Estratega de los acuerdos entre Unión Europea-Mercosur, redactor junto a sus colegas socios regionales de la hoja de ruta para lograr que la unión de cuatro países alcance más y mejores acuerdos con las economías más poderosas del mundo, Jorge Faurie se encontraba tranquilamente haciendo la cuarentena obligatoria en su departamento de Santa Fe y Esmeralda, a una cuadra de la Cancillería, cuando se enteró de que la Argentina había decidido dar un mensaje claro a favor de patear el tablero y cuestionar la viabilidad del Mercosur. Dice que es grave lo que se anunció y que lo que busca el Gobierno es aprovechar la distracción de la opinión pública sobre la pandemia para imponer, a través de una política de hechos consumados, lo que ya tenía pensado: alejarse de Brasil para desplegar un Estado dirigista en materia económica, decidiendo discrecionalmente quiénes pueden exportar e importar. “Quieren poner IAPIs (el organismo de control de comercio exterior que creó Juan Perón en 1946) en todos lados”, aseguró. Director de Mercosur en tiempos de Carlos Saúl Menem, cuando el actual canciller, Felipe Solá, era secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca, Faurie prefiere no competir sobre quién de los dos es más peronista. “Seguramente él, que tuvo militancia de joven", comentó. Aquí, parte del diálogo con Infobae.
-Sorprendió la posición del Gobierno en la reunión de coordinadores nacionales del Mercosur que se hizo ayer por la tarde, explicitando de un modo inédito grandes diferencias con los socios. ¿Usted estaba al tanto? ¿La oposición estaba al tanto?
-No puedo hablar de la oposición en su conjunto. Yo estoy en la mesa de política exterior, pero no sé si a los líderes del bloque o a las autoridades partidarias los previnieron al respecto. Tengo la impresión de que no lo hicieron para nada. El actual oficialismo siempre reclamó porque no se les consultó lo suficiente cuando se fue avanzando en el acuerdo Unión Europea-Mercosur y me consta que (Horacio) Reyser explicó muchísimas veces hasta technicalities de las conversaciones.
Aquí estamos ante algo realmente serio, porque no estamos hablando solo retirarse de las negociaciones, sino de la misma viabilidad del Mercosur. La unión aduanera es la que convierte a nuestros países en un espacio regional, es lo que tenemos frente a un mundo que tiene más de 600 acuerdos comerciales. Decidir retirarse de las negociaciones es grave. Hoy el empresariado está pensando en la superviviencia de sus empresas, porque si no tiene actividad, no tiene ingresos, no puede ni pagar salarios. Los sindicalistas, por su lado, están preocupados porque esos salarios se cobren y que les funcione la obra social para los que necesitan los fondos que les tiene que girar el Estado. El problema del Mercosur parece ser un detalle menor, que no importa, se trata de una decisión abismal para el futuro de la Argentina.
Los nacionalismos están pasando por una etapa de exacerbación y todos volvemos a la idea de que es posible hacer desde la aguja hasta una Ferrrari, lo que es un verdadero delirio, porque no es posible volver a 50 años atrás. Pero si encerrarnos nos va a dificultar exportar nuestros productos, es inimaginable cerrarse al comercio con nuestros socios, adonde va el 40% de nuestras exportaciones.
-¿Diría que fue una decisión pensada o impulsiva?
-Forma parte de una visión que ellos tienen, donde la economía es totalmente administrado por el Estado. Es tener IAPIs (organismo creado por Juan Domingo Perón en su primera presidencia para centralizar el comercio exterior), por donde sea. Les gusta decidir a quién dejan exportar e importar, es una visión discrecional del manejo económico que tiene su tradición en la Argentina. Ya lo hemos vivido con Juan Duarte, José Ber Gelbard y, más cerca, con Guillermo Moreno. Negociar forma parte de otro idioma. Si ni siquiera se sentaron a hablar con Brasil.
Es un momento particularmente útil para tomar este tipo de medidas. No hablan con Brasil, Alberto Fernández no viajó siquiera a la asunción de Luis Lacalle Pou, donde existía la posibilidad de iniciar una etapa de negociaciones. Es una forma de dar un mensaje claro en contra de hacer al Mercosur un mecanismo de vinculación con el mundo. En la política argentina hay gente que piensa así, eso está claro, a favor de un Estado regulador. Si los operadores económicos lo aceptan, seguirán adelante, profundizando el camino, que es lo que de verdad piensan. Es lo que en teoría internacional se denomina como “política de hechos consumados”, una nación que aprovecha cualquier convulsión que se da en el mundo para ocupar una posición. Está todo el mundo distraído y avanzan. Ahora con el grupo que está gobernando es lo mismo.
-Jorge Neme, el secretario de Relaciones Económicas Internacionales, quien comunicó a los países socios la decisión, dijo que lo hacía porque “la pandemia generó condiciones nuevas en la escena que pronostican caídas muy fuertes en la economía internacional, lo que obviamente va a obligar a reordenar nuestra macroeconomía". ¿Ese escenario no es igual para todos los países, lo que incluye a los miembros del Mercosur?
-Claro. Lo mismo le está pasando a Paraguay, Uruguay y Brasil, los cuatro estamos afectados por igual. Si hay acuerdos que pueden beneficiar, por qué negarse. Nuestros vecinos quedarán con chance de mejorar su competitividad. Ante la misma situación, ellos apuestan a mejorar su competitividad y nosotros apostamos a cerrarnos. Mercosur es un trago amargo para quienes no tienen vocación de trabajo en un diálogo constante. Obliga a ponerse serios en el esfuerzo permanente de la diplomacia. Si no nos va bien con Corea del Sur, Canadá o Líbano, depende de la habilidad con los negociadores. El que se levanta pierde más. Hay que quedarse siempre en las mesas de negociación.
-La pregunta sería: ¿es posible una estrategia distinta? ¿Hay espacio para intentar alguna otra cosa?
-Nosotros solo nos ponemos de pie si producimos. Para el mercado interno, en parte, pero también para vender afuera. Necesitamos tener lugares donde vender. No veo cómo puede ser útil perder mercados. Tenemos que lograr más y mejor acuerdos comerciales, no menos.
-En este Gobierno escuché críticas muy fuertes al acuerdo entre UE-Mercosur basadas en que la industria está en contra, por ejemplo, en el área automotriz y autopartes. ¿Pero es así? ¿Estuvieron esas industrias en contra?
-La industria automotriz hizo sus propias negociaciones con las grandes terminales. Lo mismo hizo el sector autopartista. Se pusieron ellos de acuerdo para maximizar su rentabilidad y su producción. En muchos sectores hubo acuerdos. Y que obviamente pueden tener sectores de competición, pero también hay cláusulas de desequilibrio. Y, también Europa había propuesto un fondo de compensación que ya usan. Algo que en la Unión Europea llaman “fondos de cohesión”, a través de un coeficiente para todos ganen. Es algo que hay que negociarlo, ir midiendo cómo impacta. Pero, claro, hay que negociarlo.
-¿Hasta dónde siente que va el mundo, después de la pandemia?
-La pandemia va a traer alteraciones en el modo de vida y en el modo de producir. Los temas ambientales van a tener enorme valor, pero también vamos a revalorizar el sistema de salud, nacional y cooperativo. También el sistema educativo. El mundo va a tener enormes desafíos. Y, como después de las guerras, habrá una búsqueda de liberación, de consumir, de estar con amigos. Es algo que va a motorizar las economías. En ese momento Argentina tiene que estar alerta de hacia dónde va el mundo. Por lo menos no podemos estar desatentos. Porque hemos perdido relevancia y ya no somos de los grandes actores como hace un siglo. A veces parece que hacemos esfuerzos por ser cada vez más chicos.
-Usted es peronista. Felipe Solá es peronista. ¿A qué se deben la diferencias entre ambos?
-Mi militancia peronista es tangencial, porque formé parte de gobiernos peronistas. Felipe en cambio tuvo una militancia política juvenil que no discuto porque, además, no ando con un peronómetro. Siempre me resultó interesante de Perón que trató de interpretar el tiempo en el que vivía, e hizo el proceso de distribución que en otros países fue por procesos revolucionarios. Claro que hizo ese proceso de redistribución controlado por él mismo; otros países vecinos lo hicieron con mayor respeto a la democracia. Esa discrecionalidad generó su propia debilidad. Carlos Menem era peronista también, y buscó interpretar el mundo que vivía buscando generar financiamiento, poniéndose en consonancia con el mundo de los 90. En esos años, Solá era secretario de Agricultura de Menem y yo, apenas, director de Mercosur de la Cancillería. Fuimos integrantes de un mismo gobierno, aunque no necesariamente tuvimos las mismas lecturas.
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