Los intendentes del PJ de la primera sección electoral bonaerense que ayer almorzaron con Axel Kicillof en La Plata no ocultaron el malestar por las imágenes del lunes por la noche del descontrol de los runners en los principales parques de la ciudad de Buenos Aires. Fue uno de los temas en el menú de las conversaciones entre los comensales: el gobernador avaló el reclamo, y aseguró que le había hecho llegar el disgusto a Horacio Rodríguez Larreta.
El martes, antes de las 8 de la mañana, el jefe de Gobierno había recibido en las oficinas de Uspallata al gabinete del Ministerio de Seguridad para definir cómo evitar la aglomeración de corredores en momentos en que la curva de contagios por coronavirus pareciera entrar en su peor fase. Resolvieron limitar el tránsito en avenidas para dar más espacio, como al final instrumentaron.
Más tarde, Rodríguez Larreta visitó por casi una hora al ministro Eduardo “Wado” de Pedro, que a pesar del posterior hermetismo informativo del Gobierno porteño le transmitió el mal humor de la Casa Rosada.
Fue el propio Alberto Fernández el que, ayer por la mañana, reveló ese malestar: en declaraciones radiales aseguró que había llamado al jefe de Gobierno para pedirle explicaciones. Agregan, de hecho, que hubo un pedido concreto de rever el ejercicio al aire libre. El Presidente se cuidó, de todos modos, de preservar el vínculo que desde el inicio de la crisis construyó con Rodríguez Larreta y con Kicillof en la administración de la pandemia en el área metropolitana.
Los tres, trasciende de fuentes oficiales, podrían encontrarse en las próximas horas.
Sergio Berni, el ministro de Seguridad bonaerense que apareció filmado con una carabina en un operativo policial, y que suele evitar los eufemismos, le agregó pimienta al asunto: “Se acabó la solidaridad entre la Ciudad y la Provincia”, resaltó un rato antes de que el jefe de Estado hablara por radio.
El jefe de Gobierno no tiene pensado dar marcha atrás. Al menos hasta que los datos sanitarios arrojen una comprobación certera -los números recién estarán en los próximos días- de que el descontrol con los runners colabora en la propagación del virus. Incluso en la tarde de ayer se mostró convencido, según su entorno, de que pudo sortear el escollo político y sanitario con La Plata y la Casa Rosada.
“Nos cagaron a pedos, pero Horacio salió por arriba”, creen a su lado. Rodríguez Larreta estuvo este miércoles mucho más fastidioso por el viaje a Lomas de Zamora al despacho del juez Federico Villena por la causa de espionaje -pidió ser querellante para tener acceso y control del expediente- que por la flexibilización de la cuarentena para el ejercicio al aire libre.
“La idea ahora es mostrarse más restrictivos para no confrontar. Y esperar unos días para evaluar nuevas medidas", agregan altas fuentes del Gobierno porteño. Es decir: la Ciudad no solo no planea ir hacia atrás en la administración del aislamiento, si no que, si los casos no se multiplican más de la cuenta, estudian nuevas aperturas.
En la Provincia, la situación es distinta. El aumento en la curva de contagios -el reporte de ayer registró 621 casos, 100 más que en la Ciudad- preocupa a Kicillof y su gabinete. El gobernador es mucho menos fanático de las encuestas que su colega de Ciudad, que ve el reflejo empírico del hartazgo social de los más de 80 días de encierro que objetivamente sirvieron para ralentizar la evolución del virus y preparar al sistema de salud. El gobernador además es consciente de que la gestión hospitalaria en el Gran Buenos Aires puede colapsar de una semana a la otra.
Ante el aumento de los casos positivos que se empezaba a avecinar Alberto Fernández, Rodríguez Larreta y Kicillof definieron entonces el pasado jueves extender la cuarentena en el AMBA por tres semanas más y no por quince días, para ganar tiempo y alargar un poco más las tensiones políticas y sanitarias que se presentan en la víspera de los anuncios.
Las imágenes de los principales parques porteños atestados de corredores hicieron trizas esa hoja de ruta. Es que, para colmo, la provincia de Buenos Aires había presentado dudas ante la decisión del Gobierno de la Ciudad que al final fueron suavizadas con el encuentro que Kicillof y Rodríguez Larreta mantuvieron por primera vez a solas en la oficina del jefe de Gobierno, el martes 2, 48 horas antes del anuncio oficial en Olivos.
En la Ciudad, la fatiga social y la crisis económica empiezan a tener cada vez más lugar en la mesa de crisis de la cúpula gubernamental. “No podemos ir contra eso”, admiten. Los funcionarios del sector económico del gabinete aseguran que un 40% de los negocios gastronómicos están o van hacia la quiebra. Y que la sociedad muestra señales evidentes de cansancio.
También lo percibe el Presidente, que oficia de mediador entre Kicillof y Rodríguez Larreta. Por ahora, su mensaje de vuelta a la “cuarentena absoluta”, remarcan en la Casa Rosada, es solo un mensaje.
¿Cómo administrar, en ese sentido, la ansiedad en la eventual antesala de los pasajes más crudos de la crisis sanitaria? Lo planteó Fernán Quirós, en la entrevista publicada por este medio el fin de semana.
“Se evitó una catástrofe sanitaria. Lo que pasa que lo que vos evitás es difícil de ver. Sobre cuarentenas largas, sin haber alcanzando una cantidad importante de casos, o un pico, no hay muchas experiencias en el mundo. Tenemos una situación relativamente inédita, y la pregunta es cómo se gestiona esa realidad. Tenes una sociedad que no ha visto la catástrofe, que no está segura de qué se salvó porque no tiene por qué estar segura, y que está relativamente fatigada y cansada. ¿Cuál es la mejor manera de gestionar eso? Yo creo que lo único que no puede perder nunca un gobernante es su vinculación o su construcción colectiva con la sociedad a la que tiene que gobernar”, dijo el ministro de Salud porteño.
También lo planteó, más breve y directo, en alusión a los funerales masivos de víctimas del COVID-19, un alto funcionario de la Ciudad que sobresale en la mesa de decisiones: “En Europa la gente lo palpó en la cara, acá no”.
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