Alimentaria compuesto por todos los partidos, los gremios, las iglesias, los clubes, las organizaciones sociales y diputados, pero estamos al límite de nuestra capacidad.
—¿Ve salida a tan preocupante panorama?
—Es importante empezar a hablarles a los argentinos de lo que vamos a ir haciendo para salir de esta situación. Una pista la dio el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, cuando vino a Merlo a hablar de la transformación de los distintos planes sociales en empleo, para que los beneficiarios de esa asistencia empiecen a trabajar en la construcción y en distintas actividades que van a hacer que se solucionen primero los problemas estructurales y luego empezar a mover la circulación económica a través de esos empleos. El Presidente está pensando en el día después, lo hace el Gobernador y lo hacemos nosotros, tratando de generar las condiciones para ayudar a que el comercio no caiga del todo porque alguien que hoy cierra una cortina difícilmente la pueda levantar. Tenemos que prepararnos para lo que viene y reactivar la economía, agudizar el ingenio y tratar, ni bien pase esta pandemia, de recuperar la Argentina, que no se va a lograr si no es de la mano de la cultura del trabajo, de la generación de empleo, del apoyo a las pymes, a la industria nacional, fortalecer al mercado interno, ver de qué manera le damos valor agregado a nuestras materias primas. Si cambiamos esas condiciones, Argentina podría empezar a repuntar.
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