Hace tiempo que María Estela Martínez de Perón, Isabel, optó por no defenderse. En 1996 concedió su última entrevista. Callar suele exigir más templanza que replicar. Ese silencio no ha detenido las sistemáticas descalificaciones de su persona y de su gestión. A Isabel tampoco la han defendido muchos dirigentes de su mismo movimiento que hoy prefieren callar para seguir la corriente del momento. El aire del tiempo, como dicen los franceses.
Ese permanente ataque unidireccional no respondido es una de las motivaciones de Diego Mazzieri, joven abogado e historiador rosarino -31 años-, para escribir una biografía de la tercera esposa de Perón que la Editorial Fabro lanzará al mercado cuando termine el aislamiento social.
En charla telefónica con Infobae -cuarentena obliga-, Mazzieri contó cómo llegó a ser uno de los pocos privilegiados que puede comunicarse con “la Señora”, así la llama, y consultarla sobre diferentes temas. Desde muy joven tomó contacto con la viuda del General a través del sencillo expediente de conseguir su dirección -por intermedio del cónsul español en Argentina- y escribirle y así fue construyendo una relación epistolar que con el tiempo se volvió de confianza.
Mazzieri también se vinculó con Norma Estela Ferreiro Martínez, sobrina de Isabel, y actualmente único lazo que mantiene ella con su familia ya que todos sus hermanos han fallecido. Isabel vive con su mucama, Gloria, y cuenta con la asistencia de un amigo, Alfredo García Serrano, en quien confía plenamente, por su eficiencia y discreción; es un hombre de perfil bajo, acorde con el estilo de vida que ella eligió.
El autor de María Estela Martínez por siempre de Perón no esconde su intención reivindicativa: de Isabel admira la personalidad, la trayectoria, la gestión y, sobre todo, el coraje con el cual enfrentó las adversidades, que no cesaron con el fin de la dictadura, y a las que luego se sumaron la ingratitud y el olvido de muchos.
“Es la mujer que más acompañó al General, como secretaria, como esposa, como colaboradora. Vivió momentos históricos junto a él en esos 18 años de exilio”, dice. Y destaca como sus principales virtudes la humildad y la integridad.
“Cristina Fernández de Kirchner se ha cansado de presentarse como la presidente más perseguida de la historia nacional -dijo Mazzieri a Infobae-, pero deliberadamente omite decir que la primera mujer presidente en Argentina y en el mundo fue Isabel Perón, y que padeció todo tipo de sabotaje a su gobierno, atentados contra su vida y la prisión más larga de toda la historia de un jefe de Estado argentino”.
La diferencia es que Isabel de Perón nunca hizo alharaca con eso, compara. No se victimizó, por usar la palabra de moda. En el libro, se cuentan en detalle los padecimientos de Isabel a partir de 1976 y durante los años que duró el “secuestro extorsivo de una Presidente constitucional”.
La viuda de Perón, secuestrada en el madrugada del golpe, fue la primera víctima de la dictadura. Esto fue reconocido al restablecerse la democracia. Mazzieri rescata un hecho obviado por la dirigencia argentina, por desmemoria o por conveniencia, y es que en mayo de 1984 el Congreso sancionó la Ley 23062 de “reparación histórica” que quitó “validez jurídica” al “juzgamiento o la imposición de sanciones a los integrantes de los poderes constitucionales” por parte del gobierno de facto. En el artículo 3° se decía que estaba “comprendida” en sus disposiciones “la situación de la ex presidente de la Nación, Dña. María Estela Martínez de Perón [quien fuera] objeto de este tipo de sanciones y hasta de la privación ilegítima de la libertad”.
Esa ley jamás fue derogada pero ello no impidió que, en 2007, el kirchnerismo habilitara una nueva persecución contra la viuda de Perón, pidiendo a España su extradición, por solicitud de dos jueces argentinos. “En aquel momento, el propio fiscal Julio Strassera calificó de mamarracho jurídico a las causas contra Isabel promovidas por los jueces Norberto Oyarbide y Raúl Acosta por su supuesta responsabilidad en delitos de lesa humanidad”, recuerda Mazzieri, a quien indigna que el gobierno ordenara al Ministerio de Relaciones Exteriores tomar esto como una “cuestión prioritaria”. “El colmo fue que Felipe Solá se enojara porque el Superior Tribunal de España no concedió la extradición”, agrega.
El resultado de esta nueva “persecución activa”, que incluyó oficios a Interpol, fue que “sacaron a la Señora de su casa, de madrugada, como a una rea, para indagarla y fue en esa ocasión que se cayó en las escaleras de la Audiencia Nacional, se destrozó un brazo y estuvo muy grave. La Señora fue muy perseguida. Y sufrió mucho en 2007 cuando se juntaron su nueva indagatoria, los reclamos de la falsa hija de Perón [Marta Holgado], las pruebas de ADN al cadáver del general, etcétera”.
¿Cuáles fueron las motivaciones de los Kirchner? ¿Por qué cree que recrudeció en ese momento la persecución contra Isabel?
“Por el enrolamiento del PJ en la Tercera Vía que promovía Tony Blair, en lugar de la Tercera Posición justicialista -dice Mazzieri-. Abrazaron el discurso socialdemócrata y progre de los derechos humanos. También por el evitismo que cultivan esos sectores”.
En el libro, el autor también subraya la coincidencia en los ataques contra Isabel Perón entre la guerrilla y los militares. Una coincidencia que se prolonga en el tiempo, entre los sectores identificados con la Tendencia, “empoderados” por el kirchnerismo, y los militares acusados por la represión ilegal, que convergen en el intento de responsabilizar a Isabel Perón por toda la violencia que ellos mismos protagonizaron. No es casual que Mario Eduardo Firmenich -cuya organización combatió al gobierno constitucional de Isabel con las armas- se haya prestado luego a testificar contra la viuda de Perón en el año 2004, también ante un tribunal español.
El autor subraya la paradoja de que el primer local que el matrimonio Kirchner abrió en el sur, a comienzos de 1983, último año de la dictadura, se llamó “Ateneo Isabel Perón”. Aunque cueste creerlo, Néstor y Cristina Kirchner eran “verticalistas”; ella contó incluso que se identificaba con el FIP (Frente de Izquierda Peronista) de Jorge Abelardo Ramos y que en el 73 votó a Perón con la lista de esa fuerza, una de las pocas corrientes políticas que permaneció leal a Isabel hasta el final.
Señalemos de paso la absoluta falta de empatía de género en tiempos de ultra feminismo. “A Isabel le han dedicado históricamente motes que si los dirigieran a ellos recurrirían al INADI”, dice su biógrafo. “El feminismo actual -se lee en el libro- además de tergiversar el pensamiento de María Eva Duarte, omite mencionar a María Estela, una de las mujeres más injustamente vilipendiadas de la historia nacional”.
“Ni hablar del Salón de las Mujeres [N. de la R: creado por Cristina Kirchner en la Casa de Gobierno], donde están Mercedes Sosa, Victoria Ocampo, Alicia Moreau de Justo y muchas otras, pero no la primera mujer presidente de Argentina”, dice quien está decidido a contribuir a rehabilitar el nombre de Isabel. “Un decreto del año 2006 determinó que se debía entronizar los bustos de Héctor Cámpora, Isabel Martínez y Raúl Alfonsín y no se ha cumplido en el caso de la Señora. Yo mandé cartas documento y a las cansadas me respondieron -el gobierno de Cambiemos porque el anterior ni siquiera se tomó la molestia- que era porque no se colocaban los bustos mientras los mandatarios estaban en vida, lo cual es totalmente falso porque Cristina Kirchner inauguró el de Alfonsín en presencia del propio homenajeado”.
Esta biografía de Isabel Martínez de Perón esclarece muchos detalles de su vida, deliberadamente deformados, como su condición de bailarina clásica y folklórica, su entorno familiar y su origen social, su religiosidad ortodoxamente católica -convertida en brujería por sus detractores-, desmiente los innumerables romances y hasta casamientos que se le atribuyeron, las falsedades sobre su fortuna y las acusaciones de corrupción que ni los militares del Proceso pudieron fundamentar.
El libro no elude los temas más espinosos, como la eterna comparación entre Evita e Isabel, en detrimento de la segunda. “Injustamente -escribe Mazzieri-, los reconocimientos a las esposas del general Perón son para la historia dispares: mientras que Eva Perón es una figura de reconocimiento internacional, el recuerdo de María Estela, en cambio, es soslayado por la historia”.
No es que el autor no reconozca diferencias de personalidad y de roles entre ellas: “Tanto Aurelia [Tizón, la primera esposa] como María Estela fueron compañeras del General, asistiéndolo en la vida doméstica y cotidiana. María Eva en cambio fue para él una compañera política que vivió los años de esplendor del peronismo con su marido en pleno auge del poder”.
Isabel además, reconoció “en todo momento el lugar que ocupó para la historia la segunda esposa del General, a quien siempre reivindicó demostrando admiración pública hacia su figura, sin recelos”.
“Es una canallada -agrega Mazzieri- que se haya osado hacerles creer a los desprevenidos que María Estela acudió a sesiones oscurantistas con el cadáver de Eva Perón para parecérsele”. Isabel siempre lo desmintió, dice el autor, y agrega que es increíble que se crea “tamaña ridiculez” y que es “el colmo de la sandez creer que el General Perón hubiera permitido semejantes espectáculos”.
Sin embargo se ha llegado a escribir ese tipo de cosas.
El tema de la Triple A, cuya inspiración y jefatura se ha intentado atribuir al gobierno peronista con especial insistencia en los últimos tiempos, pero escaso rigor histórico, ocupa varias páginas del libro. Mazzieri desmonta en particular el caso que dio origen a la causa judicial contra José López Rega -baste recordar que el principal denunciante fue un teniente del ejército de apellido Segura que la dictadura trasladó a Córdoba donde murió cuando su paracaídas no se abrió durante un ejercicio-, pero también destaca no sin ironía el empeño y los recursos puestos por el gobierno de Raúl Alfonsín para buscar a López Rega y extraditarlo, para luego tener que sobreseerlo en las dos causas de malversación y además dejar inconclusa y floja de pruebas la de la Triple A. En su alegato, el fiscal Aníbal Ibarra llegó a decir que “López hasta capaz que ni siquiera conocía a los ejecutores de un plan sistemático de crímenes”, pero que igualmente era penalmente responsable “porque controlaba los resortes del aparato”, señala el autor.
“Las Fuerzas Armadas eran los autores de la llamada Triple A”, afirma Mazzieri que cita en apoyo al ex montonero Gonzalo Chávez: “José López Rega nunca fue el máximo jefe de la Triple A”; para él, esa organización “siempre estuvo bajo el control operacional de los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas”.
“No hago una reivindicación del ministro de Bienestar Social; lo mío es un revisionismo que muestra que el caso Segura fue un montaje”, aclara Mazzieri.
Recuerda Mazzieri que Isabel Perón pasó los cinco años de prisión incomunicada -en todo ese tiempo sólo pudo ver a su hermana una vez-, “sometida a agobiantes interrogatorios, sin asistencia letrada libremente elegida y en un ambiente de inocultable presión psicológica acrecentada por un aparatoso dispositivo militar de vigilancia”.
Más tarde, estando ella en España, “el PJ fue cómplice de su proscripción”. “Ella nunca expresó si quería o no ser candidata -explica Mazzieri-, pero de hecho los dirigentes justicialistas negociaron con [el último presidente de facto, Reynaldo] Bignone, consagrar la fórmula presidencial justo una semana antes de que se levantara la inhabilitación política que la dictadura le había impuesto a Isabel”.
El relato de Mazzieri no se limita a la cronología sino que incluye documentos y extractos de discursos de la ex Presidente. “Isabel Perón era un cuadro, cuando vino a la Argentina en 1965 en representación de su esposo proscripto actuó con gran autonomía táctica. La lectura de los memos que le enviaba al General lo demuestra”.
¿Autorizada o no esta biografía? Bendecida, seguro. “Hace un tiempo le escribí a la Señora y le dije que, ante tantas falsedades que se vertían sobre ella, me parecía buena idea escribir un libro. Luego le envié el texto en pleno aislamiento y ella me dijo que estaba muy completo y agregó otras cosas muy lindas. Durante la escritura del libro le hice algunas consultas específicas, como las precisiones que aporto sobre dónde tuvo lugar su casamiento con Perón, que fue en casa de Flores Tascón; o que el General nunca estuvo excomulgado, de otro modo no podría haber apadrinado a los 47 niños que apadrinó en España en sus bautismos religiosos”,
“Contra lo que se dice, ella no está escribiendo sus memorias -asegura Mazzieri-. Además, las cosas que fue escribiendo a lo largo de su vida le fueron robadas, así como muchas de sus pertenencias que habían quedado en la quinta de PUerta de Hierro en Madrid”.
Más tarde, Isabel padeció el robo de gran parte de su dinero por el abogado que le había puesto la dictadura, Julio Arriola. Por otra parte, la justicia casi siempre falló contra la viuda de Perón en las demandas de que fue víctima, lo que configura una constante de la historia política de la Argentina: la persecución a Perón y a su recuerdo. Por caso, Isabel tuvo que desprenderse de la quintas de Puerta de HIerro y de San Vicente para pagar el juicio de las hermanas de Evita, a pesar de que ésta había hecho testamento en favor de Perón y de la Fundación.
Cuando murió Juan Domingo Perón, el 1° de julio de 1974, María Estela Martínez presentó la renuncia con la idea de ceder a otra persona la responsabilidad del gobierno, recuerda Mazzieri. Se la rechazaron los miembros del gabinete, las Fuerzas Armadas y los principales referentes de la oposición con el radical Ricardo Balbín a la cabeza.
Pero apenas juró como primera mandataria, desde todos los sectores se lanzaron al asalto de su gobierno. El mensaje central que transmite por ejemplo la biografía de María Sáenz Quesada -dice Mazzieri- es que ella no estaba preparada para gobernar. Lo que no se tiene en cuenta es que Isabel gobernó con atentados a diario. Fueron 20 meses en el poder y desde el primer momento padeció un ataque en regla contra su gobierno desde el interior mismo del movimiento: los Montoneros, el llamado Grupo de Trabajo, los empresarios y algunos sindicatos que salían con la consigna de “romper el Pacto Social”.
Por eso Mazzieri rescata la obra de gobierno que desarrolló Isabel a pesar del duro contexto en que le tocó actuar, tanto interno como externo: de hecho, fue una gestión redistribucionista, durante la cual no se contrató ningún empréstito. En comparación con la situación actual, sus cifras económicas son envidiables. “En el presupuesto aprobado en marzo de 1976, el 24 por ciento del gasto estaba destinado a sueldos y el 76 por ciento a obra pública y a servicios públicos. La dictadura invirtió la proporción”, escribe Mazzieri.
El autor también demuele otras excusas de los militares para dar el golpe y denuncia que, desde el inicio del gobierno de Isabel Perón hubo colusión de sectores del mismo oficialismo con los militares; muchos políticos pensaban que las FFAA tomarían el poder para dárselo a ellos. La Presidente, como lo recuerda el libro, les advirtió sin embargo que también ellos serían víctimas.
Ítalo Argentino Luder es uno de los grandes acusados en el libro por su temprana participación en las maniobras para desplazar a Isabel del poder. El argumento golpista del “vacío de poder” ocultaba que en realidad “la Presidente gobernaba en la absoluta soledad”, debido “a la conspiradora acción de los diputados nucleados en el llamado “Grupo de Trabajo”, que eran “todos agentes encubiertos o lobistas de la Marina”. La Cámara de Diputados era paralizada por la acción desestabilizadora de ese grupo que negaba el quórum necesario.
“Tanto la ultraderecha como la ultraizquierda, coincidían (como siempre lo han hecho a la hora de intentar destruir al Peronismo), en que había que romper el “Pacto Social”, y con ello inexorablemente se imposibilitaba la tan ansiada unión nacional”, escribe Mazzieri.
En cuanto al argumento de la falta de respaldo popular al gobierno, el autor recuerda que en respuesta a ese planteo la Presidente había adelantado las elecciones para octubre de 1976. Sería la ocasión para confirmarlo. Y, de hecho, fue el sentimiento de que Isabel podía disputar una reelección lo que también aceleró el golpe.
Finalmente, el argumento ya aludido de la “corrupción desenfrenada”, “frase que monopolizarán tanto Videla como Firmenich”, también quedó desmentido cuando ni la misma dictadura pudo demostrar que Isabel Perón hubiera desviado fondos.
Un acierto de Mazzieri es usar una astilla del mismo palo para exponer la hipocresía de quienes año a año condenan el golpe de Estado de 1976, pero no recuerdan a Isabel Perón.
En El mito del eterno fracaso, José Pablo Feinmann escribió: “El gobierno no fue feliz. Hubo desaciertos (…). No obstante, estorbaba. Era la Presidente Constitucional de los argentinos. Durante sus dos últimos meses de gobierno casi no cometió errores. Por eso la echaron. Acababa de convocar a elecciones. Le cedía espacio a los partidos opositores. Dialogaba con ellos. Comenzaba lentamente a ser Isabel Martínez de Perón. No le dieron tiempo. La voltearon –y la ultraizquierda ayudó mucho en la tarea- (...) Se la llevaron en un helicóptero. La sometieron a largos años de cárcel que sobrellevó con dignidad. Una vez libre, se llevó del cautiverio el silencio y lo transformó en su herramienta política”.
Mazzieri cita el libro Disposición Final, de Ceferino Reato, en el que Jorge Videla explicó con mucha claridad el motivo del calvario de Isabel: “La Señora llevaba el apellido de Perón y estando libre podía movilizar voluntades políticas y gremiales contra el gobierno militar. Por eso permaneció presa e incomunicada durante seis años”.
Finalmente, el libro le cede varias veces la palabra a la propia viuda de Perón que en el año 1981 dijo: “Gracias a mi fe pude soportar estos cinco injustos años. No guardo rencores, cada uno debe pagar en la vida el precio de lo que representa”.
Y concluye Mazzieri: “La Señora Martínez de Perón, soportó estoicamente una injusta prisión. Volvió triunfante. No se le conoció jamás escándalo alguno y vive sobriamente sin quejas ni rencores. Es prenda de paz y unidad de los argentinos. Su vida actual es reservada y casi monacal. Todas estas virtudes no podrán ser jamás opacadas por el sinnúmero de calumnias e injurias que se tejieron sobre ella.”.
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