“Goteo”. El término es de los más logrados que se escuchan en el circuito oficialista para resumir cómo imaginan el tránsito de aflojamiento del aislamiento social sin hablar de “flexibilización”, palabra que elude Alberto Fernández al punto de preferir la categoría “cuarentena administrada”. La calle muestra por momentos flexibilidad de hecho y en algunos barrios de grandes centros urbanos se imponen también en la práctica limitaciones colectivas antes que en cada casa. Pero el tema es cómo se sale de a poco formalmente y tratando de encender la economía. Eso exige ponerle la firma, no dejar correr. Y en esa línea apunta el tablero compartido para que muevan sus fichas gobernadores y sectores de la producción.
En definitiva, se advierte la búsqueda de un doble seguro para mantener la cuarentena en el tiempo –todo indica que el mes de abril se quedará corto- y contar con compromisos explícitos para abrir de a poco la puerta a la actividad económica. Parece en buena medida un reflejo del dilema forzado y que tuvo al Presidente entre sus principales impulsores: privilegiar la salud de todos –es decir, la vida- o atender la crisis económica, de arrastre y muy agravada por la pandemia. En rigor, se trata de dos cuestiones de Estado, pero no necesariamente contrapuestas. Conviven. Nadie, con sentido común y menos aún ético colocaría a la vida en segundo orden.
El punto parece ser otro. Asumir los cuidados y compromisos necesarios en la perspectiva de una inevitable prolongación de los tiempos y la incertidumbre en la larga batalla contra el coronavirus. En medios nacionales, de la Capital y finalmente de la provincia de Buenos Aires se viene hablando de un corrimiento del cálculo sobre el pico de contagios. Lo estarían anotando para fines de mayo. Sería, explican, una buena noticia en cuanto a los tiempos para mejorar la capacidad del sistema de salud. Y también, la perspectiva de una prueba social en continuado.
Visto así, resulta claro que el desafío no se agotaría en un par de semanas. Es un cuadro en que se anotan además aclaraciones de expertos sobre cierta precariedad de las proyecciones, con el agregado de inquietudes sobre los niveles de testeos y el manejo de información en cada distrito. El propio Presidente se encargó de matizar la satisfacción por la evolución estadística –control o achatamiento de la curva de casos- con aclaraciones sobre un indefectible pico. Un modo de transmitir primeros resultados considerados positivos sin alentar expectativas sobre un final rápido y menos aún abrupto del aislamiento.
Alberto Fernández cuidó especialmente que cada anuncio central sobre la cuarentena lo expusiera flanqueado por Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta, y acompañado por el conjunto de los gobernadores, en directo al principio y de modo virtual en las últimas entregas. Se trata de movimientos con distintos y convergentes sentidos políticos, con impacto en su reafirmación en el poder. Y en cuanto a la extensión de la cuarentena, reclamaría ahora desde Olivos compromisos individuales para encarar nuevas y cautas excepciones.
Hay señales significativas. Cerca del Presidente se afirma que los gobernadores se mostraron más firmes y cerrados que nadie en la idea de mantener y asegurar la cuarentena, sin abrir el juego a las presiones o pedidos de sectores empresariales y sindicales. En otras palabras, la posición “dura” habría sido más generalizada entre los jefes provinciales que entre algunos funcionarios.
Sin embargo, se habilitó una línea de trabajo directa a través de la Jefatura de Gabinete para recolectar y analizar pedidos de gobernadores para sumar algún renglón a la lista de actividades que puedan ser consideradas parte de la cuarentena administrada. También, más puntual, para estudiar casos de gradualismo en algunas localidades pequeñas, a encuadrar como aislamiento comunitario.
Dicen que no ha habido grandes o notorios pedidos. Por supuesto, los gobernadores, uno por uno, hacen llegar su preocupación por la situación económica local o regional y enfatizan sus necesidades presupuestarias, como consecuencia del achicamiento de la coparticipación, por caída potente de la recaudación nacional, sumado al descenso agudo en el cobro de los impuestos locales.
El mismo criterio de reclamar propuestas refrendadas por compromisos individuales, y a estudiar caso por caso, es planteado frente a los planteos de sectores de la producción golpeados por el freno o la parálisis de su actividad. Ayer mismo, el Presidente escuchó a representantes del gremio y de la cámara de la construcción. Deberán hablar con los gobernadores por obras puntuales. No son los únicos en situación crítica: las automotrices –y más todavía los autopartistas-, el sector petrolero, los metalúrgicos y el comercio, entre otros, suman a la lista de actividades muy golpeadas por la crisis.
En el Gobierno señalan que cada caso debe ser analizado en función de consideraciones sanitarias, geográficas y específicas de cada rubro productivo. Y, en base también a los protocolos que presenten, con compromiso compartido, cámaras empresariales y sindicatos.
En todos los casos –en primer lugar políticos, pero también sectoriales- corre la misma idea. Primero avales para encarar la cuarentena con consenso, ahora reclamos de compromisos individuales para habilitar “goteos”. Sistema de doble seguro o riesgos compartidos: visto así, no se trataría sólo de pedir a Olivos.