El 9 de julio, Alberto Fernández escenificó un pacto social mediante la foto con el Grupo de los Seis y la CGT. Exactamente una semana después, los senadores del Frente de Todos escenificaron lo contrario al pacto social cuando se resistieron a escuchar la opinión de los empresarios sobre el proyecto de teletrabajo. Y ese mismo día, los Moyano también escenificaron la antítesis del pacto social cuando bloquearon los depósitos de Mercado Libre, la empresa más valiosa de la Argentina.
¿Cómo se llama la obra? Nadie lo sabe aún. Tampoco Alberto Fernández, quien fue el artífice de aquella foto tan simbólica del diálogo tripartito, pero no les transmitió a los senadores oficialistas su voluntad acuerdista y eludió pronunciarse contra la violencia de los bloqueos de Camioneros contra una empresa con la excusa de que no tenía “muy en claro cuál es el conflicto”.
Quizá no alcance para tranquilizar a los empresarios y trabajadores de Mercado Libre que el Presidente haya dicho que “siempre llama a las partes a dialogar y encontrar una solución”. Como tampoco alcanza apenas una foto para materializar un diálogo social en serio.
En este tipo de problemas que se genera a sí mismo está enredado el Gobierno, que ha ensayado en los últimos días una serie de rituales escenográficos para demostrar su voluntad de encontrar una salida a la profunda crisis de la mano de empresarios y sindicalistas, probablemente motivado por las encuestas que confirman que la gente está cada vez más preocupada por la caída de la economía, pero que por ahora no sale del plano tan estático de la pura gestualidad.
Porque después de la foto del 9 de julio y de una formal videollamada que se hizo el miércoles desde la Casa de Gobierno, de la que participaron la UIA, la CGT y la OIT, ¿qué medidas concretas se adoptaron para salir de la esfera de las buenas intenciones y concretar un pacto social o, al menos, algún diálogo productivo para superar la debacle económica?
Por lo visto, habrá que esperar a una difusa post pandemia para que el Poder Ejecutivo envíe por fin al Congreso el proyecto para crear el Consejo Económico y Social. Hasta entonces, ¿habrá sólo diálogo social para las fotos?
Parece extraña la intención del Presidente de abrazarse virtualmente con los empresarios y, a la vez, desoír sus objeciones sobre un proyecto de teletrabajo que avanza a las apuradas en el Congreso y con un respaldo unilateral.
Cuesta imaginar el futuro con un Consejo Económico y Social que deberá trazar los grandes lineamientos de la recuperación económica con eje en el sector privado si Moyano, el sindicalista al que Alberto Fernández calificó de “inmenso” y “ejemplar”, sigue dinamitando cualquier objetivo de concertación mediante los bloqueos extorsivos a empresas para sacarles afiliados a otros gremios.
La CGT quedó encerrada en un dilema. Necesita el auxilio del Gobierno para evitar que quiebre el costoso aparato sindical y del sistema de obras sociales, pero, mientras tanto, no consigue que, más allá de fotos y citas formales, el mismo Gobierno la llame para definir medidas que resuelvan el problema de fondo: cómo salvar una economía en caída libre.
Ante la indiferencia gubernamental, la cúpula de la CGT empezó a armar una agenda propia de encuentros con empresarios para romper la pasividad y producir un hecho político que sensibilice a la Casa Rosada.
Así llegó la videoconferencia con dirigentes del Foro de Convergencia Empresarial y ya organizó la cita virtual que el martes próximo mantendrá con la Asociación Empresaria Argentina (AEA). Estos contactos, de todas formas, también tienen más un componente de escenificación que de “efectividades conducentes”, como diría Hipólito Yrigoyen.
El problema adicional para la central obrera son sus diferencias internas, que no son nuevas pero se agudizaron a partir de la recesión causada por la cuarentena obligatoria. Hay dos cotitulares de la CGT, aunque en la práctica sólo uno, Héctor Daer (de Sanidad), tiene llegada a Alberto Fernández y acceso a reuniones oficiales, y el otro, Carlos Acuña (estaciones de servicio), se suele enterar por los diarios de algunos movimientos de su par.
De por sí, la solitaria presencia de Daer en la foto del 9 de julio en nombre de la CGT derivó en una destemplada queja de Acuña por haber sido marginado de la convocatoria. Es cierto que el Gobierno invitó a un solo dirigente por entidad, pero también lo es que Daer ni lo consultó sobre el tema y, para colmo, la UIA terminó aportando dos representantes para la postal de Olivos: Miguel Acevedo, su presidente, y Carolina Castro, integrante del comité ejecutivo.
Sucedió algo similar con el proyecto sobre teletrabajo. Antes de su tratamiento en la Cámara de Diputados, la CGT planeaba debatir sobre el tema en una reunión de su consejo directivo. Ese encuentro nunca se produjo y ante la Comisión de Legislación del Trabajo de la Cámara baja fueron Daer y -esta vez sí- Acuña los que opinaron con tibieza sobre el proyecto que impulsaba el oficialismo. Pero el jueves pasado, ante la Comisión de Trabajo y Previsión Social del Senado, el dirigente de Sanidad apareció en soledad para brindar un entusiasta respaldo de la CGT a la iniciativa y rogarles a los legisladores que “no nos dejen sin ley”. ¿Es realmente lo que quieren todos los dirigentes cegetistas? Por lo bajo, algunos deslizan que no.
En medio de este clima de intrigas, en el que no hubo consenso ni para salir en una foto, ¿cómo hará la central obrera para mostrar una sola voz en el Consejo Económico y Social o, aunque sea, en alguna reunión que convoque el Gobierno? Sólo el peso de la crisis amortigua la dura competencia interna que se insinúa en la CGT para su renovación de autoridades.
El mandato de esta conducción cegetista vencerá en agosto, pero todos los mandatos sindicales fueron prorrogados hasta 2021 por la pandemia, según lo decidió el Ministerio de Trabajo. Se perfilaban dos candidatos a secretario general, Daer y Pablo Moyano, pero ninguno tiene hoy un consenso suficiente, por lo que seguramente se consagrará un triunvirato o un cuarteto (un inconveniente adicional si el Gobierno sigue buscando fotos simbólicas con pocos protagonistas).
Como si todo fuera poco para enrarecer el camino hacia el pacto social, irrumpió Axel Kicillof en la escena sindical. La sugestiva videollamada que mantuvo este jueves con unos 30 dirigentes de distintos sectores pareció un intento de posicionamiento del kirchnerismo duro en un terreno que, hasta ahora, sólo era capitalizado por Alberto Fernández.
El poder de convocatoria del gobernador fue impactante. Zoom mediante, logró reunir al elenco más representativo del gremialismo actual: desde Hugo y Pablo Moyano hasta dirigentes de la cúpula de la CGT como Daer, Acuña, Andrés Rodríguez y Gerardo Martínez, pasando por los líderes de las dos CTA, Ricardo Peidró y Hugo Yasky, más el bancario Sergio Palazzo, el metalúrgico Antonio Caló, el mecánico Ricardo Pignanelli y el estatal Hugo “Cachorro” Godoy, entre otros.
Tras un extenso discurso sobre los efectos de la pandemia en la Provincia, Kicillof les pidió colaboración en tareas de asistencia social, escuchó en silencio la catarsis de los sindicalistas (que incluyó críticas de dirigentes K al viraje oficial por Vicentin) y prometió una nueva reunión de esas características. Con este encuentro, el gobernador también tuvo su momento de escenificación y buscó su propia foto, aunque distinta de la del Presidente. ¿Serán parte de un mismo álbum?
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