¿Estamos preparados para prestarle atención a opiniones que no queremos ni escuchar porque relativizan la médula de las políticas que se aplican para afrontar la pandemia? ¿Nos animamos a poner en duda esas verdades reveladas que repiten los expertos? ¿Evitaremos la tentación de calificar como militantes de la muerte a quienes critican la cuarentena permanente?
En diálogo con Infobae, Eduardo Wolovelsky repetirá en varios tramos de la entrevista que es consciente de que recibirá ataques por lo que está diciendo, pero aún así no deja de decir lo que piensa. Puede sonar incómodo, desafiante, políticamente incorrecto, aunque también es imprescindible que, en esta época de crisis, miedo y desconcierto, se pueda leer lo que sostiene este biólogo, escritor y profesor como un aporte para una discusión que hoy parece muy difícil.
-Usted ha publicado una columna hace un mes en Infobae en la que cuestionaba decisiones “extremas” como el “confinamiento duro”. ¿Qué piensa ahora que la cuarentena en el AMBA se volverá tan rígida como al principio?
-Con la nueva cuarentena se abre una trampa: se tiene que justificar a sí misma. Después de cien días, estamos en la misma situación que nos prometieron que no iba a suceder si hacíamos una cuarentena que fue muy rígida desde un principio. La idea errónea que trasuntaba era “vamos a eliminar el virus” y “a nosotros no nos va pasar lo de otros países”, lo cual es cuestionable. Se podrían haber tomado un montón de medidas grises y no el “blanco o negro” que se eligió, tan drástico.
-Pero no puede negar que hay menos contagiados y muertos que en otras partes del mundo.
-Es muy difícil hacer comparaciones con otros países porque los que tienen muchos muertos también hicieron cuarentena. Tampoco digo que no se tiene que tomar ninguna medida. La pregunta es por qué tomar medidas tan extremas que tienen consecuencias enormes sobre la vida de la gente, muchas de las cuales son graves. Nadie puede descartar que toda la desocupación que se está generando no vaya a implicar muertes. Creo que sí va a implicar muertes, sólo que no nos vamos a enterar. Es interesante cómo ha desaparecido toda otra causa de muerte que no sea el coronavirus. Hay un cartel colgado en un negocio de la Ciudad de Buenos Aires que dice: “Todavía no podemos abrir. No importa si morimos de hambre, de depresión o de suicidio, si morimos de infarto o si cerramos definitivamente los negocios y salimos todos a la calle a robar. Lo importante es no morir de coronavirus”. Uno puede no estar de acuerdo con el cartel, pero qué dice: de repente desapareció todo, no hay ninguna causa de mortalidad y aparentemente las medidas que se toman no te hacen daño, lo cual es falso. No es ser es procuarentena o anticuarentena, ese es un debate falaz. Había que tomar un montón de medidas y no sé si eran estas medidas extremas que se tomaron desde un principio. Es como tener seis balas en el revólver y disparar las seis.
-Es que estamos ante una pandemia. Si no son medidas extremas, ¿qué medidas tendrían que haber tomado?
-Podrían haber cerrado escuelas, bares, restaurantes y cines y después iban viendo cómo seguir. ¿Había que cerrar todos los negocios de la manera en que se hizo? Es un daño enorme, y no es un problema de la economía o la vida, porque ese también es un falso dilema. La economía es parte de la vida y permite la vida. De hecho, se gastó demasiada energía en la cuarentena en el comienzo y, por supuesto, todo el mundo obedeció. Con el tiempo, el argumento para extenderla fue que no tiene que saturarse el sistema de salud, que no tienen que crecer los contagios... pero van a crecer. Esto es patearlo para adelante. El problema es el desgaste de ir posponiendo la cuarentena sin fin mientras estamos cada vez peor.
-¿Extender la cuarentena en forma permanente no da resultado?
-Es muy desgastante para toda la población. Es desconocer parte de la condición humana. Hay un momento en que supera cualquier voluntad de compromiso que uno pueda tener con ciertas cuestiones. Esta respuesta de repetir la misma medida todo el tiempo, con costos enormes, es como la trampa de la película “En tierra de nadie”, cuando se pone un cadáver sobre una espoleta de una mina para que cuando vengan los compañeros lo levanten y explote. El tema es que el cadáver está vivo, que nadie lo puede sacar porque apenas lo mueven, explotan. O se muere mirando el cielo o trata de salir y explota. Acá se ha armado una lógica muy complicada porque no se puede salir de la cuarentena sin un logro, pero tiene costos enormes. Se trató de hacer a todo o nada y estos pensamientos dicotómicos sobre temas tan complejos no permiten resolver la cuestión.
-La decisión del Presidente está fundada en un comité de expertos, hay un basamento científico.
-Hay demasiadas cosas que desconocemos y, además, ¿cómo salimos después? Antes de encerrar a la gente hay que tener una respuesta muy clara para eso. Si vamos a los fundamentos científicos, los cuestiono. No es un problema de un virus, es mucho más complejo. Debemos tomar en cuenta esas opiniones, pero hay epidemiólogos que no acuerdan en absoluto con lo que dice el grupo de expertos. En el mundo cientifico existe un debate que no está resuelto.
-Está instalado que existe un modelo argentino para afrontar la pandemia, con menos víctimas del virus, que se contrapone con el que eligieron Bolsonaro y Trump, que está dejando miles de contagiados y de muertos.
-Eso es parte del falso debate. El modelo de Trump no es tal porque Estados Unidos es un país federal y los estados hicieron cuarentenas, algunas muy estrictas. Pero esto es como decir: “Te presento al demonio, así que tenés que aceptar que yo soy el ángel”. Todas las dicotomías nos llevan a la trampa del hombre sobre la espoleta de la mina y después no tenemos salida. Ahora se va a extender la cuarentena hasta el 17 de julio y ese día, ¿qué va a pasar? Van a extender la cuarentena.
-El Presidente dijo este viernes que extender la cuarentena permitirá que la gente que se contagió se vaya recuperando y de esta forma el sistema de salud no colapse.
-Pero eso es lo que vienen diciendo desde hace dos meses.
-¿Cree que de todas formas que habrá muchos muertos?
-No sé cómo termina, pero esto no evitará finalmente lo que va a terminar pasando: en algún momento habrá una cantidad importante de muertos y probablemente el sistema de salud se sature. Y nos va a quedar la pregunta de si se podría haber evitado todo el desgaste, la destrucción, la pérdida de trabajos que no se van a recuperar. La pregunta es si no estoy insistiendo en lo mismo sólo porque tengo que sostener lo que hice, aunque tal vez tendría que revisar lo que hice. Me preocupa la falta de audacia para reconocer que quizá hay algo que no anduvo. Cualquiera que vea los trabajos hechos sobre las consecuencias de cuarentenas mucho más cortas, por el ébola u otras enfermedades, descubrirá que son muy importantes. ¿Qué perspectiva estamos construyendo para las generaciones más jóvenes? ¿Cuándo se terminará la pandemia?
-Cuando se encuentre la vacuna.
-¿Y si no se encuentra la vacuna?
-Viviremos con más períodos de cuarentena, me imagino.
-Ah, bueno, ahí está el problema. Eso es lo que no me cierra.
-¿Piensa que no hay un plan que no sea la cuarentena?
-Exacto. Ese es el punto. Hay un momento en el que hay que reconocer que nadie es inmune a no morirse de esta enfermedad. Es doloroso. Pero la respuesta permanente no puede ser la cuarentena. La vacuna podría no aparecer.
-En Europa están volviendo a las cuarentenas por el rebrote de contagios.
-Claro, este no es un problema del gobierno argentino. Es un problema de las sociedades que no saben cómo enfrentar la pandemia si no es de esta manera inviable. Vamos a tener que aprender a convivir con esto, como convivimos con otras enfermedades. Nuestra cultura nos prometió que esto no nos iba a pasar, pero nos está pasando. Cuando disponen encerrarnos nuevamente tendrían que tener muy clara la salida. Si no, sucede lo de hoy: después de cien días de encierro llegamos desgastados a enfrentar el momento más duro de la pandemia. Hay que replantear lo que se hizo.
-¿Hay algún país que haya actuado de manera más eficaz?
-Si respondo Suecia, dirán que tiene una mayor tasa de mortalidad. No podemos medir eso ahora porque hay un montón de datos que nunca van a aparecer. Por ejemplo, el porcentaje de gente que se muere por no atenderse de otras patologías, los subdiagnósticos de quienes no se van a atender por patologías que no tenían o que frente a todo esto no se atienden más, el drama social de la exclusión, de la pérdida de trabajo. Se habla de “trabajos esenciales”. ¿Y el resto no existe? Llegará un momento en que vamos a tener la pandemia y, además, un drama económico enorme. Tal vez nos falta aceptar qué cosas no vamos a poder controlar del todo. Para un gobierno es un gran costo, aunque el costo viene de muy atrás.
-¿A qué se refiere?
-Las deficiencias del sistema de salud son muy viejas. Antes no les prestábamos atención, pero estaban. Voy a utilizar la metáfora de Ulises teniendo que cruzar el estrecho: de un lado hay un monstruo que tiene seis cabezas y del otro, uno que hace remolinos y se va a llevar puesto el buque. Para que no mueran todos tengo que pasar cerca del primer monstruo. Lamentablemente, la idea de que “a nosotros no nos va a pasar, vamos a eliminar el virus” es falsa porque somos parte de la humanidad y nos van a pasar muchas cosas que no podemos controlar. Hay otras enfermedades, hay trabajo, hay nuevas generaciones que no tienen que ser criadas bajo el pánico. Tomemos el saber del grupo de expertos como un saber necesario, pero no suficiente. Hay muchas otras variables para tomar en cuenta y las anulamos: si miramos los noticieros nos enteramos de “tantos muertos de coronavirus” y no existe nada más. Se genera la falsa imagen de que todo el resto desapareció.
-Alberto Fernández dijo: “No hay que enojarse con el remedio sino con la enfermedad. El problema es la pandemia, no la cuarentena. Estamos cuidando la vida. La economía se deteriora, pero se recupera. Los 1.000 muertos no los recuperamos”. ¿Con esos argumentos no es difícil oponerse a seguir el aislamiento?
-Ese tipo de discursos son ilegítimos. “Soy el salvador porque salvo vidas”. La economía es la vida. No es sólo tener un negocio, sino tener un proyecto de vida. Los negocios que cierran van a significar padecimientos y muertes, sólo que al final no sabremos cuántos murieron por la economía. Para poder discutir hay que sacarse el título de ©
-Otra frase del Presidente fue: “Si hubiéramos seguido la línea de Brasil, la Argentina tendría hoy 10.000 muertos”. Es imposible de comprobar, aunque es cierto que los resultados hasta el momentos son distintos.
-No se trata de seguir la linea de Brasil, distinto en muchos aspectos de nuestro país. No es la Argentina o Brasil. Con la dicotomía de siempre no tenemos salida. De todas formas, ¿cómo sabe que no va a haber 10.000 muertos en la Argentina? Ojalá que no los haya, pero no lo sabe. Y esto es lo que nunca se animan a decir. Ser humilde cuando se ejerce el poder es complicado, pero es necesario para ver la complejidad del problema. Prefiero la frase de un epidemiólogo norteamericano: “Tenemos que ver qué tono de gris podemos manejar”. Acá no decidimos por los grises. Decidimos hacer una cuarentena rígida desde el 20 de marzo y pensamos que así íbamos a eliminar la enfermedad. Fue una fantasía imposible. Hay que empezar a ver qué gris podemos manejar. Ya se vive como una amenaza: si aumentan los casos, me van a encerrar. Si salgo a caminar, me van a encerrar. Tiene que haber un debate más amplio. Este encierro tan duro va a ocasionar más muertes.
-El debate puede ser difícil de instrumentar porque hay decisiones complejas que involucran a millones de personas y parece no servir de mucho la experiencia que existió hasta ahora por la forma en que se propaga este virus.
-De acuerdo, pero hay cosas que ya sabemos y otras que no. Tenemos una experiencia de cien días y es evidente que el encierro tan duro no funcionó como se imaginaron. La retórica puede demostrar cualquier cosa, como la frase que se le atribuye a Richelieu: “Tráeme seis renglones del hombre más honesto y bondadoso de la tierra que yo encontraré alguna buena razón para colgarlo”. Pareciera que tenemos que encontrar una buena razón para seguir justificando lo que venimos haciendo, aunque los argumentos vayan cambiando. Con ese criterio podemos seguir encerrados eternamente.
-¿Está de acuerdo con los intelectuales que alertaron sobre la “infectadura”?
-Trataría de quitar ese término porque oscurece. Hago una crítica a este predominio de los infectólogos porque la decisión última siempre es política y porque ése no es un saber suficiente. Como los infectólogos alertan sólo sobre el virus, la vida económica, sentimental y emocional de las personas no cuenta. Que cada uno muera solo, que es lo que está pasando. Es dramático, pero ese dolor no importa, no aparece en ninguna estadística ni en ningún noticiero. Es preocupante la situación política, donde está todo desdibujado. Tener el sumo poder en estas condiciones no es bueno ni deseable porque es un poder endeble. Hay que quitar esos calificativos como “infectadura” porque no aportan mucho a la discusión. Lo que me preocupa es que en una emergencia así tendríamos que tener un gobierno más amplio. Además de la crítica que hago al predominio de la cientificidad de la infectología, para pensar este problema se necesita más consenso. Y eso no está. Es difícil porque toda la población debería aceptar que las medidas que se toman tienen legitimidad, y sólo se logra con mayor amplitud.
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