La efectividad de la cuarentena dispuesta por el presidente Alberto Fernández podrá comenzar a medirse a partir de la segunda semana de abril. Esto se explica por el comportamiento del virus, que luego de ingresar al organismo de las personas demora hasta 14 días en manifestarse.
Los 690 casos positivos conocidos hasta el momento contrajeron la enfermedad antes del período de aislamiento obligatorio. Todavía faltan algunos días para conocer la cantidad de infecciones producidas fehacientemente a partir del 20 de marzo y eso desvela al Gobierno, que debe tomar decisiones sobre un escenario aún incierto.
Lo que pretenden las autoridades sanitarias con las medidas restrictivas no es eliminar el virus porque saben que no pueden hacerlo. Apostar a ello sería gastar recursos infinitos en una tarea imposible. De hecho, lo más lógico es que de acá a unos años todos los habitantes de la Argentina terminen teniendo la enfermedad si no aparece antes una vacuna.
El objetivo del Ministerio de Salud es evitar un aceleramiento en la cantidad de casos positivos que termine devastando el sistema sanitario. La experiencia italiana permitió conocer los alcances trágicos de un colapso hospitalario y para que eso no suceda aquí es imprescindible aplanar la curva de contagios nuevos.
Curva de casos totales de contagios y muertes en la Argentina
La escala que hizo el virus en Europa después de hacer desastres en China y antes de aterrizar en Sudamérica le dio una pequeña ventaja en el calendario a la Argentina, que tuvo una ventana para prepararse para recibir a la pandemia.
Se alistaron hospitales, se adecuaron hoteles y clubes y se destinaron partidas especiales para adquirir respiradores e insumos médicos. Ayer, hubo una buena noticia: llegaron al país 31 mil reactivos para hacer los testeos. Gracias a ello, en los próximos días es muy probable que se modifique la definición de caso sospechoso, que hoy engloba exclusivamente a quienes tienen antecedentes de viaje, estuvieron en contacto con enfermos o están internados con problemas respiratorios graves.
Esta decisión habilitará a los médicos a testear a todos los pacientes que tengan algunos de los síntomas hasta hoy conocidos del Covid-19: fiebre, tos, dolor de garganta y dificultad respiratoria. También provocará un aumento de la cantidad de enfermos registrados porque hace ya varios días que el virus que comenzó a transitar localmente en distintos conglomerados urbanos.
Pese a todos los esfuerzos realizados, a esta altura hay muchas soluciones que ya no dependen de los recursos que se destinan. Es un momento en donde todos los países demandan los mismos insumos y la oferta es limitada.
El Presidente y las provincias coincidieron en aplicar una estrategia de supresión que se sostiene sobre tres ideas básicas: aislar a los enfermos para desacelerar la propagación de la infección, cuidar a los sectores de riesgo -especialmente los mayores de 70 años- y distanciar a la sociedad.
“La curva de infectados va a continuar creciendo y eso no nos tiene que confundir en nuestro objetivo, que es disminuir la ola para entrar en una fase más lineal gracias a los efectos de la cuarentena”, explican los especialistas en Salud que tienen acceso a la mesa chica donde se definen políticas públicas sobre la cuestión.
Esta semana, Infobae reveló que sólo en la Ciudad de Buenos Aires esperan más de 10 mil contagiados en los últimos días de abril. En el peor día de la pandemia habrá 1800 casos nuevos y el sistema hospitalario porteño se prepara para asistir a 2500 personas a la vez en hoteles, salas generales y camas de terapia intensiva.
En el Conurbano también se preparan para meses difíciles aunque entienden que la situación sanitaria y económica es muy frágil, principalmente en el segundo y en el tercer cordón. De ahí las declaraciones del gobernador Axel Kicillof, que se diferenció del discurso oficialista y pidió dejar de perseguir a quienes no cumplen con la cuarentena. Sabe que hay muchas zonas donde es mejor que los chicos estén en las calles y no hacinados en sus hogares precarios.
Ante ese panorama, hay una pregunta lógica de dificilísima respuesta que se impone en los gobiernos y en los circuitos de poder: ¿Cuál es la fecha adecuada para soltar la curva? O en otros términos: ¿A partir de qué momento serán más dañinas las consecuencias sociales del parate económico que las de la crisis sanitaria?
Por lo pronto, hay equipos que trabajan en nuevas medidas para proteger los adultos mayores una vez que se termine la cuarentena. Hay una coincidencia generalizada en aplicar restricciones para este sector aun cuando termine el aislamiento social obligatorio. La explicación es sencilla: son las víctimas predilectas del virus tanto por su edad como por sus cormobilidades.
Independientemente de la fecha final de la cuarentena, cuya salida será transitoria y escalonada, hay otras variables que analizan las autoridades y lo explican así: “Nosotros venimos describiendo lo que va a suceder con la curva de la enfermedad viral, pero detrás de ella hay un conjunto de curvas de las siete plagas de Egipto”.
“La primera es la de las enfermedades de salud mental, la segunda es la deterioro económico y la tercera es la del daño en la malla social”, describen.
De los alcances de esas gráficas dependerá en gran medida el nuevo orden global. Ya nada volverá a ser igual a como lo era antes. Parece exagerado, pero los especialistas empezaron a involucrar este concepto en sus trabajos. Las condiciones de vida, los vínculos entre las personas, las miradas, la cultura, el comportamiento de las sociedades, las enfermedades, los sistemas, los gobiernos y la política van a ser diferentes y ese es el gran legado que dejará el coronavirus.