La Casa Blanca considera que Alberto Fernández es una pieza clave en la crisis de Venezuela y juega su estrategia geopolítica para acelerar los tiempos de una transición institucional que permita terminar con el régimen populista de Nicolás Maduro. Donald Trump pretende que Argentina se involucre en un plan para desplazar a Maduro, y el Presidente no se cansa de reiterar que su hoja de ruta tiene como prioridad una mesa de negociación con todos los actores políticos que operan en Caracas.
Esta diferencia tangible en la agenda regional apareció en clave diplomática durante una conversación de quince minutos que mantuvieron Felipe Solá y Mike Pompeo. El canciller recibió la llamada del secretario de Estado en la quinta de Olivos, y además de la crisis en Venezuela, se trató la negociación de la deuda externa, las exportaciones de biodiesel a los Estados Unidos y el impacto social y sanitario del COVID-19.
El sutil contrapunto entre Solá y Pompeo no fue un hecho casual. Antes de atender la comunicación desde Washington, Solá estuvo reunido con Alberto Fernández, leyó los últimos informes reservados que llegaron desde Caracas e intercambió opiniones con Jorge Arguello, embajador argentino ante la Casa Blanca.
Pompeo tenía voluntad política abrir la relación diplomática con Solá: nunca habían hablado en sus vidas, y el contacto diplomático fue concedido en apenas 24 horas. Escaso tiempo para la lógica de poder del Departamento de Estado.
Sin embargo, y pese a la rapidez formal de Washington, las diferencias aparecieron entre la Casa Blanca y la Casa Rosada. Trump quiere desplazar a Maduro cuanto antes, y Alberto Fernández sostiene que la estrategia de los golpes de Estado es un mecanismo de poder repudiable que América Latina ya experimento con resultados trágicos.
Cuando terminó su cita telefónica, Pompeo posteó lo siguiente en su cuenta oficial de Twitter:
La clave diplomática en el tuit de Pompeo se puede leer sin eufemismos: refiere a una “fuerte alianza (entre Estados Unidos y Argentina) en el esfuerzo para expandir la prosperidad y la seguridad” en la región, y añade que durante la conversación bilateral se reiteró la importancia de esos vínculos bilaterales para “buscar la restauración de la democracia en Venezuela”.
Consultada la Cancillería al respecto, el contraste diplomático apareció en la primera pregunta: “Nunca hablamos de restaurar la democracia en Venezuela. Fuimos claros en decir que queremos asegurar la convivencia política entre las partes, y garantizar el funcionamiento de las instituciones. Eso fue lo que dijimos, y esas fueron las instrucciones del Presidente”, explicó a Infobae un miembro del Gabinete que conoce los detalles del diálogo que sucedió entre Olivos y DC.
Solá ya aprendió el minué diplomático, y como Pompeo, también posteó en Twitter su perspectiva del encuentro a la distancia que protagonizó con el secretario de Estado:
La respuesta de Solá a Pompeo se puede interpretar sin obstáculos políticos: “Subrayé la posición argentina de garantizar la convivencia, el diálogo y la paz en Venezuela”, escribió el canciller en su cuenta oficial de Twitter. Alberto Fernández considera que se pueden acercar las partes, que el experimento de Juan Guaidó no sirvió para acelerar los plazos de la transición democrática y que una mesa de negociación amplia puede jugar como un punto de inflexión ante una crisis institucional que sufre un impasse político.
En este contexto, se inscribe la respuesta diplomática de Solá. El Presidente asegura que el Grupo de Lima fue intrascendente, que es necesario sumar a la Unión Europea a las negociaciones, y que América Latina debe conducir el proceso político. Eso no implica -argumenta Alberto Fernández en Olivos- avalar la gestión de Maduro y menos aún su alineamiento internacional que incluye el petróleo de Irán, la inteligencia cubana y las inversiones de China.