El Paraíso podría haber estado en las playas de El Ñuro. Pero no ahora, al menos en tiempos de coronavirus y para aquellos que encerrados en algunas de las pocas casas de este campsurf ya no pueden ver ni las tortugas verdes gigantes, ni los caballitos de mar. El lugar está despojado de presencia humana en el norte del Perú, sobre el Pacífico, como en el resto del país donde a las 16 horas hay toque de queda y las salidas se alternan un día para los hombres y otro para las mujeres.
Anabella tiene 33 años, es de Campana y trabaja en salud. Santiago, su novio, tiene 34 y le gusta el surf. El 6 de marzo llegaron a Perú y según su pasaje deberían haber regresado a la Argentina el 17. Alertados por las noticias sobre el COVID-19, el día 15 quisieron acercarse al aeropuerto y adelantar el viaje pero les informaron que ya no podrían salir. Son dos de los aproximadamente 150 argentinos que quedaron en el norte peruano. Están asustados y armaron una red para pedir auxilio y ayudarse entre todos. Nunca se vieron, no se conocen entre sí y se comunican a través de un grupo de whatsapp. La mayoría se encuentra en pueblos pequeños como Máncora, Punta Sal, Lobitos y Zorritos, todos sitios turísticos desde donde se conectan con su familia y leen noticias gracias a que tienen servicio de internet.
Anabella y su novio llevan 19 días de encierro en una casa que al menos tiene patio y jardín. A falta de agua potable cuidan al extremo el agua mineral que tienen que comprar. Algunos se quedaron sin agua y sin gas. A casi ninguno le queda efectivo. En el caso de Anabella y Santiago los alimentos se los provee el dueño del lugar que sale algunos día para abastecerlos. Luego le pagan a él con su tarjeta de crédito.
Con el correr de los días les ganó la angustia. En las dos semanas de aislamiento obligatorio se repiten vuelos en dos Hércules que realizan el trayecto desde El Palomar a Cusco y Arequipa en puentes aéreos organizados tras intensas negociaciones diplomáticas. El miércoles en un avión de Latam unos 150 peruanos fueron trasladados desde Buenos Aires a su país y en la misma nave volvió igual número de argentinos. Ellos están alejados y sin posibilidad por ahora de ser trasladados porque la circulación está prohibida.
Las noticias peruanas no son alentadoras. Las restricciones de circulación son estrictas, las fuerzas de seguridad tienen orden de aplicar todo su rigor y en las playas del norte sólo hay salas de atención médica para urgencias. Entre los argentinos varados hay varias personas que requieren medicación, una mujer adulta y un hombre también mayor con diabetes, una chica embarazada y una paciente oncológica. Varios toman medicación crónica como Anabella que tiene extirpada la glándula tiroidea y debe tomar levotiroxina en forma diaria. Ya se le acabó.
A los problemas de salud y las complicaciones económicas se sumó el miedo. En el chat hubo quien contó cómo un grupo de militares ingresó a su hostel para mandarlos a dormir y apagar las luces. Anabella empezó a buscar en las redes sociales periodistas, políticos y hasta un número que alguien le pasó y le dijo que era un contacto con Presidencia. Desde El Ñure le escribió también a esta periodista de Infobae. La palabra escrita denotaba la angustia de todos ellos. Desde el supuesto contacto de presidencia le respondieron pidiéndole datos y contándole sobre las gestiones que avanzaban en Cancillería.
El sábado por la mañana Anabella se asustó al enterarse de que una ley, la 31012, habilita a las fuerzas de seguridad para hacer cumplir por la fuerza la cuarentena y el toque de queda y envió un mensaje desesperado al número que creía de un asesor presidencial. Eran las diez de la mañana del sábado cuando advirtió que el contacto figuraba en línea y empezaba a escribir: “¿Te puedo llamar?”. Tras la respuesta afirmativa sonó la llamada por esa misma vía. En lugar de un asistente la sorprendió la voz del presidente Alberto Fernández, que le dijo que se quedara tranquila, que se estaban ocupando y que iban a sacarlos de allí. “No se olviden de nosotros” le rogó ella. “No”, le dijo él, “quedate tranquila que yo me ocupo”.
De tantas gestiones que Anabella había hecho on line, al Presidente ya le había llegado el alerta de los diputados del Frente de Todos, Nicolás Rodríguez Saá primero, que había conversado con gente de Cancillería y había hablado al consulado argentino en Perú, y de su amigo y diputado Eduardo Valdés después.
Un rato más tarde el celular de Anabella empezó a sonar. Primero recibió un mensaje de voz del Presidente en el que se lo nota un poco cansado: “Ya hablé con el consulado, necesito que me mandes el lugar exacto donde están, qué personas son, cuántos son, quién necesita medicamentos y los problemas que tienen. Pasame esos datos que me estoy ocupando”.
Luego la llamó el designado embajador Carlos ‘Chacho’ Alvarez que le contó sobre las gestiones que están haciendo con Cancillería y la embajada. Sin haber sido confirmado vía decreto (recién tiene el acuerdo del Senado) el ex Vicepresidente trabaja desde Buenos Aires en gestiones diplomáticas y políticas en conjunto con el canciller Felipe Solá. Además de tranquilizar a algunos argentinos varados en Perú y de enviarles información, puso en contacto a Anabella con una médica endocrinóloga. El detalle es cómo conoció a la médica: es la madre de otra argentina que estuvo varada en Perú y que regresó en estos días en uno de los puentes aéreos. Ahora también su mamá ofreció colaboración.
Desde El Ñure, Anabella habló con Infobae y contó cómo está, cómo se siente y cómo se sucedieron los hechos. “No sabés cuándo volvés y querés estar con tu familia, con tus seres queridos", se lamentó. Después se preocupó de transmitir las necesidades de cada uno de los compatriotas que le escriben en el grupo de nuevos ‘amigos’ que se identifican con los hashtag #varadosenperu #varadosenelnortedeperu #queremosvolveracasa
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