BlackRock es un criatura sagrada en Wall Street y una bestia negra en Olivos. Maneja billones de dólares alrededor del planeta, su CEO Larry Fink es amigo de Donald Trump, sueña con ser secretario del Tesoro con Joe Biden, y su peso en la reestructuración de la deuda externa argentina es tan preponderante que han tratado de seducirlo desde el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, al exCEO de YPF, Miguel Galuccio. No hubo caso: BlackRock y Fink se mantienen infranqueables y la negociación -de nuevo- entró en un impasse que puede mutar a default.
Martín Guzmán -cuestionado por los acreedores privados y apoyado por Alberto Fernández- negocia con tres grupos distintos de bonistas que invirtieron 66.000 millones de dólares en la Argentina. Estos fondos de inversión tienen títulos de distinta naturaleza jurídica, y sus pretensiones son diferentes en lo táctico y coincidentes en lo estratégico.
Todos desean una quita menor a la presentada por el ministro de Economía, y cada uno de ellos piensa en sus bonos como una unidad de negocio que deben preservar por encima del interés del conjunto. En este contexto, los acreedores privados en conjunto quieren que la oferta argentina establezca un bono por 53 a 55 dólares de Valor Presente Neto (NPV), mientras que Guzmán se plantó hace unos días en 49.90 dólares de NPV.
Al margen de las constantes exigencias para obtener una valuación de 53 a 55 dólares, los fondos de inversión tratan de preservar los derechos contenidos en sus contratos -”indentures”- y exigen que esos derechos adquiridos sean reconocidos en las disposiciones legales de los futuros bonos que se usarán para el canje que negoció Guzmán con las estrictas órdenes presidenciales.
Para evitar una nueva actuación de los fondos buitres, el sistema financiero internacional creo un dispositivo jurídico que se conoce como Cláusulas de Acción Colectivas (CAC´s). Las CAC´s implican que si una mayoría determinada de bonistas aceptan una reestructuración de la deuda, el resto que no consiente igual queda bajo el nuevo indenture o contrato firmado por el estado negociador -en nuestro caso, Argentina- y los acreedores privados que negociaron el nuevo deal.
Hay un grupo de bonistas -Exchanges 2005- que tienen CAC´s con niveles de aceptación más altos que aquellos títulos emitidos durante la administración de Mauricio Macri. Cuanto más alto es, más tenes que dar para lograr consenso: no es lo mismo unas CAC´s de 75 por ciento de los tenedores, que unas CAC´s al 66 por ciento.
Los fondos Exchanges 2005 pidieron a Guzmán que sus CAC´s al 75 por ciento se mantengan en los nuevos bonos que formarían parte de la reestructuración. Y el ministro de Economía estuvo de acuerdo, ya que incorporó esa exigencia en la oferta que presentó en un comunicado de prensa y que nunca registró en la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC).
BlackRock tiene millones de dólares invertidos en bonos emitidos por Macri y sus CAC´s son del 66 por ciento para formar mayoría y bloquear la aparición de los fondos buitres. Fink, CEO de BlackRock, decidió unir fuerzas con los Exchanges 2005, y su nueva exigencia consiste en lograr que Guzmán incorpore a sus bonos las CAC´s del 75 por ciento. Un exceso jurídico que Alberto Fernández rechazó sin ambigüedades.
“Con relación a los términos legales, nos piden algo a lo que la Argentina no puede comprometerse. Si aplicáramos las CAC de 2005, estaríamos deshaciendo un progreso que fue hecho durante los últimos años y no sería a lo que la Argentina adhirió como miembro del G20 y del FMI”, reiteró Guzmán en el Council Of America, en directa referencia BlackRock y Fink.
El Presidente está harto de BlackRock, y este fondo de inversión considera que Guzmán ya debería dar un paso al costado. “No conoce el concepto de engage, no tiene idea de lo que significa sentarse, negociar y cerrar de una vez por todas”, explicó a Infobae un vocero de los acreedores privados que sueña con la cara del ministro de Economía.
Al margen de los sentimientos personales, o de la conocida táctica de castigar al negociador de turno, las diferencias económicas y financieras continúan abiertas. La información de Olivos y Economía establecen el siguiente cuadro de situación:
1. Negociaciones congeladas desde el domingo
2. BlackRock bloqueando las conversaciones por su exigencia de las CAC´s
3. El gobierno mantiene su oferta de 49.90 USD de Valor Presente Neto (VPN) por cada lámina de 100 dólares, y acepta pagar los intereses devengados del capital que vence en 2020. Esta ecuación lleva a un NPV “sucio” de 51/52 dólares
4. Los acreedores privados reclaman un NPV de 56 dólares por cada lámina de 100. Y exigen que para el caso de los Exchanges 2005 se añada un Value Recovery Instruments (VRI) atado a las exportaciones.
5. Guzmán acepta el VRI, pero vinculado al crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI).
6. La réplica del ministro de Economía tiene su lógica: puede ocurrir que las exportaciones crezcan en demasía, y el PIB en menor proporción. Entonces, los acreedores tendrían un privilegio extra y por encima de los conceptos de sostenibilidad de la deuda previstos por el FMI.
Alberto Fernández continúa optimista respecto a la negociación de la deuda externa. Está apoyado por un grupo de bonistas liderados por David Martínez, CEO de Fintech, y aún confía en la capacidad técnica de su ministro de Economía.
Al otro lado de la mesa de negociación, los fondos exchanges y los acreedores privados liderados por BlackRock y Ashmore, ya no confían en Guzmán y buscan una diagonal para dialogar sin intermediarios con el Presidente. No descartan un default en julio, si fracasan las negociaciones en los próximos días, y no les gustó las declaraciones del ministro ante el Council of America.
“Martín soy yo”, repitió Alberto Fernández por enésima vez cuando le pidieron -de nuevo- que desplace a Guzmán y se siente a negociar -directo- con Larry Fink, el poderoso CEO de BlackRock que sueña con la victoria presidencial de Biden y mudarse de Wall Street a Washington en enero de 2021.