Cristina Caamaño Iglesias Paiz ya se había jubilado cuando la llamó Alberto Fernández para ofrecerle la intervención de la AFI. Podría haberle dicho que no, pero “no soy de las personas que se niegan a un ofrecimiento presidencial”. Además, le gustó el desafío que –de todos modos– “por ahora solo será por seis meses”. Dedicada obsesivamente a lo que tiene entre manos, aun en medio de la pandemia, va todos los días a su oficina en la calle 25 de Mayo y en su equipo cuentan que hasta lo hizo varios fines de semana. Desde la central de inteligencia argentina, cruza todas las mañanas para llevarle a Santiago Cafiero, el jefe de Gabinete de Ministros, el informe de política nacional y exterior en materia de pandemia. No quiso anticipar si la AFI analiza cambios geopolíticos en la escena mundial después de la pandemia, pero adelantó que en pocos días más va a presentar un informe con los usos que les daban a los gastos reservados en la gestión anterior. Ayer habló con Infobae de la inédita decisión de transparentar su información reservada.
—¿De cuánto es el presupuesto actual de la Agencia Federal de Inteligencia?
—Como no hay presupuesto aprobado para el 2020, sigue siendo el de 2019, o sea, de 2.697 millones de pesos. Que, dada la inflación y la devaluación, es bastante menos en términos reales que el año anterior, por supuesto.
—En su discurso de asunción, el Presidente se comprometió a terminar con el secreto en materia presupuestaria en el caso de la AFI e incluso anticipó que se utilizaría una parte en el Plan de Lucha contra el Hambre. No es la primera vez que se promete algo semejante, pero es la primera vez que se hace. Me parece que eso es lo inédito.
—Sí, realmente lo es. Fue uno de los mandatos que tuve de su parte. El Presidente tomó una decisión política en ese sentido y la está llevando a cabo. Se trata de un total de 211 millones del presupuesto de la AFI que teníamos para gastos reservados, que eran 1.121 millones, que ahora se transparentan. Y se van a publicar en la página de presupuesto abierto del Ministerio de Hacienda, para que esté disponible para cualquiera que esté interesado.
—Pero antes destinó $88 millones que devolvió al Tesoro nacional para que puedan ser utilizados por el Ministerio de Salud.
—Sí, porque hubo ingresos que no teníamos previstos. Entre 2017 y 2019 la gestión anterior vendió seis propiedades, todo lo que pudieron vender. No pudieron vender este edificio (de la calle 25 de Mayo) porque queda frente a la Casa Rosada. Vendieron uno que estaba en Coronel Díaz y Juncal, otro en la calle Billinghurst, en fin. Esas propiedades fueron vendidas a 12 millones de dólares y por suerte no pudieron gastarlos. La Administración de Bienes del Estado (AABE) le remitió ese dinero a la AFI, se quedaron con una comisión del 30%, y quedaron 8 millones y medio. Yo no contaba con ese dinero en el presupuesto, así que pudimos hacer ese aporte y, lo demás, lo fuimos gastando en otras necesidades que teníamos.
—Habló de los mandatos que recibió de parte de Alberto Fernández. ¿Cuáles fueron los otros?
—Fueron tres. El primero, como dije, fue transparentar. Desde el comienzo la gestión estuvo signada en ese sentido. El segundo, que todo lo que me sobre vaya al presupuesto para colaborar en la estrategia contra COVID-19. El tercero es que tampoco me desfinancie, que la AFI cumpla con las tareas de inteligencia, tal como lo prevé la ley, y tener las reservas suficientes para cuando termine la pandemia, donde habrá que ver en qué situación queda el mundo. El mundo que viene será seguramente un mundo distinto, como dice el Presidente.
—¿Y cómo será ese mundo? ¿Qué es lo que está viendo?
—Bueno, nosotros tenemos una dirección de política exterior. Justamente una de las cosas que le llevo al jefe de Gabinete diariamente es un informe sobre situaciones nacionales e internacionales dentro del contexto de la pandemia. Tratamos de manejarnos de acuerdo a la situación estratégica de la Nación. Transmitimos lo que nos informan los delegados en el exterior y las precisiones sobre la imagen de la Argentina. Así como también nos pueden anticipar ingresos de elementos terroristas al país, algo que por la pandemia no es posible.
—En cuanto a la transparencia del presupuesto de la AFI, en un comienzo tuvo muchas críticas por la posibilidad de que se revelen los nombres de los agentes o corran peligro tareas que por su naturaleza son secretas.
—De ninguna manera revelamos los nombres de nadie. Está claro que es imposible. Transparentar es otra cosa. Cuando llegamos vimos que los agentes y el personal cobraban en efectivo. Se les daba en sobres, por ejemplo, 150 mil pesos. No sé cómo se hacía algo así. ¿Qué hacían con sus ingresos? ¿Lo ponían en un colchón? Yo pregunté en otras agencias de inteligencia y en todas se cobra en forma bancarizada. Con la pandemia, aprovechamos para resolver esa situación. Bancarizamos a los agentes de la AFI y van a empezar a cobrar con tarjeta de débito, como en todas partes del mundo.
—Una de las tareas que ya no realiza la AFI es asistir a la Justicia en sus investigaciones. ¿Es así?
—Así es, para terminar con la promiscuidad de la AFI en la Justicia, con gente de inteligencia, operadores judiciales, filtraciones. A través de un DNU, el Presidente modificó un artículo de la ley de inteligencia (artículo 4 inciso 1), que estipulaba la posibilidad de “realizar tareas represivas, poseer facultades compulsivas, cumplir funciones policiales o de investigación criminal”. Terminamos con eso; si encontramos un narcotraficante que ingresa a la Argentina, avisamos a los responsables de Seguridad. La inteligencia detecta, pero no actúa. Y trabajamos muy cercanos al Ministerio de Seguridad.
—¿Por qué hubo que intervenir la AFI? Normalmente la intervención es una decisión que se toma donde hay directorios, como en organismos como el PAMI, pero este no es el caso.
—La intervención me da ciertas facultades extraordinarias. Cambiamos la estructura de la agencia, por ejemplo. Antes había el “señor 5” y “señor 8”. Ahora el 8 no existe más. Le dimos forma, lo trabajamos con el Ministerio Público y ahora hay un director y tres secretarías de Estado. También pude modificar el régimen de fondos, partidas que reduje al mínimo indispensable. Podría hacer lo mismo, pero en mucho más tiempo. Así, arranqué con más facultades, evité el debate en el Congreso, la actuación de la Bicameral.
—Ya que menciona a la Comisión de Fiscalización de Organismos y Actividades de Inteligencia, ¿por qué siempre da la impresión de que no fiscaliza ni controla nada?
—Porque es verdad, nunca controló nada. Ahora sí está funcionando, claro que de manera virtual. Me presentaron cuatro escritos y estoy tratando de responderles en los próximos días. Tres ya los tengo para responder la semana próxima, el cuarto me va a llevar más tiempo. Creo que finalmente depende de distintas situaciones políticas. Ahora el Presidente tiene otra visión de la AFI y entonces también la Comisión tiene una actitud distinta, controlando como corresponde.
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