Horacio Rodríguez Larreta salió de “Patricios”, el modernísimo edificio que es sede del Gobierno porteño desde mediados del 2015, se subió a su Ford Focus gris, colocó el celular en un dispositivo apropiado, y mientras se dirigía a su casa a comer con su familia, se conectó al Zoom que tenía acordado para esa hora.
Eran pasadas las 19, y el ex vicegobernador Daniel Salvador y el ex candidato a intendente en Avellaneda, Luis Otero, lo estaban esperando para conversar sobre “Gobernar en tiempos de cuarentena”. Al terminar, Otero -que hizo uso de sus habilidades periodísticas sacándole información de cuánto personal tiene afectado a la pandemia, cuánto se incrementó el presupuesto para el área de salud y desarrollo social, qué áreas había recortado- le preguntó: ¿qué tiene para decirle al vecino de la Ciudad de Buenos Aires?
“Quiero que los vecinos sepan que yo entiendo la angustia que tienen por la situación que estamos viviendo. Es una cuarentena que se ha hecho larga. Por un lado, hemos logrado que no haya una explosión de casos como hubo en Italia, en Nueva York, en Brasil mismo. Entiendo esa angustia, entiendo que todos tienen razón y estamos preocupados por la situación de los trabajos, de los comercios, de la vida de cada uno, pero también somos conscientes de que los contagios aumentaron. Lo antes posible, siempre cuando lo sanitario lo permita, vamos a ir abriendo actividades”, dijo el Jefe de Gobierno porteño.
Fue su módica diferenciación con el Presidente, el socio mayoritario en esta batalla que todos los que gobiernan están obligados a darla juntos, a pesar de que la misma estrategia sanitaria conjunta se va ajando, al ritmo de cada nueva extensión del aislamiento obligatorio. Se sabe, Alberto Fernández tuvo menos pulgas para responder una pregunta de similares características.
Larreta es un hábil no declarante. Creció en política esquivando los golpes del kirchnerismo puro y duro que había elegido a la gestión de Mauricio Macri como enemiga. Está convencido de que cualquier cosa que diga, aunque sea en off the record, podrá ser usada en su contra. Nunca se fue de boca y tiene un talento especial para evitar cualquier tipo de polémica. Agudo observador de las personalidades, detecta la manera de empatizar con quien tiene enfrente y acordar. Huye de las confrontaciones.
Esa capacidad política, más su trabajo incansable bajo un método estricto de medición y control, lo hizo imprescindible para Macri, a quien acompañó como su segundo hasta que entró a la Casa Rosada. Él decidió quedarse en la Ciudad, esperando ocho años por su hipotético lugar. Cuando el sueño reeleccionista se hizo trizas, solo la gestión de Horacio seguía en pie, transformándose en refugio para hombres -y alguna mujer- del PRO en busca de supervivencia.
Ni Macri, ni María Eugenia Vidal, ni Marcos Peña, tampoco Rogelio Frigerio, Emilio Monzó o Patricia Bullrich, por dar unos pocos nombres, tuvieron tiempo para procesar la derrota. Cuando volvían de un tiempo de descanso y un parate prudencial, se vino la pandemia. Otra vez el protagonismo cayó sobre Rodríguez Larreta.
Alberto Fernández nunca lo va a admitir. Pero pasó semanas fascinado con la precisión de sus informes. Allí donde el peronismo pone relato de Estado presente y enjundia afectiva, el Jefe de Gobierno porteño lleva un mapa con números, flechas, cuadros de barras, y un sinnúmero de herramientas de planificación, asuntos en general desconocidos entre quienes gestionan en nombre del Frente de Todos. Porque cuando Larreta decía que habían entrado 350.555 autos, en efecto, eran los que habían entrado. Y cuando aseguraba que había 85 camas con respiradores, era cierto: había 85 camas con respiradores. El peronismo sigue tan pregnado por las ensoñaciones que no puede hacer un cuadro con datos fidedignos de la pandemia para refrendar el discurso del Presidente.
Cuentan en La Cámpora que, por esos días, Máximo Kirchner empezó a recorrer los distritos del conurbano para conocer de primera mano cómo le mentían los intendentes con los recursos que decían que tenían y con los que podían llegar a atajar si les dieran esto y aquéllo. Aseguran que fue ahí que el único hijo de dos presidentes de la historia argentina se convenció de lo que dicen los antiperonistas: el peronismo no resolvió ninguno de los problemas de la pobreza y -por el contrario- contribuyó a la denigración de las peores condiciones de vida inimaginables. Axel Kicillof tardó semanas en entender dónde estaba parado. Finalmente, está formado en números.
El tiempo que necesitaron los jóvenes kirchneristas para organizar la lucha contra la pandemia en la provincia de Buenos Aires, que incluyó la incorporación de Andrés Larroque como ministro de Desarrollo de la Comunidad, pero -sobre todo- de espada política del inexperto gobernador Kicillof, es el que necesitó la oposición para comprender que si seguían en cuarentena, se transformarían en carteras. Y empezaron a hacer política con Zoom. En dos semanas, el panorama político se fue complejizando.
Porque en marzo, aún antes de ser formalizada como presidenta del PRO, Bullrich ya había empezado a escuchar a los desencantados de todo el país, críticos por el ninguneo al que fueron sometidos durante cuatro años de gestión, según escuchó una y otra vez, con un rictus resignado. También siguió en los debates públicos Miguel Ángel Pichetto, ex candidato a vicepresidente, y empezó a verse cada vez más a Alfredo Cornejo, el presidente de la UCR y ahora diputado que se volvió ultracrítico con el Gobierno nacional. Ahí se terminaba todo, pero en las últimas semanas la oposición parece que está saliendo del letargo en el que se cayó después de la derrota.
Vidal empezó a salir en varias reuniones a defender su gestión y a posicionarse ¿a escala nacional? Monzó hizo varios Zoom con intendentes de la provincia de Buenos Aires, para ayudarlos a pensar la gestión y recordarles que su intención es ser candidato a gobernador en el 2023. Frigerio pareció lanzar desde Córdoba, con el ex presidente de la Cámara de Diputados, una línea interna en Juntos por el Cambio. ¿Se candidatea a presidente? Bullrich se junta con Rodríguez Larreta, respectivamente los halcones y las palomas más activos de la oposición, para mostrar que están juntos. “Hay que cuidar a Horacio”, dijo la ex ministra.
Hay datos que empiezan a mirarse con nuevos ojos. No solo Rodríguez Larreta no tiene reelección. Tampoco Jorge Macri, Diego Valenzuela y Néstor Grindetti, tres intendencias del conurbano que el PRO deberá defender con recambio de figuras. De los tres, solo el intendente de Lanús viene construyendo un sucesor con altas probabilidades de heredarlo. En Mar del Plata, donde gobierna Guillermo Montenegro. ¿Qué pasará? La actual titular del ANSES, Fernanda Raverta, tiene la mira puesta en ese distrito, y con recursos excepcionales.
Dicen que el Jefe de Gobierno porteño descree de la capacidad de que el relato se apodere de la verdad en la Argentina. “No pasó ni con el peronismo en el 50, no va a pasar ahora tampoco”, tranquiliza a los que se quejan porque creen que desde el Gobierno se quiere instalar que CABA tiene los barrios populares más abandonados que en La Matanza. Y se refugia en la gestión, siguiendo con detalle cada movimiento que ve que está produciendo el peronismo en las zonas más pobres de la Ciudad, donde perdió con gran diferencia en Villa 31 y ganó con lo justo en las demás.
Nadie sabe cómo será la construcción electoral hacia el 2021. El desafío que tiene el PRO es salir de la organización endogámica que le permitió llegar al poder en el 2015 y que después le impidió ampliar su base de sustentación de un modo elástico, facilitando la incorporación de nuevos aliados. Antes, tienen que organizar un sistema de discusión y distribución del poder con la coalición. El vínculo con la UCR y la Coalición Cívica en un modelo horizontal no será nada sencillo.
En lo único en que están todos de acuerdo es que deben mantener la unidad de JxC para cualquier opción competitiva en 2021 y, más tarde, en 2023. Cristian Ritondo, jefe del bloque PRO en Diputados, resaltaba el otro día que la sesión especial para votar el fin de los superpoderes de Santiago Cafiero alcanzó el 116. “No logramos los 129, pero nos mostramos a nosotros mismos que seguimos unidos”, dijo.
Antes, todavía, Macri deberá decidir qué quiere hacer de su vida. Lo mismo que Marcos Peña, el poderoso ex jefe de Gabinete que pensó que estaría un año o dos fuera del país, y está obligado a una cuarentena en la casa que alquila en la zona del Pilar, buscando sintetizar una autocrítica, quizás para volver a colaborar en un nuevo armado, desde una posición que no lo tenga como protagonista.
Hace varias semanas, Peña y Rodríguez Larreta almorzaron en Patricios. A partir de entonces, el Jefe de Gobierno porteño recibe semanalmente un email con visiones, ideas y propuestas para salir de la encerrona en la que muchas veces se encuentra, entre su propio electorado y los gobiernos nacional y provincial. Dicen que la apertura que realizó hacia Bullrich y dirigentes de la UCR de todo el país surgió de ese laboratorio que Peña desplegó en tiempos de pandemia.
¿El 41% le perdonará a Peña haber sido el estratega de la elección que terminó en derrota?
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