El 24 de marzo de 2004, a 28 años del golpe de Estado y con dos décadas de democracia restaurada, Néstor Kirchner fue al Colegio Militar y ordenó bajar el cuadro con el retrato del dictador Jorge Videla. Fue un acto fuerte, que buscaba colocar esa marca para su ciclo político y reabrir las puertas a enjuiciamientos que habían sido clausuradas por las leyes del perdón y los indultos. Fue también un renglón destacado en la construcción de poder presidencial y de su propio relato: recién entonces su andar político y el de Cristina Fernández de Kirchner se cruzaban con el largo camino de la lucha por los derechos humanos.
Esa imagen ocupa el centro del breve video que Alberto Fernández expuso en Twitter como parte del repudio colectivo al golpe del 76. Ratifica también la consigna central que año a año expresa el reclamo y la esencia del ejercicio de recordar: Memoria, Verdad y Justicia. Esta vez, sin actos masivos, por el aislamiento social para frenar el coronavirus. El video, de casi dos minutos, muestra marchas multitudinarias, agrega una sucesión siempre dura de carteles con fotos de desaparecidos e intercala testimonios explicando uno por uno los tres ejes de la consigna. El “Nunca más” es la otra síntesis. Y el final cierra a tono con esta época: “Argentina unida”.
Sin embargo, la única filmación de archivo con protagonista político que incluye el video es la de aquel marzo de 2004. Kirchner saluda en la planta baja del Colegio Militar, sube al primer piso junto a su ministro de Defensa, José Pampuro, y le ordena al general Roberto Bendini bajar el cuadro de Videla. También, menos recordado, el de Reynaldo Bignone, el último de los dictadores.
Es un dato histórico, sobre el que puede aún especularse porque la historia política reciente tiene demasiados capítulos por saldar. Néstor Kirchner y CFK pegaron un enorme salto desde su lejanía inicial con el tema hasta convertirlo en un nervio de su etapa. Pero, aún en medio de polémicas hay datos ciertos, y uno de ellos es colectivo: la dura y extensa lucha por los derechos humanos, iniciada realmente por pocos en plena dictadura, no puede resumirse en una sola imagen. Son muchos y muy decisivos cada uno de sus capítulos, y sus muchos autores.
Por supuesto, tampoco es una absoluta novedad la parcialización de esa historia. En la etapa de Néstor Kirchner y sobre todo con CFK fueron notorios los gestos en esa dirección, desde la increíble intervención sobre el “Nunca Más” hasta el “corto” proyectado sobre el frente del Cabildo en la celebración del Bicentenario. Una verdadera reescritura de la historia, ajustada al poder de entonces.
También por supuesto, se trata de un tema sensible para analizarlo hoy como período histórico. Un camino con avances únicos, que aún cuesta medir en su real dimensión, y retrocesos parciales, penosos, como las leyes de perdón y los indultos. Nadie puede adjudicarse todos los momentos irrepetibles ni negar sus momentos de sombra, pero resulta claro que mucho había ocurrido antes de aquel 24 de marzo a casi treinta años del golpe de Estado.
¿Cómo dejar de lado el impulso inicial a las investigaciones y procesos judiciales con Raúl Alfonsín, intachables a pesar de los retrocesos posteriores y los avances más cercanos en el tiempo? ¿Y el trabajo de la Conadep? ¿Y los juicios a las Juntas Militares? Quedan enormes debates por dar, tal vez con el paso de los años, pero buena parte de la Historia quedó a la luz a partir de aquellos primeros pasos, cuando la vuelta a la democracia combinaba esperanzas con muchos y angustiantes interrogantes sobre su futuro.
Lo dicho: la fragmentación interesada de la historia es siempre una tentación política. Pero esta vez, añade cierta sorpresa porque el Presidente dio un giro significativo frente a la crisis de la pandemia del coronavirus. Alberto Fernández ha generado una sucesión de gestos de “unidad nacional” para atender los desafíos sanitarios, económicos y sociales que provocan la propagación del virus y las medidas para bajar riesgos y aplanar la curva de su expansión.
Antes, por ejemplo en la apertura del ciclo legislativo ahora en suspenso –y con compromiso de funcionamiento si el Gobierno demanda leyes urgentes-, el Presidente había dado algunas pinceladas, con un par de menciones a Alfonsín y alguna otra a Perón.
La cotidiana relación con Horacio Rodríguez Larreta, y por supuesto con Axel Kicillof –las dos cabezas del área más preocupante-, además de las imágenes con gobernadores de todas las fuerzas políticas tienen, naturalmente, un sentido práctico. Pero asoman además como una instancia de posible afirmación de poder propio, con lectura también o especialmente interna.
Esa hipótesis, como cualquier otra en esta época, es desarrollada en un tablero incierto. Con todo, más allá del resultado a futuro, el sentido importa: algo así como la antigrieta, entendida como marca de ciclo y como construcción de poder. Tal vez por eso resulta llamativo el video por el 24 de marzo. Difícil combinar futuro de amplitud política y lectura sectaria de la historia.