Sergio Berni cruzó más de un límite cuando sorprendió a todos con su actuación en el debut de la cuarentena reforzada. En Olivos y en La Plata hubo tensión, pero la respuesta estuvo lejos hasta ahora de la gravedad del tema. El ministro bonaerense no tiene atribución jurisdiccional para hacer lo que hizo en el puente La Noria ni autoridad funcional para actuar de ese modo frente a una fuerza federal. En materia interna, semejante desplante aún está siendo procesado. Y hacia fuera, terminó de reponer un renglón en el temario político: la gravedad que ha vuelto a adquirir la inseguridad.
El problema ha vuelto a escalar sobre todo en el Gran Buenos Aires. Ese es el mensaje que transmiten intendentes del oficialismo y también de la oposición. Berni, que mezcla relaciones mejores y peores con jefes comunales –más allá de sus colores políticos- tiene el registro, a su juicio amplificado por la profunda crisis social y los desafíos prácticos que plantean día a día la cuarentena y los contagios extendidos. Por ese motivo o por cálculo político, ya había vuelto a la carga afirmando que la Provincia era desatendida en ese rubro por la Nación. Una manera de advertir sobre los riesgos y los costos compartidos que genera la inseguridad.
En líneas generales, fuentes vinculadas a jefes territoriales del GBA coinciden en señalar algo así como dos etapas bien diferenciadas desde el arranque de la cuarentena. Los primeros cuarenta días –el final de marzo y todo abril- registraron una baja significativa de los delitos. Fue la etapa de mayor respuesta social al aislamiento. A partir de entonces, y de manera creciente con el correr de mayo y en junio, volvió a crecer la cantidad de delitos (robos en negocios, entraderas, motochorros) y también sería mayor el nivel de violencia. Ese sería el resumen.
A ese cuadro, Berni le sumó una evaluación según la cual muchos de los detenidos en esta etapa no tienen antecedentes penales. Y lo atribuyó a la necesidad de gente que no tiene salida y lo hace para sobrevivir. Un ex funcionario de la gestión anterior dice que en situaciones muy críticas y específicas también advirtieron algo similar. No se conocen estadísticas ni otras cifras reales, desde cantidad y tipo de delitos, hasta edades. El peligro del prejuicio también opera en estos temas.
El alto nivel de exposición de Berni, que en el circuito de Olivos algunos atribuyen a su proyecto personal para disputar la gobernación en tres años, generó electricidad en la primera línea del oficialismo. Alberto Fernández dejó trascender su fuerte malestar, que recreó los enojos inaugurales de gestión, a principios de año. Pero no habló, un dato teniendo en cuenta su estilo de comunicación. Sí hubo contactos con Kicillof –no habría sido sólo Sabina Frederic-, y un pedido para bajarle el volumen al conflicto.
Nadie había sugerido hasta ayer algún tipo de gestión con Cristina Fernández de Kirchner, única jefa real del ministro bonaerense. Existe una directa relación política y una historia de gestión nacional que lo colocó de hecho como número uno de Seguridad en el terreno, incluida aquella madrugada conmocionante en que fue encontrado muerto el fiscal Alberto Nisman. La llegada de Berni al cargo provincial fue decisión de CFK. Difícil suponer que una salida pueda ser resuelta por otro carril.
La respuesta del gobierno nacional fue expresada por la ministra de Seguridad, con la intención de contrastar los dichos de su colega bonaerense pero sin agigantar el conflicto. Frederic reapareció así para responder a Berni, tal vez algo mortificada también por referencias ácidas sobre su bajo perfil desde filas informales del kirchnerismo duro.
La funcionaria negó que exista desatención de la Nación a la Provincia en su terreno específico. Señaló que existe un convenio con Kicillof desde febrero, es decir, desde la salida del anterior y ruidoso capítulo de cruces con Berni. Y afirmó que hay trabajo coordinado entre segundas y terceras líneas, una manera elegante de sostener que hay vínculo institucional más allá del nivel de ministros de seguridad.
Para completar, puso en duda que haya crecido el delito. Señaló que marcaría una baja la comparación entre el primer cuatrimestre de este año y el mismo lapso de 2019. Eso coincidiría al menos en parte con la percepción señalada de los intendentes: una baja entre fines de marzo y todo abril por efecto de la cuarentena rígida. El punto sería qué viene pasando desde entonces.
La interna del oficialismo está a la vista, incluye y supera esta entrega en Seguridad. La ministra buscó incluso quitarle gravedad al episodio del puente La Noria y dijo que de algún modo el ministro bonaerense se disculpó. Berni, en rigor, trató de restarle trascendencia. Por ahora, el desenlace parece en línea con tales moderaciones, aunque no cierra los interrogantes sobre las tensiones domésticas. En cambio, más claro es que repuso en renglón de la seguridad en la agenda pública.
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