Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta preparan el terreno para anunciar la vuelta a la fase 1 de la cuarentena

El endurecimiento del aislamiento se definiría la primera o la segunda semana de julio. Los mandatarios atan su suerte en la gestión de la etapa más dura de la crisis, pero persisten las diferencias

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Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta
Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta

Si hay diferencias, que no se noten.

Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof prepararon a última hora de la tarde de ayer el terreno ante una eventual marcha atrás conjunta de la cuarentena por si la multiplicación de los contagios de COVID-19 continúa en ascenso, tras una reunión extensa y cordial que ayudó a maquillar las tensiones entre ambas administraciones.

Es probable que el jefe de Gobierno supiera de antemano el resultado del segundo hisopado al que se sometió durante la mañana después de que María Eugenia Vidal -con quien compartió un almuerzo una semana atrás- y un puñado de colaboradores cercanos dieran positivos de coronavirus. Pero cuando la administración porteña oficializó que su análisis era negativo, Rodríguez Larreta ya estaba en viaje, y a pocos kilómetros de La Plata, junto a Diego Santilli y Fernán Quirós. Es decir que el alcalde ni siquiera esperó la comunicación oficial para subirse a la camioneta, cortar con el aislamiento preventivo indicado por su ministro de Salud y sacarse la foto junto al gobernador.

Es que, a pesar de las diferencias entre ambas administraciones, Kicillof y el jefe de Gobierno definieron atar su suerte en la puerta de la etapa más cruda de la pandemia.

“Si se complica y nos piden cerrar, cerramos todo. No podemos dejar abierto si la Provincia se incendia”, resaltaron desde la comitiva porteña que ayer dejó La Plata antes de las 8 de la noche. “Les tendimos la mano”, agregaron. No hay recuerdo de los últimos cuatro años de una visita de ese estilo del jefe de gobierno a la ex gobernadora Vidal.

El viaje de tres de los principales funcionarios porteños al despacho de Kicillof es toda una señal en sí, y la última postal de una semana plagada de símbolos.

Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof en conferencia de prensa, frente a los funcionarios de ambas administraciones
Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof en conferencia de prensa, frente a los funcionarios de ambas administraciones

El primero surgió de la reunión del lunes entre los ministros de Salud de Nación, Provincia y Ciudad en la que se anunció la instrumentación de la mesa conjunta con indicadores técnicos como ocupación de camas, evolución y reproducción de contagios y mortalidad, un pedido del Gobierno bonaerense.

El segundo se anunció después del encuentro del miércoles en Olivos entre Alberto Fernández, el gobernador y Santilli, que participó en reemplazo de Rodríguez Larreta, ya aislado en forma preventiva. Fue la implementación de las salidas por DNI para la realización de actividad física al aire libre, un pedido insistente de la Provincia, de casi imposible instrumentación, orientado a consolidar un mensaje más restrictivo que disimule el límite geográfico de la General Paz.

El tercer símbolo fue la foto de ayer. Kicillof, Daniel Gollán y Sergio Berni de un lado. Rodríguez Larreta, Quirós y Santilli del otro. “Lo vamos a estirar todo lo posible. Pero antes de que explote todo, hay que cerrar”, explicaron desde el entorno del gobernador tras el cónclave.

Kicillof había sido el primero en visitar al jefe de gobierno, el martes 2, a horas del anuncio en Olivos de extensión del aislamiento y cuando los chispazos entre ambos empezaban a hacer ruido en la relación. A tres meses del inicio de la cuarentena, y de que la Casa Rosada, la Provincia y la Ciudad acordaran trabajar en forma conjunta, el esfuerzo por preservar los vínculos consume mucha más energía.

No hay plazos, ni certezas. Trasciende como fecha clave las primeras dos semanas de julio para definir la vuelta o no a la fase 1. El rol de mediador del Presidente volverá a ser clave. Los especialistas de ambas administraciones y del Gobierno nacional van a analizar la evolución de contagios de los próximos días, y su composición, para tomar una decisión. Lo que hay, por el momento, es un consenso entre la Ciudad y la Provincia de endurecer la cuarentena el menor plazo posible.

“Frenar y arrancar las veces que sea necesario. Cerrar, amesetar y abrir de nuevo, y así”, explican desde la administración bonaerense. “Cerrar dos semanas y volver a abrir”, abundan, por su parte, desde el Gobierno porteño.

“Hay que empezar a abrir el paraguas para las próximas tres semanas”, agregó un protagonista de la reunión de ayer sobre la posibilidad de endurecer el confinamiento. No va a ser de un día para el otro. “No nos va a temblar el pulso”, remarcó Rodríguez Larreta una y otra vez en la conferencia de prensa.

Alberto Fernández, Axel Kicillof y Diego Santilli (Presidencia)
Alberto Fernández, Axel Kicillof y Diego Santilli (Presidencia)

La Ciudad, hasta ahora, se resistía a volver atrás con el aislamiento, a diferencia de la administración provincial, que insiste a diario, y desde hace más de una semana, en endurecer la cuarentena. La situación sanitaria y hospitalaria del Gran Buenos Aires preocupa, y mucho, a Kicillof y su equipo. Más que cualquier indicador. En el entorno de Rodríguez Larreta también hay preocupación. Pero también toman nota, casi por igual, de la fatiga social y de la parálisis de la actividad económica.

El mensaje conjunto de ayer no llega a disimular, de todos modos, las diferencias. Sí hubo malhumor en el Gobierno provincial por la habilitación de los runners y la apertura de algunas actividades en la Ciudad que, el mes pasado, tuvieron que cerrar y volver a abrir, el fastidio desde la administración porteña trasciende ahora por la gestión de la crisis del distrito vecino.

Dicen que mientras los funcionarios bonaerenses se turnaban para criticar el ejercicio al aire libre -se sumó además el jefe de Estado, en el fino equilibrio que practica entre Kicillof y Rodríguez Larreta, a quien recibió el martes por la mañana casi en secreto-, el distanciamiento social en los principales centros urbanos del Gran Buenos Aires era, por momentos, nulo. Y que, por ejemplo, el aislamiento preventivo de pacientes leves que en la Ciudad se practica, en general, en hoteles, en la Provincia es de más difícil instrumentación.

“A pesar del aumento de ayer -la Ciudad aumentó de 692 el jueves a 804 el viernes, mientras que en la Provincia pasó solo de 1106 a 1118-, la curva está controlada. Tenemos herramientas para controlarla”, aseguran.

La complejidad socioeconómica de la provincia de Buenos Aires dificulta aún más la gestión de la crisis. En el encuentro del miércoles en Olivos, el propio gobernador reconoció que era “inabarcable”.

Desde la administración de Kicillof, en tanto, habían machacado semanas atrás con la cantidad de testeos entre una y otra jurisdicción.

Este fin de semana, los esfuerzos estarán abocados de lleno al control en el transporte público y a la movilidad de pasajeros solo esenciales. Era una norma que ya se había instrumentado, pero que, en los hechos, no se ponía en práctica. De la evolución de la movilidad y del cumplimiento de dicha medida depende en buena medida, según fuentes oficiales, de cómo seguirá el aislamiento.

Ayer, el auto escolta que le abría el camino a la camioneta que devolvía a Rodríguez Larreta, Santilli y Quirós a la ciudad de Buenos Aires tuvo que frenar en uno de los dos peajes de la autopista Buenos Aires - La Plata: le pidieron la documentación al chofer.

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