Alejandro Grimson: “La pregunta sobre el futuro es si podremos construir una Argentina unida que conviva en las diferencias”

El antropólogo y asesor presidencial no ve que haya peligros de que se imponga una voz única. Hizo una convocatoria plural de intelectuales para pensar “El futuro después del COVID-19”. No viene del peronismo y asegura que está para “construir puentes”

El antropólogo Alejandro Grimson, asesor del presidente Alberto Fernández

Como otros intelectuales que no vienen del peronismo, Alejandro Grimson quiso entender de qué se trataba "el movimiento que no deja de conmover la vida política argentina”. Tanto que el año pasado publicó un libro, ¿Qué es el peronismo?, un trabajo que realizó bastante antes de que Alberto Fernández fuera ungido como candidato a presidente y presentó muy cerca de ese momento, en mayo del 2019. Su militancia tuvo que ver con una izquierda genérica, tirando a trostkista, aunque mucho no le gusta hablar de esa experiencia, si bien destaca los vínculos que tejió con las organizaciones sociales. El antropólogo llegó a quien hoy es Presidente a través de Cecilia Todesca, o sea, del Grupo Callao. No dudó cuando le ofrecieron ser parte del equipo de asesores y disfruta formar parte del grupo que “piensa ideas con Alberto, porque él es así, piensa en las discusiones con otros”. Hace dos semanas lanzó El futuro después del COVID-19, un libro con el aporte plural de intelectuales de distintas tradiciones. Aquí, el diálogo que tuvo con Infobae.

-Algo que me llamó la atención apenas vi el libro que compilaste, El futuro después del COVID-19, es la celeridad con la que lo encaraste. Un funcionario se puso a hacer hospitales modulares, otro a pedirle a las fábricas que se pongan a hacer barbijos, vos convocaste a pensar el futuro. Realmente notable. ¿Cómo fue tu proceso?

-Yo sabía una cosa, y la sigo sabiendo. Que cuando hay una crisis gigantesca, para todas las personas personas se hace muy difícil pensar el día a día, ni qué decir el futuro. Al mismo tiempo yo sé que las ideas del día a día son las que configuran el futuro. Si no tenés horizonte de futuro, si no tenés un norte o camino hacia algún destino, las cosas son más difíciles. Yo sabía que era fundamental tratar de abrir esos horizontes de cultura y política, y eso se llevaba muy bien con la pluralidad. Cuando abrís, cuando mostrás que hay un día después, se empieza a configurar un camino.

-¿Por qué sabías eso?

-Era uno de los directores de un proyecto que es el más grande que financia Alemania en ciencias sociales, con cuatro universidades alemanas, una mexicana, una Ecuador y nosotros. Es un proyecto sobre las crisis en América Latina en distintos momentos históricos. Yo había escrito y leído gran cantidad de materiales sobre eso. Además, tengamos en cuenta que un académico o un intelectual argentino es en alguna medida un especialista en crisis. Los médicos hay cosas que no saben, pero todos sabían cómo era el tema del contagio del COVID-19 respecto a otros tipos de virus. Sabían que el ritmo era más rápido, que la clave era el distanciamiento. En ciencias sociales hay un montón de cosas que no sabemos, pero hay otras que sí y muy bien: sabemos sobre las crisis, casi que es nuestro ámbito específico.

-¿De qué hablás cuando hablás de crisis?

-Crisis en un sentido que no alude a lo que creemos como crisis. Crisis en el sentido de momentos excepcionales. ¿Qué sabemos? Que se suspende la normalidad, se suspende el sentido común, lo que tenés incorporado como persona en el día a día. Lo que es obvio, de repente deja de serlo. El tsunami, el atentado a las torres gemelas, la crisis del 2002, la caída de Lehman Brothers, o esto. Pero cuando apareció la crisis en la cultura, lo que es obvio deja de serlo. Hay un estrés social, porque es difícil vivir el día a día. Ya es bastante complicado tu día a día, pero de pronto todo lo que tenés que hacer, estás obligado a reconfigurarlo. Y obviamente hay mucha mayor tensión personal y también colectiva.

-¿Qué enfoque hay que darle a esta visión de la crisis?

-Interdisciplinario. Crisis para un economista es igual a recesión. Son dos trimestres con decrecimiento del producto. Para los politólogos, hay crisis cuando hay un problema de representación, o de representantes en relación a sus representados. Para un sanitarista, hay crisis cuando se reproducen los contagios y el sistema de salud no puede contener a los enfermos. En la visión que te estoy dando se toma también la subjetividad. Los imaginarios importan más que encontrar los autores de la crisis. Desde la microsociología, desde el sentido común, lo que se interrumpe es la vida cotidiana, se rompe con la normalidad de la vida cotidiana.

-Esta visión que tenés, subjetivista digamos, ¿la comprende el peronismo tradicional y su teoría de amigo/enemigo?

-No te puedo dar una respuesta única. Primero porque yo vine para aportar lo que tengo en mi propia formación y no para diferenciarme. El peronismo tiene una historia de medio siglo con una configuración que viene del Estado y la política. En ese tiempo, la relación entre el estado y los intelectuales ha sido muy compleja. También pasó por momentos particulares graves, como en los períodos de represivos. En líneas generales, podría decirte que hay mayor porosidad en el siglo XXI, y en las últimas décadas, entre el mundo de las ideas y el mundo del estado. Yo creo que todavía hay mucho para aportar desde todas las disciplinas a la políticas y creo que es crucial tratar de construir puentes. Me gusta esa idea. Incluso entre la investigación científica más dura que tiene sus lenguajes y la política, porque yo no puedo pedirle a un político que lea cosas que están en un lenguaje alejado. Necesito traductores, para que las decisiones políticas se basen en la evidencia, en las líneas de investigaciones que encaran los científicos de los distintos saberes.

-Participaste en varias reuniones en Desarrollo Social, con el ministro Daniel Arroyo y los movimientos sociales. ¿Te interesa especialmente esa dinámica?

-Hay ministros y ministras con trayectoria de investigación en lo académico y los conozco más. También tengo una relación con los movimientos sociales que no es nueva. Ellos me conocen. A diferencia de alguien que tiene un conocimiento específico refinado, ellos saben hacer las cosa en el terreno. El conocimiento antropológico, histórico, sociológico es valioso, pero es de otro tipo. Lo que yo tengo es un stock de información que hay en el mundo de lo social. Y me gusta aportarlo allí donde sea necesario y si así lo cree, hasta con el mismo ministro. Estoy a disposición de un proyecto que implica tratar de construir un país más igualitario, más centrado en los seres humanos, más justo, más democrático. En lo que puedo, contribuyo. No hay mucho más.

-Hablás de construir puentes, pero ¿por qué no convocaste a pensadores de derecha o a pensadores liberales al libro El futuro después del COVID-19?

-Hay casi 20 autores y autoras que no pudieron llegar con los tiempos. Tenían 15 días para escribir siete páginas y, tenían otras cosas que hacer y no pudieron hacerlo. El libro es lo más plural que se hizo en la Argentina. Es cierto, podría haber más autores, en un punto es infinito. Seguramente podría haber logrado construir el mejor hospital, pero lo tuvimos que hacer rápido. A mí nunca me invitaron de otros gobiernos. Tampoco sé a quién votó tal o cual, nadie les preguntó. Hicimos el libro más plural que se hizo hasta ahora.

-Lo último, que es finalmente para lo que queríamos hablar contigo, que andás por Casa Rosada y la Residencia Presidencial y seguramente tenés más información que el resto de nosotros. ¿Cómo va a ser el futuro después del COVID-19 desde lo subjetivo, lo cultural?

-No hay futuro escrito, no hay un destino prefijado. Va a haber distintas narrativas que estarán en debate. La historia de los procesos productivos, desde el Antropoceno hasta la actualidad nos habla de un vínculo bastante tenso con la naturaleza y una responsabilidad al respecto. Creo que eso estará en el centro. Como también estará en el centro la responsabilidad de los Estados en la salud pública. Capitalismo financiero, obviamente, va a estar en la discusión de un modo expuesto, quizás como nunca lo estuvo. También hay un riesgo de estigmatización creciente. Todos sabemos cómo llegó la enfermedad a la Argentina, y ahí hay una estigmatización. Hoy tenés más contagios en barrios vulnerables, hay otro riesgo de estigmatización. Las estigmatizaciones de ida y de vuelta pueden ser complicados. La pregunta sobre el futuro es si podremos construir una argentina unida que conviva en las diferencias. ¿A qué se opone? A una Argentina totalmente dividida y a una Argentina uniforme. Pero Argentina no es uniforme, tiene diferencias.

-¿Ves un riesgo ahí? ¿Creés que Argentina puede caer en la voz única, en la unanimidad de voces?

-Para mí la Argentina, con todos sus problemas y vicisitudes, algo que logró es construir un proceso sólido de la democracia y respeto a los derechos humanos que sobrevive a cualquier contexto. Siempre hay posibilidad de que eso se revierta. Pero el juicio a las juntas militares plantea el inicio de una situación histórica que no es fácil de revertir para cualquiera que lo intente desde una posición autoritaria, ya que es algo que moldea más allá de las fuerzas políticas. Hay contextos sociales que marcan. Por otro lado, estoy convencido de que ningún líder político hace lo que quiere, sino que está tensionado por una historia y se mueve en ese espacio y en un contexto. Yo no parto de análisis personales o psicológicos. Lo que puedo asegurar, por otro lado y muy claramente, es que lo que yo conozco por caminar el pasillo de la Casa Rosada y otros ministerios es gente que siente la responsabilidad que lleva adelante y que es profundamente democrática.

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