Tras el anuncio de la nueva cuarentena, Alberto Fernández busca retomar la iniciativa, armar un plan post pandemia y diferenciarse del núcleo duro K

El detrás de escena del anuncio de ayer en Olivos con los gobernadores. La presencia de Gerardo Morales. Las internas en el Frente de Todos

Alberto Fernández junto a Horacio Rodríguez Larreta, Axel Kicillof, Jorge Capitanich, Arabela Carreras y Gerardo Morales (Presidencia)

Al final, cuando la transmisión oficial se interrumpió, hubo aplausos de los técnicos y los colaboradores presentes. Alberto Fernández palmeó primero a Axel Kicillof mientras abandonaban el quincho de Olivos, después hizo lo mismo con Horacio Rodríguez Larreta, y volvió sobre sus pasos: “Gracias, gracias a todos y todas”, saludó a los periodistas que de a poco empezaban a ser desalojados del lugar.

Con otra puesta en escena, bajo la supervisión presencial de Ignacio Saavedra y picos de 40 puntos de rating, el Presidente buscó ayer retomar la iniciativa, empezar a dejar atrás la cuarentena -agotada tras cuatro meses de confinamiento, aunque con la posibilidad de volver a endurecerse- y ahuyentar las internas en el Frente de Todos, que esta semana también alcanzaron altos niveles de audiencia.

Fernández sacó a relucir entonces el vínculo con los gobernadores: a diferencia de los anteriores anuncios de extensión de la cuarentena, además de Kicillof y del jefe de Gobierno, el Presidente sentó atrás suyo, vía teleconferencia, a Jorge Capitanich, Arabela Carreras y Gerardo Morales, que esperaron pacientes frente a la cámara, y por más de una hora, a que empezara la transmisión oficial. Son los tres distritos que afrontan rebrotes de coronavirus: en el parte de ayer, volvieron a aumentar los casos en las tres provincias. También en la Ciudad y en la provincia de Buenos Aires.

Lo de Morales es todo un símbolo en sí: para el sector más reaccionario del Frente de Todos, es el gobernador que persiguió y encarceló a Milagro Sala. “Alberto no va a hacer nada para tensionar. Pero quiere aportar sentido común”, explica un dirigente que pasa horas en Olivos. Dice que un sector importante del cristinismo lo perdió hace rato.

El Presidente llegó al anuncio de ayer con el frente interno alborotado. Primero fue la propia Cristina Kirchner, que recomendó un artículo del periodista Alfredo Zaiat en el que ponía en duda el éxito de la convocatoria a empresarios del 9 de julio. Después fue Hebe de Bonafini, que criticó al mandatario en durísimos términos por rodearse con esos hombres de negocios, según ella, “saqueadores del país” y que “secuestraron” a sus hijos. El último fue Víctor Hugo Morales, molesto por lo que consideró un cambio de posición del Gobierno, aparentemente mucho más crítico, respecto a la dictadura venezolana. Fernández se tomó más de media hora para explicarle al periodista que en realidad no era así.

Alberto Fernández, ayer (Presidencia)

“Nunca voy a ceder en ese camino, siempre me acusaron de dialoguista y es una acusación que me encanta que me hagan”, respondió ayer el mandatario ante la consulta de este medio sobre los tironeos de los últimos días. Y agregó: “Quien gobierna es como un director de orquesta, no puede dejar de dialogar con el que toca el clarinete o el trombón”.

En Olivos hay coincidencia en que el vínculo entre el Presidente y la ex Presidenta pasa por un buen momento. Pero Cristina Kirchner juega a fondo: trascienden críticas por algunos desatinos de la gestión y por la pasividad de varios ministros. La vicepresidenta le reclama directamente al jefe de Estado. Lo discuten. Y automáticamente surgen las versiones sobre eventuales cambios ministeriales, que por ahora se resisten. Las críticas por la ausencia de gestión de María Eugenia Bielsa, ministra de Desarrollo Territorial y Hábitat, se multiplican día a día.

Pero la ex presidente también sobrevuela el gabinete bonaerense: en la semana circularon versiones de fastidio con algún colaborador cercano al gobernador. Kicillof habla todo el tiempo con Cristina Kirchner.

Los chispazos internos en el Frente de Todos coincidieron esta semana con el agotamiento social por la cuarentena que llevó al Presidente a consensuar con Kicillof y Rodríguez Larreta el levantamiento del aislamiento estricto impuesto hace dos semanas y media para achatar la curva de contagios y oxigenar el nivel de ocupación de camas de terapia intensiva.

Después del encuentro del miércoles por la noche, no hizo falta que los tres volvieran a juntarse hasta ayer, para el anuncio. El récord de muertes y nuevos contagios que registró el reporte oficial esa tarde noche, mientras promediaba la reunión de los tres mandatarios con sus equipos, ni siquiera llegó a poner en duda la decisión de desandar la cuarentena. Consensuaron, en cambio, machacar con el mensaje sobre la responsabilidad ciudadana y hacer hincapié sobre otros índices, como la duplicación de casos, la ocupación de camas UTI y el índice de contagiosidad -R-.

Cristina Kirchner y Mauricio Macri (REUTERS/Agustin Marcarian)

Alberto Fernández quiere, en ese sentido, empezar a dejar atrás la agenda vinculada al aislamiento -con el anuncio de ayer le tiró aún más la responsabilidad a los gobernadores- y empezar a planificar cómo salir de la crisis. En la teleconferencia con parte de la oposición, Martín Lousteau le planteó un panorama desolador: caída del PBI de dos dígitos, 1 de cada 2 argentinos pobres, desempleo también en dos dígitos y déficit elevado. Le dijo también que había visto una entrevista a la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca, y que había coincidido con el diagnóstico. La aparición de Todesca, que causó buena impresión interna, se contrapone a la ausencia notable de figuras destacadas del Gobierno en los medios.

Hoy, el jefe de Estado tiene previsto recibir en Olivos a media mañana a su jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y a un puñado de ministros para empezar a analizar la salida de la pandemia. Entre ellos, Martín Guzmán, que pasa desde hace días la mayor parte de su tiempo en la quinta presidencial. El camino de salida de la crisis social y económica depende, en buena medida, del éxito de la renegociación de la deuda.

Mientras tanto, Fernández aprovecha las internas de la oposición para disimular sus carencias.

El jefe de Gobierno reparte sus días entre las diferencias partidarias y la crisis en torno al coronavirus. “Todas las decisiones las tomamos fundadas en datos”, volvió a insistir ayer en la conferencia de prensa que encabezó a la tarde, en la sede de la administración porteña, en la que anunció el plan de reapertura gradual e integral de la cuarentena. Enumeró una serie de índices sanitarios y de comportamiento social.

Pero no mencionó que la decisión de empezar a desandar el aislamiento está anclada más que nunca no solo en la fatiga social, que también notaron Kicillof y el Presidente, si no en la parálisis de la actividad económica. Ayer, en paralelo al anuncio, la Ciudad informó que, “por la fuerte caída de la recaudación”, se postergan “futuros aumentos salariales”, por una caída “excepcional” de la recaudación.

Martín Guzmán pasa buena parte de su tiempo en Olivos (REUTERS/Remo Casilli)

El vínculo entre Rodríguez Larreta y Mauricio Macri no pasa por su mejor momento. En privado, el ex presidente lo incluye entre los dirigentes de peso del PRO que no reivindican su figura.

La semana pasada, Alberto Fernández recibió en Olivos, en compañía de Juan Zabaleta, a los intendentes Néstor Grindetti y Jorge Macri, cinco días después de que el PRO difundiera un comunicado por el asesinato de Fabián Gutiérrez, que calificó de “gravedad institucional” y que despertó la misma furia en el kirchnerismo que en el sector “moderado” de Cambiemos, que representan desde hace meses los jefes comunales de Lanús y Vicente López y Rodríguez Larreta, entre otros dirigentes.

En ese encuentro, el Presidente y los intendentes coincidieron en trabajar en conjunto, en teoría sin fanatismos, y coincidieron en apoyar el proceso de renegociación de la deuda. El Gobierno difundió al rato la imagen oficial del cónclave. Al instante, Mauricio Macri le hizo llegar un mensaje a su primo: “¿Era necesaria esa foto?”.

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