
Alberto Fernández quiso esperar a Axel Kicillof antes de hablarle a la ciudadanía este jueves por la noche. El gobernador bonaerense no había participado personalmente de la reunión del Presidente con todos los mandatarios porque prefirió no suspender su prioridad más urgente, cómo garantizar el aislamiento social en las barriadas populares del conurbano, que iba a conversar con los intendentes.
Pero el Presidente no arrancó hasta que llegó desde La Plata en el helicóptero de la gobernación para presentarse ante la opinión pública con esa foto de la unidad nacional que imaginó unas pocas horas antes, para garantizar la más absoluta legitimidad a una medida inédita.
Fernández eligió aparecer rodeado de Kicillof; del jefe de Gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta; del gobernador de Santa Fe, Omar Perotti y del gobernador de Jujuy, Gerardo Morales. Se podría decir que buscó exhibir un perfecto equilibrio político, respaldado por dos peronistas que forman parte del oficialismo pero que no son lo mismo (el kirchnerista y el más tradicional) y dos opositores que integran la misma coalición pero son distintos (el del PRO y de la UCR).
Puede parecer una casualidad, pero no lo es. Pensó y conversó con sus principales asesores para calibrar exactamente con esa imagen que buscaba. El se puso en el centro y los cuatro gobernadores se colocaron exactamente a un metro entre sí, cada uno, dando muestras también de la importancia de la distancia social.
En lo que se conoce como su despacho del área de “Jefatura" estuvo reunido con su jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, su secretario de la Presidencia, Julio Vitobello, su secretaria Legal y Técnica, Vilma Ibarra, su jefe de Asesores, Juan Manuel Olmos y su secretario de Prensa y Comunicación, Juan Pablo Biondi.

Dentro de ese edificio, mientras tanto, esperaban varios gobernadores, que no sabían exactamente cuál sería la puesta en escena que el Presidente terminaría decidiendo. Sabían que estaban esperando y, poco tiempo después, se dieron cuenta que se trataba del gobernador de la provincia de Buenos Aires, clave para dar el mensaje a las huestes kirchneristas de que ese es el camino, y hay que respaldarlo.
Más temprano, a partir de las 16, conscientes de que estaban viviendo un momento histórico en sus vidas políticas, cada mandatario provincial ingresó puntual a la Residencia de Olivos por la puerta que da sobre la calle Villate. La primera en llegar fue la gobernadora Arabela Carreras, de Río Negro. A partir de entonces, uno a uno fueron llegando en sus autos con chofer, en general aceptando bajar la ventanilla para que los fotógrafos que pujaban por hacer su trabajo sin romper las reglas de distancia social pudieran fotografiarlos ese momento.
Estuvieron todos. Los más cercanos al Presidente, como Omar Perotti (Santa Fe), Gustavo Bordet (Entre Ríos,) Sergio Uñac (San Juan), Juan Manzur (Tucumán), los que tienen una relación más o menos tensa con él. como Juan Schiaretti (Córdoba), Gildo Insfrán (Formosa), Jorge Capitanich (Chaco), los que lo están conociendo, como Oscar Herrera Ahuad (Misiones), Mariano Arcioni (Chubut), los que pertenecen a partidos opositores, como Gerardo Morales (Jujuy), Gustavo Valdés (Corrientes) y Omar Gutiérrez (Neuquén).

Algunos otros, como el caso de Rodolfo Suárez (Mendoza), que impuso una medida de cuarentena obligatoria de dos semanas para el que quiera volver a ingresar a la provincia, y Raúl Jalil (Catamarca), que viajó a una feria de minería que se hizo en Toronto junto a varios funcionarios, uno de los cuales se contagió de coronavirus, decidieron estar presentes por videoconferencia.
El recurso tecnológico también lo utilizó Kicillof, especialmente preocupados por las dificultades que tendrán los habitantes de las barriadas populares para llevar adelante la cuarentena obligatoria, ya que se trata de una población con altas dificultades para acceder al agua potable y con pocos recursos para la compra de elementos de higiene como la lavandina y el jabón, sumado al crónico problema de la mala alimentación. De Santa Cruz no vino Alicia Kirchner, sino su vicegobernador.
Antes de arrancar la reunión, que se hizo en el gran quincho presidencial, se le tomó la fiebre a cada uno de los gobernadores. Los funcionarios ya habían participado de ese trámite que es clave para cuidar la salud del Presidente y del Gobierno. Adentro, solo les dio un vaso de agua a cada uno.

El encuentro había sido anticipado por un informe preocupante que entregó el Ministerio de Salud a los mandatarios provinciales, que brindó un duro panorama de la evolución que seguirá el COVID-19 y la estrategia que está desarrollando la autoridad sanitaria para evitar que colapse el sistema.
Los gobernadores lo llenaron de preguntas a Fernández y su equipo. Pero -sobre todo- le expresaron su respaldo para tomar la medida más drástica que jamás se implementó en este país, cuando llegó el momento menos pensado: el día en que el Presidente anunció que había que parar la Argentina (y vaya a saber hasta cuándo).
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