Las cifras de la crisis por el coronavirus, como todo en la provincia de Buenos Aires, son monumentales. Y las demandas, también. La caída de la recaudación municipal en el Gran Buenos Aires oscilaría entre el 55 y el 60 por ciento, según el promedio que maneja la oposición. Un intendente peronista de un importante distrito del oeste del conurbano dice que en su distrito estaría por encima del 80 por ciento. En política, y a la hora de solicitar ayuda, suele exagerarse un poco, pero la situación es realmente grave y eso escuchó Axel Kicillof en una nueva ronda de contacto con jefes territoriales. El pedido tendrá eco en Olivos. Se habla de más de 4.000 millones de pesos para cubrir salarios y necesidades sanitarias y de seguridad.
La cifra sobre la brutal caída de ingresos por servicios y tasas municipales, que también sufren las provincias con sus propios impuestos (empezando por Ingresos Brutos), es un dato económico y también político, por el encadenamiento de auxilios. La Ciudad de Buenos Aires registraría una proyección de merma del 40 por ciento. Situaciones similares se viven en otros distritos que venían sin problemas, al menos graves, en sus cuentas. Traducido en compromisos del Gobierno nacional con los gobernadores: una promesa de 120.000 millones de pesos, en conjunto, con ATN y otros recursos o préstamos. Pero esa cifra, en cuotas, podría verse desbordada como reclamo.
El caso bonaerense es potente y significativo. De esa cifra nacional irían a la provincia unos 12.000 millones de pesos, pero ese número entraría en crisis si se extiende en el tiempo el reclamo de los intendentes. De entrada, argumentan no estar en condiciones de afrontar sin ayuda el pago de sueldos de abril a los empleados municipales. El gasto corriente los superaría largamente.
La experiencia indica, según advierten políticos con recorrido en la provincia, que los intendentes estarían haciendo sus cuentas únicamente en base a la caída de recaudación y a su proyección anual, pero sin contemplar recortes. Y tal vez “se cubran para arriba”, pero está claro que los pedidos y necesidades de esta época eran impensables antes de la pandemia. Ese cuadro, sin contar la asistencia en planes y alimentos, que crecieron verticalmente y constituyen prioridad en términos de contención social.
Está a la vista que la crisis de arrastre y el golpe demoledor del coronavirus en materia económica cambiaron también de hecho el juego de relaciones políticas en la Provincia. Obligaron a un trato más aceitado de Kicillof con los jefes comunales y, al mismo tiempo, facilitaron los puentes con Alberto Fernández y los contactos más informales, y también más frecuentes, con ministros nacionales de origen y vínculos bonaerenses.
Por supuesto, los movimientos no pasan inadvertidos para Cristina Fernández de Kirchner. Sus llamadas y diálogos con intendentes bonaerenses, y no sólo los kirchneristas duros, se multiplicaron. La ex presidente fue determinante en el armado del equipo de gobierno provincial, en la Legislatura y también en lo que se denomina construcción territorial en los distritos que no están en manos “amigas”.
Nada de eso quedó postergado totalmente, pero el cuadro cambió de manera sustancial. La generalización de problemas de caja y por consiguiente, la masividad de las demandas a La Plata y, de manera directa o indirecta, a Olivos desdibujó la posibilidad de tratos especiales o individuales en la lógica de ayuda y lealtades. Una realidad vertiginosa y a la vez contradictoria para el Presidente: vínculos fluidos pero al mismo tiempo algo despersonalizados por la generalización y el tipo de la demanda. Fondos para sostener la administración local, casi nada de obras o proyectos en particular.
Ni siquiera la pintura más compleja para la relación del Presidente con los jefes políticos del GBA podía sugerir los trazos de esta realidad. En todo caso, la idea de recrear la “radialidad” de Néstor Kirchner chocaba con el poder de CFK, que de entrada consideró como espacio político propio a la provincia de Buenos Aires.
Néstor Kirchner había tenido que lidiar con Eduardo Duhalde para avanzar sobre el PJ bonaerense. Terminó de quebrar esa resistencia dos años después de llegar a la presidencia: el símbolo fue el triunfo de CFK sobre Chiche Duhalde en la pelea por el Senado, y aquél triunfo le permitió avanzar además sobre la Legislatura bonaerense. Fue tejiendo después una fuerte relación con los intendentes peronistas, pero dejó de lado al PJ como estructura y a las ligas o líneas de jefes comunales. Trato personal, acuerdos mano a mano –ejecutados luego área por área, en particular Obras Públicas-, en lo que se afirmó como “relación radial”. También, con aliados por afuera del peronismo.
El tablero ahora es otro. Lo era de entrada por el vínculo de poder entre el Presidente y su vice. Y las especulaciones y pequeños gestos, facilitados por el frío inicial entre el gobernador y los intendentes, quedaron de golpe en segundo plano por la emergencia del coronavirus. Las necesidades son comunes a todos y urgentes: fondos, en efectivo. Difícil pensar en el molde de experiencias pasadas, difícil imaginar la política después de la pandemia.