Alberto Fernández se va a dormir y se levanta con una sola pregunta: qué hará cuando el coronavirus alcance su pico en la Argentina. Calcula que será entre mediados de abril y mayo, y está horas diseñando y ejecutando un plan que permita derrotar al enemigo invisible. El Presidente fatiga su celular todo el día, da instrucciones por WhatsApp y exprime a su gabinete nacional, que opera en la Casa Rosada, en los ministerios y en Olivos.
El Jefe de Estado también presta atención a la consecuencias económicas de la pandemia y decidió convocar a una reunión de trabajo en Olivos para analizar un nuevo paquete de medidas destinadas a mantener el ritmo de producción y la capacidad adquisitiva del salario, que sufrirán una fuerte baja como consecuencia del coronavirus.
El gabinete económico y social deliberará hoy en la quinta presidencial y su objetivo es analizar una iniciativa vinculada a los precios de los alquileres y los probables desalojos y aprobar un proyecto de Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) referido a la suspensión de los cortes de los servicios públicos -luz y gas- por falta de pago.
La reunión será por la mañana y participarán Santiago Cafiero, Martín Guzmán, Matías Kulfas y Daniel Arroyo, entre otros ministros, además de Alberto Fernández.
“Tenemos que prestarle atención a la economía, hay sectores que la van a pasar muy mal”, comentó Alberto Fernández a dos secretarios del gobierno que conoce desde el siglo pasado.
-¿Qué sectores? -le preguntaron al Jefe de Estado.
-El turismo, el espectáculo, el fútbol, los hoteles, la gastronomía. Esos sectores van a sufrir, y hay que dar una mano.
-¿Piensa aumentar la ayuda económica que ya dispuso al comienzo de la cuarentena para los que llegaban de viaje? -quiso saber un asesor que vive al lado de Alberto Fernández.
-Todavía no lo decidí. Pero vamos a poner toda la plata que haga falta para salvar a todos. Aquí jugamos en equipo, y ayudamos a los más necesitados. Aunque me suba el déficit fiscal. Se trata de la salud pública.
Antes de iniciar la jornada oficial, temprano en la mañana, Alberto Fernández sale a caminar por el parque de Olivos. Ayer lo acompañó su amigo personal y secretario de Comunicación y Prensa, Juan Pablo Biondi, que no para de contestar las consultas periodísticas en su chat personal. Durante la charla distendida, el presidente comentó a Biondi que estaba muy contento por la respuesta política de la oposición ante la decisión de establecer la cuarentena obligatoria y reveló que no esperaba que Mauricio Macri llamara para comentar los efectos sociales y económicos de la pandemia.
El Presidente agradeció el gesto de su antecesor, pero cuando la comunicación terminó, volvió a ratificar que tienen una mirada diferente sobre la política, el poder y el sentido de la gestión pública.
Cuando la caminata junto a Biondi terminó, y ya estaba vestido de traje para recibir a la cúpula de las Fuerzas Armadas, Alberto Fernández retomó su principal preocupación cotidiana: aplanar la curva de la pandemia y evitar que Argentina se asome a la tragedia que protagonizan España e Italia.
“Estamos aumentando la producción de respiradores, es formidable como está respondiendo la oposición y vamos a hacer los necesario para evitar que la pandemia destroce la economía. Pero en este momento, necesitamos más que nada la conciencia social, y que todos entendamos que hay que aplanar la curva del contagio. Y eso sucede si todos nos quedamos en casa y no circulamos. Hoy necesitamos eso: respetar la cuarentena y evitar el contacto social”, explicó Alberto Fernández sentado en su sillón preferido.
El Presidente bosquejo su estrategia frente al coronavirus a través de ensayos científicos que recibió, mensajes de texto que contestó y cierta información que se posteó en Twitter. Esa información, más su lógica cartesiana aprendida en la Facultad de Derecho, determinó que Alberto Fernández ordenara anteayer la cuarentena obligatoria y que continuara con su atención cuasi perpetua en las redes sociales.
El viernes a la tarde, cuando ya había concluido la visita de la cúpula de las Fuerzas Armadas y la Conferencia Episcopal, se dedicó a recomendar un tuit posteado por un oficial del Ejército Argentino. Ese mensaje en la red social sostenía su concepto de coronavirus como enemigo invisible y ratificaba su táctica de exigir que se evitaran los contactos sociales para atenuar los posibles contagios en los espacios públicos.
El plan presidencial frente al probable pico de la pandemia consiste en multiplicar la producción de respiradores, aumentar el número de Unidades de Terapia Intensiva (UTE) y bloquear los contagios masivos obligando a la cuarentena total y controlando los ingresos de los argentinos que están llegando del exterior.
“En Brasil no hay cierre de fronteras, en Foz de Iguazú se espera que crucen más de mil argentinos. Y también tenemos los aviones que están llegando desde el exterior. Eso lo tenemos que manejar para que la cuarentena funcione”, aseguró Alberto Fernández en Olivos.
-¿Y hay capacidad estatal para controlar todo? -le preguntaron al Presidente.
-Sí. Estamos preparados. Podemos controlar esa situación, aunque sea muy compleja -respondió Alberto Fernández.
Con el control del ingreso de los argentinos encauzado, el Presidente busca un número creciente de respiradores para evitar en la Argentina lo que sucedió en Italia: El Triaje Médico. Se trata de un método que se utiliza en los conflictos bélicos para decidir a qué herido se atiende primero. Durante la Guerra de Vietnam, por ejemplo, los médicos norteamericanos tenían un orden de prelación ya fijado: la prioridad eran los soldados que habían llegado desde Estados Unidos, después las tropas de Vietnam del Sur, y por último, los soldados del Vietcong. Y si se morían, eran las reglas de juego.
En Italia, acosada por la pandemia y la tragedia sin fin, los médicos deben decidir a quiénes salvan. No hay respiradores para todos -a diferencia de Alemania-, y siempre pagan los mayores de edad.
Alberto Fernández desea evitar El Triaje Médico: en pocos días frenó la exportación de 400 respiradores y aguarda que la industria local fabrique más de una docena por semana. Este ritmo de trabajo, más los respiradores que se incautaron antes de cruzar las fronteras, permiten tener ciertas expectativas ante el pico de la pandemia en la Argentina.
“Podemos llegar a 1.200 respiradores hacia mediados de abril. Ese es un número importante para pelearle al virus en su probable pico. Y ya tenemos muchas camas de los sindicatos, que están jugando muy bien. Por ejemplo, Hugo Moyano puso a disposición el Sanatorio Antártida”, reconoció el presidente.
La pesadilla personal de Alberto Fernández es que la curva de la pandemia no se aplane y que el sistema de salud no absorba a la cantidad de contagiados que lleguen desesperados a los hospitales públicos y privados. El Presidente no puede contestar si prorrogará -o no- la cuarentena obligatoria, y menos todavía qué amplitud tendrá la curva cuando ya se asuma que llegó a su pico.
“No sé si prorrogo la cuarentena. Esta es una historia que se escribe en tiempo real. Y yo voy tomando las decisiones a medida que se presentan los acontecimientos. Sé que no debe haber circulación en los espacios públicos, e hicimos todo para garantizar el abastecimiento y la respuesta del sistema de salud pública. El resto, es minuto a minuto”, comentó Alberto Fernández mientras aguardaba que llegará Martín Guzmán, que a esa hora explicaba los márgenes de la sustentabilidad de la deuda externa.
El Presidente y su ministro de Economía tenían acordada una llamada a Washington para agradecer a Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), su respaldo a la estrategia argentina frente a la compleja negociación de la deuda externa. El informe del FMI se ajusta a la mirada de Alberto Fernández y puede convertirse en un eventual instrumento institucional disuasorio ante las resistencias que podrían presentar los fondos de inversión.
“Empezó a llover y tenemos un paraguas. No sé si habrá tormenta, o si el paraguas me va a alcanzar. Veo las cifras de Chile y Brasil, y creo que estamos haciendo bien las cosas. Hay que ser cautos: el pico de la pandemia llegaría a mediados de abril. Por ahora, estamos resistiendo bien”, concluyó Alberto Fernández.
Debía iniciar su enésima reunión de su primer día de cuarentena obligatoria frente a la pandemia del coronavirus. Ya caía el sol en la quinta presidencial.
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