Que el proyecto de regulación del teletrabajo haya avanzado tan a los apurones en el Congreso y que haya demandado tan poco debate dejará a esta modalidad laboral expuesta a muchos riegos. Demasiados para un país que necesita acertar en las medidas que se adopten y en la legislación que se aplique para evitar que las mejores intenciones sean como un boomerang.
Jorge Colina, economista jefe de la consultora IDESA, es autor de un trabajo reciente en el que sostiene que la iniciativa sobre teletrabajo que el Senado se apresta a convertir en ley en las próximas semanas puede tener un efecto impensado: aumentar el cuentapropismo en la Argentina, que precisamente viene creciendo sostenidamente desde 2012 hasta hoy.
-¿Por qué sostiene que la regulación del teletrabajo aumentará el cuentapropismo?
-La legislación laboral es muy costosa para un empleador. Implica no sólo costos económicos, como el pago de las cargas sociales, sino también algunos ligados al monitoreo del presentismo, las disciplina y el desempeño, además de otros que tienen que ver con derechos laborales y beneficios que se les da a los trabajadores. En la Argentina no se actualizan la legislación laboral ni los convenios colectivos, que son de la década del 70, al igual que la Ley de Contrato de Trabajo, que se está volviendo cada vez mas difícil de aplicar en la oficina. Y el proyecto sobre teletrabajo quiere llevar el mismo cuerpo legal de la oficina a la casa, pero si en la oficina ya era difícil de aplicar, en la casa lo será mucho más.
-¿Por qué sostiene que la Ley de Contrato de Trabajo es difícil de aplicar en la empresa?
-Todas las regulaciones de jornada, de vacaciones o de días libres se hacen cada vez más conflictivas de aplicar y por eso se negocian con el trabajador. Hay que estar controlándolas desde un área de Recursos Humanos que lleve la cuenta de cuántos días faltó o no un trabajador y se volverá extremadamente complicado de administrar ese mismo control a la casa para verificar si la persona está en su casa trabajando de 9 a 18 o si no se le puede mandar un mensaje después de las 18.
-¿La regulación tendría que respetar otras características que tiene el trabajo remoto?
-Claro, porque en la oficina la persona pone a disposición su fuerza de trabajo. De hecho, la legislación laboral dice que hay que pagarle a la persona aunque no se le haya dado tarea porque se le paga porque esa persona se puso a disposición. Y además establece que si a la persona no se le da tarea o la hace mal, hay que pagarle igual el salario porque puso a disposición la fuerza de trabajo. Llevar este concepto a la casa no tiene sentido: “Le vamos a pagar en la casa porque puso a disposición la fuerza de trabajo, pero no sabemos si la puso”. La persona puede haber estado haciendo otra cosa en su horario, pero después termina cumpliendo el trabajo y lo hace bien. Entonces el teletrabajo ya no tiene que ver con estar a disposición de la fuerza de trabajo sino con los resultados. Trabajar por resultados entonces será mucho más conducente que plantear una relación de cliente-proveedor. Sería un cuentapropismo en lugar de un trabajo asalariado.
-¿Cree que la regulación del trabajo va a provocar ese efecto?
-En la medida en que quieran llevar instituciones como la jornada laboral de la oficina a la casa, van a inducir a que las empresas empiecen a tomar el teletrabajo como cuentapropista porque es imposible de cumplir la disposición de la fuerza de trabajo. Es decir, la empresa tendría que controlar que de 9 a 18 la persona esté trabajando y a las 18 ya no le puede mandar un correo electrónico, algo que no tiene sentido porque uno puede estar de 9 a 18 con los hijos o durmiendo y se puede poner a trabajar después de su horario. Por eso, cuando una empresa tome a un nuevo trabajador, en lugar de ponerlo como asalariado, cuando rija la ley de teletrabajo le va a convenir decirle que trabaje por resultado y que le mande la factura.
-¿La ley de teletrabajo va a profundizar la desaparición de la relación de dependencia?
-Pero fundamentalmente en los trabajadores más calificados, en los profesionales, donde la subordinación técnica prácticamente desaparece: en una empresa, el profesional sabe mucho más que el jefe. Ahí es donde más se puede aplicar el trabajo por resultado. Se le pide un producto a un profesional y se factura. Cuando son empleos de menores calificaciones es más difícil porque el empleado sí tiene que recibir instrucciones del jefe y eso es mas difícil de hacer en teletrabajo, entonces ese empleado va a quedarse en la oficina. En el teletrabajo van a quedar los trabajos de alta calificación.
-¿Qué debería contemplar entonces una regulación del trabajo? ¿Cómo se hizo en otras partes del mundo?
-En España algo se hizo, pero a la argentina, queriendo llevar la relación laboral de la empresa al hogar. En otros países europeos dejaron el laissez faire de que la empresa lo arregle con el trabajador. Todo lo que es teletrabajo está empezando allá como cuentapropismo. Lo llaman free lance, contrato a demanda.
-¿A quién le conviene que en la Argentina no se actualicen la legislación laboral ni los convenios colectivos?
-La gente tiende a pensar que el factor de resistencia al cambio son los sindicatos, pero son los abogados laboralistas: con estas normas tan vetustas se facilitan mucho los juicios laborales. Ellos son los que no quieren modernizar. Cuando uno va al Congreso, la Comisión de Trabajo está llena de abogados laboralistas, ya sea como diputados o como asesores de un legislador. Nunca quisieron un cambio. Al contrario: quieren más rigideces para generar más judicialización.
-Los sindicalistas tampoco son muy afectos al cambio, de todas formas.
-La prueba de que sindicalistas no son muy dinámicos, pero se sientan a dialogar, es que las grandes empresas firman convenios por empresa con los gremios tradicionales. Y ahí los “muchachos” aceptan un montón de cosas que no están en la legislación. Por ejemplo, el trabajo a cuenta corriente, donde la empresa contrata por 3.000 horas anuales y le dice al trabajador cuándo cumplirá sus tareas, va en contra de la doctrina jurídica laboral, pero los sindicatos lo aceptan en la medida en que los trabajadores ganen más. Son permeables al cambio. El problema son los abogados laboralistas.
-Algunos creen que por el peso de la crisis actual se podrán flexibilizar los convenios.
-En realidad, más que flexibilizar los convenios lo que hay que hacer es descentralizar la negociación.
-Para negociar a nivel de empresa.
-Claro. En Alemania, que no es Estados Unidos ni Hong Kong, plantean convenios sectoriales, como los de acá, que firman el sindicato central, pero si la mayoría de los trabajadores está de acuerdo, el empleador puede firmar un convenio a nivel de empresa, aun cuando sea una pyme. Los españoles también lo aplicaron desde 2012 y eso salvó muchísimos empleos. En la Argentina tenemos que hacer lo mismo. Debería existir una clausula de opción para hacer un convenio por empresa. Si los trabajadores no están de acuerdo, se vuelve al sectorial, con lo cual se incentiva al empleador a mejorar los convenios.
-Es un esquema razonable que pondría en crisis al modelo sindical argentino, tan centralizado.
-Supercentralizado, pero que deja a todas las pymes en la informalidad. Pongo como ejemplo el caso de Comercio: la cámara y Armando Cavalieri firman un salario mínimo de convenio de 30 mil pesos, aunque en el norte argentino esos 30 mil pesos no los gana ni el comerciante. Por eso la informalidad laboral es tan alta en el Norte: no pueden pagar los salarios que fijan en Buenos Aires el sindicato nacional y la Cámara Argentina de Comercio. Si hubiese un sistema donde Comercio pudiera salirse del convenio sectorial para firmar uno propio, en la medida en que los trabajadores estén de acuerdo, podrían fijarse salarios más realistas para las distintas zonas del país y generar más empleo en blanco y asalariado.
-Lo que dice tiene similitudes con el acuerdo marco que firmaron la UIA y la CGT para habilitar las suspensiones del personal sin tareas. Fija un techo de descuento salarial, pero luego cada sector firma según sus posibilidades.
-Pero sigue siendo un convenio centralizado y aunque se puede pagar el 75% del sueldo neto, muchas pymes no pueden pagar ni la mitad y terminan haciendo acuerdos por afuera. Hoy, muchas pymes le dicen al empleado que le van a pagar la mitad del sueldo a cambio de mantener el puesto de trabajo. Pero lo hacen por fuera de la ley y el trabajador le puede hacer una demanda. Si existiera opción, el empleado podría hacer lo mismo que está haciendo hoy en negro, pero en blanco.
-Es que, más allá de las regulaciones, se impone el realismo. Es lo mismo que pasa con la prohibición de despidos. Más allá de que existe, hay muchísimas desvinculaciones de trabajadores que se negocian.
-Y que se terminan concretando de hecho porque si la empresa cierra, no trabajás más.
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