Coronavirus: la alarma de la provincia de Buenos Aires vuelve a dominar la agenda y frena otros planes del Presidente

El cuadro del GBA y el récord de contagiados genera alerta. Y parece difícil de explicar después de haber rechazado las críticas sobre el subregistro por bajo nivel de testeos. Se complica un objetivo de Alberto Fernández: salir del monotema y hablar de post pandemia

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Alberto Fernández, camino a su despacho. Otra vez, en la difícil tarea de la extensión de cuarentena para Capital y GBA.
Alberto Fernández, camino a su despacho. Otra vez, en la difícil tarea de la extensión de cuarentena para Capital y GBA.

La foto de la reunión a solas fue distribuida por Axel Kicillof y por Horacio Rodríguez Larreta en simultáneo y vía Twitter. Una escena singular a pesar de que la cuarentena suma más de 70 días y va camino a un nuevo capítulo. Se mostraron distendidos, amables, en un momento de enorme sensibilidad: a la fatiga social, se sumaba anoche la difusión de la cifra diaria récord de 904 contagiados de coronavirus, buena parte en el área metropolitana compartida y por primera vez en un mes con la Provincia superando a la Capital. Técnicamente, todavía se discute si es el pico local. Pero hay dos elementos claros: el efecto numérico de la mayor cantidad de testeos –cuestión que aún irrita en zonas de gobierno- y la imposibilidad de bajar el tema del primer y casi excluyente renglón de la agenda política.

Con diferentes conclusiones, en el gobierno nacional y en las gestiones locales admiten desde hace algunos días que el número creciente de casos está ligado directamente a un cambio de criterio práctico: en lugar de esperar las alertas, hay “búsqueda” de posibles casos, con trabajo enfocado en las áreas de mayor concentración urbana y riesgo de circulación del virus. Comenzó hace poco menos de un mes en la Ciudad, arrancó hace dos semanas en el Gran Buenos Aires.

Los barrios populares están en el centro de las preocupaciones y la foto de ayer hablaría de la gravedad del cuadro de un lado y otro de la General Paz. Es decir, resultaría difícil sostener la idea, alimentada por sectores duros del kirchnerismo, que alarmaba sobre la expansión desde barrios porteños, casi como una confrontación de modelos, según el módico subtexto ideológico. Lo que se vio primero en barrios populares de la Capital y asoma ahora como un problema grave en el GBA era imaginable con sólo atender las limitaciones efectivas para una cuarentena rígida. Pero de golpe, la “solución” que se plantea ahora es el confinamiento, como ocurrió en Villa Azul y podría repetirse en otras zonas bonaerenses. Mal camino, un retroceso conceptual y alarmante frente a la “cuarentena en el barrio”.

Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta, reunidos ayer en la sede del gobierno porteño.
Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta, reunidos ayer en la sede del gobierno porteño.

Las horas que vienen serán muy intensas en las conversaciones entre el gobierno nacional y las administraciones de la Provincia y de la Capital. Alberto Fernández haría el anuncio de la nueva extensión de la cuarentena el sábado, según se deja trascender y tal como ocurrió con las anteriores entregas. Tiene previsto verse con Kicillof y también con Rodríguez Larreta entre hoy y mañana. Y se descuenta una cita conjunta.

La tensión entre Kicillof –sus funcionarios de Salud y Seguridad, además de voceros del kirchnerismo duro- y Rodríguez Larreta cambió ligeramente en los argumentos, no tanto en el fondo de la cuestión y el juego más chico de buscar culpas en territorio ajeno. Hay matices. En la previa al último alargue de la cuarentena, el gobierno bonaerense había endurecido el discurso y reclamaba mayores restricciones para evitar la propagación del virus desde territorio porteño. Hubo finalmente cierta mayor dureza en el tema del transporte y la movilidad. Ahora, la Provincia arrancó con la necesidad de retroceder en la fase del aislamiento, mientras la Capital planteó pensar algo más de apertura. Se habló desde el gobierno nacional de “oxigenar” la situación. Y en las últimas horas, el foco se trasladó al GBA. El encuentro de ayer entre Kicillof y Rodríguez Larreta no habría saldado el tema.

Las cifras, se ha dicho, pueden expresar muchas cosas. Por supuesto, el número de contagiados de ayer resulta en sí mismo fuerte y más aún anotado en la categoría objetiva de récord. Después, quedan por analizarse otras cuestiones, tal vez menos alarmantes. Entre ellas, hay dos, según señalan algunos expertos: la referencia en función de la cifra de testeos y la relación con el número de muertos. Desde el punto mediático, alcanzaría con el dato en bruto.

Surgen entonces de manera más visible las contradicciones. El sentido inicial de la cuarentena -casi sin transición entre unos pocos días de ejercicio de distanciamiento y el aislamiento riguroso- es destacado como la contención que permitió adecuar y mejorar el sistema sanitario. La continuidad se encargó después de exponer cierta carencia de criterio en la administración de las restricciones. Ahora, el dilema se plantea frente a números que alarman sin tomar en cuenta las referencias señaladas, y con una inercia nacida de la polarización increíble y en buena medida promovida entre cuarentena y anticuarentena, vida o muerte.

Una de las contradicciones, al menos política, la enfrenta el propio Alberto Fernández. Frente a un aislamiento prolongado, con desgaste colectivo –no sólo económico, como se pretende-, el Presidente dio muestras recientes de empezar a instalar la idea de una salida, de una post pandemia, un horizonte que escapara al monotema del virus.

Villa Azul. Fue la primera señal pública de alarma por los contagios en el GBA.
Villa Azul. Fue la primera señal pública de alarma por los contagios en el GBA.

Fuentes del círculo presidencial destacaban varias señales en ese sentido. Por ejemplo, reponer la idea de un próximo debate legislativo sobre la reforma judicial, aún en lista de espera. Funcionarios de la Casa Rosada ya se habían encargado de aclarar algo que ayer mismo expuso el Presidente: no está en los planes enviar el proyecto de legalización del aborto. Dijo que existen “otras urgencias”. Sus voceros decían que había que evitar “otro tema conflictivo” en la sociedad. Es una obvia alusión a las tensiones que renacieron en la política, a los graves efectos de la crisis y a los mensajes contrapuestos de una sociedad afectada por la larga cuarentena, pero alerta con el virus, y agobiada cada vez más por la mala situación económica. Lo dice el sentido común y ya lo reflejan las encuestas.

La intención presidencial de ir generando rubros que rompan ese clima se expresa en varios terrenos, incluido el económico. Voceros oficiales y hasta aliados sindicales difunden expectativas por una relativa mejora de la producción en la segunda parte de mayo, por supuesto en comparación con el abismo de abril y por debajo de los primeros veinte días de marzo. Se verá la real dimensión y hasta dónde influye en la construcción de un escenario post pandemia.

Alberto Fernández repuso incluso los viajes a distintas provincias. Un objetivo doble: mostrar revitalización social y productiva en los distritos menos afectados o directamente ajenos al virus –según registros oficiales- y reforzar la relación con los gobernadores, sobre todo en función del armado interno del oficialismo. Llamativo: también este movimiento quedó en segundo plano. La imagen más potente fue la que lo retrató junto a Gildo Insfrán, con abrazos y descuidos sanitarios.

Hasta el otro gran renglón del temario oficial, la también extendida negociación por la deuda, aparece relegada por el coronavirus. El difícil equilibrio entre la Provincia y la Capital vuelve a dominar la escena, junto a los números referidos. Entre mañana y pasado, será punto central para el Presidente, seguramente con nueva ronda de ministros y cita con Kicillof y Rodríguez Larreta.

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