La pandemia y la cuarentena obligaron a los gobernantes a trabajar unidos dejando los cuestionamientos políticos de lado y tratando, cada día, de limar las asperezas que siempre existen en el mundo de la política. Ese ejercicio, poco habitual en Argentina, le trajo buenos resultados al presidente Alberto Fernández en estos dos meses que los argentinos llevan cumpliendo el aislamiento obligatorio.
Ese vínculo aceitado que se logró construir entre los gobiernos empezó a deteriorarse con el paso de los días. Primero a nivel nacional, donde el propio Presidente abrió la grieta al disparar de repente contra Mauricio Macri y María Eugenia Vidal, y subir un escalón más luego de cuestionar a la “oposición que habla por Twitter”, haciendo referencia al ala dura de Juntos por el Cambio que no tienen responsabilidades en ninguna gestión. Luego, en los últimos diez días, con el contrapunto entre los gobiernos de CABA, Buenos Aires y los intendentes peronistas del conurbano.
Los reproches y acusaciones llegaron por parte de un grupo de intendentes oficialistas del sur del conurbano que se molestaron con la decisión del jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, de habilitar un paquete de actividades entre las que estaban las librerías, jugueterías, florerías, perfumerías, casas de decoración, de venta de materiales eléctricos, electrodomésticos, instrumentos musicales y bicicleterías, mueblerías y joyerías.
Los jefes comunales pusieron el grito en el cielo porque consideraron que esa apertura iba a generar un aumento significativo en el tránsito de personas en el AMBA, ya que cerca del 50% de las personas que trabajan en la Capital Federal viven en el conurbano. Empezó el intendente de Esteban Echeverría, Fernando Gray, siguió Mayra Mendoza, de Quilmes, y después se sumaron Mario Secco, jefe comunal de Ensenada, Jorge Ferraresi, de Avellaneda y Gustavo Menéndez, de Merlo. Los dardos siempre tuvieron un mismo sentido: el gobierno porteño.
El temor radica -aún está vigente- en dos temas centrales. El primero es que la Ciudad de Buenos Aires es el epicentro de la pandemia. Tiene cerca de mil casos más que la provincia. El segundo es el traslado en los diferentes medios de transporte. Muchas de las personas que viven en el conurbano utilizan dos o tres transportes diferentes para ir de sus casas al trabajo y viceversa. Entonces, podrían transportar el virus en un momento donde la ola de contagios no deja de crecer y ambos distritos parecen estar acercándose al famoso pico.
“Está claro que no es el momento de flexibilizar. Estamos en el pico. ¿Larreta va a internar en los hospitales de la Capital a los infectados del conurbano? ¿Se va a hacer cargo él?”, reflexionó con enojo uno de los intendentes que gobierna en una localidad cercana a la Capital. Otro jefe comunal del peronismo aseguró: “Hacemos un esfuerzo muy grande para que la gente cumpla con la cuarentena. Si las estaciones de trenes se llenan de gente en el momento que estamos llegando al pico de contagio, entonces va a ser difícil sobrellevar la situación”.
Los intendentes entendieron que Rodríguez Larreta actuó en soledad, sin coordinar con Kicillof, y que tomó una decisión que los afectará a ellos en unos pocos días. Ese es el argumento con el que sostuvieron la decisión de salir a criticar al jefe de Gobierno en redes sociales y medios de comunicación.
Lo extraño es que no canalizaron ese descontento a través del gobierno bonaerense, como lo venían haciendo durante la pandemia. Algunos aseguran que sí. Que le dijeron a Kicillof que estaban preocupados por esa decisión. En La Plata sostienen que no pueden ponerle un bozal a los intendentes. Hubo una descoordinación. Y ese teléfono descompuesto dio pie a que los jefes comunales salgan por las suyas a criticar a Rodríguez Larreta y así la tensión aflorara en el vínculo circunstancial que une a los dos distritos en el medio de la lucha contra el coronavirus.
A esa primera escalada de tensión le siguió un tuit del ministro de Salud bonaerense, Daniel Gollán, en el que afirmó que la ciudad de Buenos Aires es el principal foco de contagio de coronavirus en el país. Lo hizo al publicar un mapa del AMBA con el territorio porteño destacado y el siguiente mensaje: “Queda claro dónde está el mayor riesgo de irradiación”. Lo que dijo es una realidad, pero su expresión desarticuló la sintonía fina que había entre ambos gobiernos. No fue un buen gesto.
Más allá de estar de acuerdo con los intendentes y con lo que dijo Gollán, Kicillof no tiene intenciones de tensar la cuerda con Rodríguez Larreta. Trata de seguir el pragmatismo que Alberto Fernández aplicó en este tiempo de pandemia y cuarentena. Quizás por eso le pidió a su ministro de Salud que baje el tono de lo que había expresado en las redes sociales y descomprima la tensión acumulada durante el último fin de semana. Ese sí fue un buen gesto de voluntad política.
La respuesta desde el gobierno porteño siempre fue la misma. No hay intenciones de polemizar. Lo dijo el ministro de Salud, Fernán Quirós, y también el vicejefe de gobierno, Diego Santilli. Diferentes voces pero con un mismo mensaje. “No queremos confrontar. La clave es trabajar en equipo, sino puede ser un caos sanitario. Hoy manda lo sanitario, no lo político”, expresaron a Infobae desde el gobierno porteño.
La relación entre Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof se mantiene indemne. Hablan casi todos los días e intentan, bajo el manto protector del Presidente, llegar a puntos de acuerdo para gestionar la flexibilización de la cuarentena y las medidas en política sanitaria y de transporte. A ambos lados del mostrador advierten que la relación es buena. Hay diálogo, hay coordinación.
Los cuestionamientos de intendentes peronistas y funcionarios del gobierno bonaerense fueron un cortocircuito en una relación que, hasta el momento, más allá de que ambos dirigentes tienen diferentes estilos de hacer política y comunicar sus puntos de vistas, se mantiene aceitada.
Hubo dos hechos simbólicos que marcaron el camino que quiere seguir el Gobierno en la relación con el jefe porteño. El primero fue el sábado pasado, cuando el Presidente recibió a Rodríguez Larreta y Santilli en la Quinta de Olivos para mostrarles los nuevos test para detectar el COVID-19 que fueron creados por científicos argentinos. La foto circuló el mismo día en que se multiplicaron las críticas de los intendentes. Fue una señal de armonía en el medio de la danza de cuestionamientos.
El segundo hecho lo tuvo como protagonista a Máximo Kirchner. El presidente del bloque del Frente de Todos en la Cámara de Diputados cerró su discurso en la primera sesión virtual reconociendo la labor de Rodríguez Larreta y diciéndole: “Para aquellos que le dicen que tiene que abrir (la actividad económica) a lo que dé lugar, le decimos que cuenta con nosotros para aguantar esa presión y preservar lo que hay que preservar, que es la vida de la gente”. Otra muestra de que no había intención de levantar polvareda. Desde ese momento hasta este fin de semana las críticas de los intendentes desaparecieron. Fue el punto final.
Durante la última semana Felipe Miguel y Carlos Bianco, jefes de gabinete de ambos gobiernos, avanzaron en un plan de acción para controlar con mayor rigurosidad el transporte público, en especial el tren, donde por día, con las restricciones de actividades que están vigentes, viajan cerca de 150 mil personas. La preocupación de los dos gobiernos está puesta en el transporte público, porque es lo que puede hacer circular el virus con mayor velocidad y, en definitiva, generar un brote de contagios en ambos distritos.
Ese tema fue el central en la reunión del último miércoles que encabezó el Presidente y en la que estuvieron Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta. En esa cumbre también estuvo el ministro de Transporte, Mario Meoni, el hombre clave para articular el plan de acción en lo que respecta al transporte y evitar que no haya una explosión de contagios en el AMBA. Fue, además, un mensaje de armonía frente a los reproches cruzados.
En esa reunión se acordó avanzar con el control de contagios en los barrios vulnerables y comenzar con la instrumentación de un sistema ordenado en el transporte público que une la Capital Federal con el conurbano. También se dejó de hablar de flexibilización. El concepto que había despertado la polémica. No hay margen para abrir más las actividades.
Los números de contagios de los últimos días abonaron la teoría de Axel Kicillof y los intendentes sobre que no es el momento de flexibilizar las actividades, y dejaron a la luz que el pedido que hicieron es razonable. El jueves hubo 379 casos en la Ciudad de Buenos Aires y el viernes fueron 404. La curva sigue subiendo. Si hay más gente en la calle, también se multiplicará el peligro de contagios en los barrios vulnerables. Es un dominó. Si una pieza se cae las consecuencias son inmediatas sobre las otras piezas.
En el Ministerio de Transporte están trabajando para habilitar la tarjeta SUBE únicamente para quienes presten servicios esenciales y estén exceptuados dentro de la cuarentena. Además, la semana que viene empezará a utilizarse la aplicación Trenes en la Línea Mitre. El objetivo es que la gente reserve su lugar con anticipación y las formaciones no rebalsen. Medidas para contener la tasa de contagios y controlar que los que viajan no sean más que los que están habilitados.
La nueva aplicación podrá utilizarse, en principio, para los servicios de 6 a 10 de la mañana. El usuario ingresará con su DNI y su número de trámite. Elegirá la línea, las estaciones de origen y destino, la fecha y hora de viaje, y el sistema le devolverá los trenes disponibles. Luego obtendrá un código QR que deberá presentar antes del ingreso a molinetes. Si un tren está lleno, no aparecerá en el listado de disponibilidad.
El problema central es el transporte y el coronavirus en las villas. Las diferencias políticas parecen haber quedado de lado. Al menos, en los últimos días. Alberto Fernández está dispuesto a extender la cuarentena hasta el 8 de junio. La situación seguirá tal cual está ahora en el conurbano y la Ciudad de Buenos Aires. Falta resolver qué pasará con la salida de los menores los fines de semanas. El jefe de Gobierno porteño la implementó hace una semana y los resultados fueron positivos.
La intención del gobierno nacional es tratar de no retroceder en la flexibilización. Si es necesario, lo harán. Deben avanzar con pie de plomo. Lo saben Rodríguez Larreta, Kicillof y los intendentes. No es tiempo de chicanas ni de acusaciones cruzadas. La sincronización debe ser tan fina como la de un buen reloj.
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