Alberto Fernández promediaba la conferencia de prensa cuando Ginés González García, sentado solo en la primera fila, estornudó con ganas, se cubrió la boca con el pliegue del codo y Axel Kicillof, ubicado a la izquierda del Presidente, sonrió cómplice.
El ministro de Salud y el gobernador bonaerense habían sido de los primeros en llegar a la quinta presidencial, a media tarde, a la reunión del comité de crisis convocada por el Presidente para discutir las medidas anunciadas esta noche por el Gobierno para tratar de controlar el avance del coronavirus en el país. A todos, sin excepción -ministros, secretarios de Estado, asesores y especialistas en infectología, que llegaron juntos en una camioneta del Ministerio de Salud-, se les tomó la temperatura antes de entrar al quincho de Olivos.
Un rato antes de la reunión, González García había convocado en su oficina al ministro de Educación, Nicolás Trotta, y al de Salud de la Ciudad, Fernan Quirós, para definir una postura común sobre el cierre de los establecimientos educativos que al final anunció el jefe de Estado junto a Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta.
González García, Trotta y Quirós -que convenció al jefe de Gobierno de llegar a Olivos con una postura inflexible respecto al aislamiento social- coincidieron en la necesidad de suspender las clases, tal como había adelantado ayer este medio en exclusiva.
Con esa coincidencia entraron a Olivos. El ministro de Salud primero. Trotta detrás de él. Y Rodríguez Larreta y Quirós unos minutos después, en el mismo automóvil. Kicillof ya esperaba adentro de la quinta con el Presidente, el ministro Martín Guzmán -a cargo del estudio del impacto económico local de la pandemia y las medidas adoptadas-, Santiago Cafiero, Eduardo “Wado” de Pedro, Gustavo Béliz, Juan Pablo Biondi -a cargo de la comunicación oficial- y una veintena de colaboradores y funcionarios de alto rango.
Fernández, el gobernador de Buenos Aires, el jefe de Gobierno porteño y los funcionarios bonaerenses, de la Ciudad y nacionales escucharon con atención el consejo de los especialistas, que en su mayoría coincidieron en que, hasta el momento, no era necesaria la suspensión de clases. A la mañana, el mandatario había dicho por radio que había que parar el país diez días.
Sí se evaluó, puertas adentro, cuál fue la reacción de otros países, como España o Italia, en los que el virus avanza con mayor rapidez, en relación al calendario escolar. “Suspendieron las clases cuándo el brote ya estaba avanzado”, reflexionó una alta fuente oficial unos minutos después de la conferencia de prensa encabezada por el Presidente. Esa fue la razón principal por la que el Gobierno resolvió en ese sentido, mientras anunció el cierre de fronteras, la licencia para personas con condiciones de riesgo y la cancelación de “aglomeraciones y suspensión de actividades no esenciales”.
Kicillof fue, según pudo reconstruir este medio, uno de los pidió discutir la medida. No es que no estaba de acuerdo en la implementación. Pero sí pidió que las escuelas estén abiertas para darles comida a los chicos que no van solo a estudiar, una realidad que se evidencia, en especial, en el corazón del conurbano.
“Planteó que en la Provincia no son todos del perfil de los que se están contagiando. Por eso pidió que no tomemos medidas pensando en el perfil de los que se enferman porque el impacto social puede ser muy fuerte”, remarcó un funcionario nacional que participó del encuentro.
Al Gobierno le preocupa el impacto social, pero en particular le inquieta más el económico. “Las perdidas son enormes”, graficó un colaborador presidencial, mientras anochecía en Olivos, que mañana va a participar, por la mañana, en la reunión del gabinete económico y social para definir medidas destinadas a sobrellevar de la mejor manera los coletazos sociales y en la economía doméstica.
Para este lunes está fijada, además, una reunión del área metropolitana para “reducir” el flujo de pasajeros en el transporte público. “Hay que bajar la demanda y necesidad de viajes”, confiaron fuentes del gobierno. Están convencidos de que la suspensión de clases, el cierre de espacios de entretenimiento y la licencia para las personas consideradas población de riesgo colaboran en ese sentido.
Rodríguez Larreta, en tanto, seguía esta noche con el análisis de las medidas y de la situación en su propio comité de crisis que armó en Pizza Cero, el bar de la esquina de su departamento, sobre la porteña avenida Libertador, en el que lo esperaban, después de la cita en Olivos, funcionarios de la administración local. Como la ministra de Educación, Soledad Acuña.
La discusión por el recorte en la coparticipación que la Ciudad recibe de Nación, que la Casa Rosada ya estaba lista para anunciar, quedó postergada por tiempo indefinido. La coordinación entre el Gobierno, la Ciudad y la Provincia no admite tensiones por un largo tiempo.
El Presidente hizo lo propio en Olivos. Con algunos de sus colaboradores. Durante la tarde se había barajado, además, la posibilidad de dictar un nuevo DNU con las restricciones anunciadas. Vilma Ibarra, la secretaria Legal y Técnica, se pasó por eso casi todo el fin de semana en la quinta. Toda la administración central abocada a la crisis por el coronavirus.
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