En los planes de cuarentena de Horacio Rodríguez Larreta no figura entrar en conflicto con la Casa Rosada. La relación entre Alberto Fernández y el jefe de la Ciudad, de mutua conveniencia, oscila entre la administración coordinada de la crisis sanitaria y los petardos que tiran hacia el Gobierno porteño desde el sector más combativo del Frente de Todos.
La respuesta más osada de Rodríguez Larreta a la Casa Rosada, enfocada en el Gobierno bonaerense, fue la defensa tibia que ensayó en la semana sobre María Eugenia Vidal, cuya gestión hospitalaria recibió múltiples críticas de Axel Kicillof en estos días.
Malacostumbrado a la abundancia, el jefe de Gobierno y sus colaboradores más cercanos son conscientes de que, a pesar de las presiones partidarias, no es momento de pelearse con el oficialismo.
Desde el inicio de la pandemia, Rodríguez Larreta definió que todas las decisiones serían consensuadas sí o sí con la Casa Rosada. El Presidente, entonces, empezó a mediar como árbitro en las últimas semanas entre las pretensiones de la Provincia y la Ciudad.
La posición del jefe de Gobierno quedó en ese sentido en la mira del ala más radical de la coalición opositora: en la semana, Patricia Bullrich y Rodríguez Larreta compartieron una charla virtual para tratar de mostrar unidad. Hasta los entornos de ambos dan cuenta de que la organización del encuentro vía Zoom se hizo para ahuyentar la discusión binaria entre duros y moderados. Ya habían almorzado un mes atrás para limar asperezas, en privado.
Pero las internas empezaron en los últimos días a aflorar en el seno del propio Gobierno porteño. El miércoles hubo un encendido debate en la reunión de gabinete por la decisión del fin de semana pasado de volver atrás con la reapertura de unos 10 mil comercios que bajaron la persiana al inicio de la cuarentena y que habían sido habilitados a partir del 12 de mayo.
La explicación fue la suba de contagios y la necesidad, según argumentaron, de no sobrecargar el transporte público del área metropolitana.
El radical José Luis Giusti, el ministro de Desarrollo Económico, fue el más disgustado con la marcha atrás: por su rol, es uno de los funcionarios que lidia, desde que comenzó la crisis, con los reclamos de los comerciantes y las cámaras que los aglutinan. Según un relevamiento del Colegio Profesional de Corredores Inmobiliarios de la Ciudad, la mitad de los comercios porteños no pudieron pagar el alquiler en mayo. Para colmo, la recaudación de mayo volvió a caer a la mitad, como en abril.
Giusti, sin embargo, no es el único contrariado. Por lo bajo empiezan a asomar voces disonantes. Según pudo saber este medio, hay funcionarios que en las recorridas por la Ciudad directamente aconsejan a algunos locales que levanten la persiana una vez que pasan los inspectores. Algunos de ellos reaccionaron así ante el llanto de los comerciantes que no saben cómo llegar a fin de mes.
La mesa chica de decisiones de la administración porteña, que recibe cada vez más críticas de pasillo, resolvió volver a restringir esos comercios en las zonas con mayor aglomeración de vecinos no solo por la cuestión sanitaria, y ante el crecimiento de contagios. También fue un gesto de distensión en medio de las negociaciones con Kicillof y Alberto Fernández en la densa reunión de hace dos miércoles, en Olivos, que terminó entrada la noche.
¿Cuál va a ser la definición del próximo fin de semana? ¿Rodríguez Larreta va a volver a endurecer el aislamiento ante la multiplicación de casos y la supuesta proximidad del pico de la curva de contagios? ¿Cómo va a resolver las tensiones internas?
“Todo es posible”, deslizan en el entorno del jefe de Gobierno, que está frente a una encerrona.
Las encuestas que encarga a diario arrojan una reacción similar a la respuesta social frente a la inseguridad. Los porteños quieren más seguridad y bufan con los cortes de calles, pero no les gusta la “represión” policial. Ahora están a favor de la cuarentena, pero creen que es hora de buscar una salida. Mientras tanto, la popularidad de Rodríguez Larreta, como la del jefe de Estado, vuela.
El jefe de Gobierno, según sus colaboradores, diferencia a Fernández del sector más crítico del Frente de Todos. Creen que, como él, el Presidente también hace equilibrio entre las tensiones internas. Los larretistas aportan en privado que el tiroteo del oficialismo hacia la Ciudad empezó con la acusación de Cristina Kirchner a Juan Bautista Mahiques, el jefe del Ministerio Público porteño.
Y siguió, en vísperas del último anuncio de extensión del aislamiento, con las sucesivas críticas de los intendentes del Gran Buenos Aires más fanáticos de la vicepresidenta que salieron a repudiar la habilitación de más actividades y alzaron la voz por el aumento de casos positivos de COVID-19 en la Ciudad.
No fue casual entonces, según las fuentes porteñas, que Alberto Fernández recibiera en su despacho de Olivos un viernes por la noche, una semana antes del anuncio de prórroga del confinamiento, a Rodríguez Larreta y Diego Santilli para mostrarles, foto oficial mediante, el nuevo kit de diagnóstico rápido desarrollado por científicos argentinos.
Un avezado ex funcionario del PJ que sigue de cerca la carrera del jefe de Gobierno en su objetivo hacia el 2023 define su situación actual con una metáfora automovilística. “Lo está haciendo bien. Va en el auto corriendo detrás de Alberto, bien pegado, como en las carreras, para que el de adelante le tape el viento. No tiene que pasarlo. Pero al final va a tener que correrse y hacerlo”, dice.
Frente a esa metáfora, la pregunta más formulada en los corrillos políticos es si Rodríguez Larreta tiene muñeca de corredor de alta competencia. Y si en boxes tiene un equipo a la altura del desafío.
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