Los diputados de todos los bloques se han mostrado muy activos en las últimas horas, abocados al tejido interno: en este caso, la distribución de presidencias y otros espacios en el casi medio centenar de comisiones de esa cámara. Fue algo demorado durante semanas y apurado ahora, a la espera de los proyectos anunciados por Alberto Fernández en la inauguración de las sesiones ordinarias. Está al llegar, aseguran fuentes oficiales, el texto sobre legalización del aborto, que reabrirá sin dudas un debate fuerte e intenso. Fuera de esas expectativas y de los repartos de poder, algunos legisladores se inquietan con la evolución del coronavirus, entre otras razones porque habría un par de empleados en observación en el ámbito de la obra social del Congreso.
Hay además licencias preventivas. Un caso de contagio podría alterar de forma impensada hace apenas unos días la actividad parlamentaria, según resulta obvio y se admitía ayer con sensatez entre las idas y vueltas por las comisiones. El Congreso ya ha tomado medidas prácticas, de acuerdo con los protocolos conocidos, en materia de funcionamiento interno, cuidados básicos y hasta regímenes de visitas. Sin exagerar, buscaría darle racionalidad al tema y evitar paranoias. Ayer mismo la DAS, obra social del personal legislativo, publicaba en el sitio oficial del Congreso un parte indicando que “al día de la fecha, NO se registran casos de coronavirus positivos” en su ámbito. El NO aparece destacado en mayúsculas.
Por supuesto, el Congreso y la Casa Rosada están cruzados por inquietudes que incluyen y superan las cuestiones de funcionamiento. La pandemia ya formalmente declarada por este coronavirus y la batalla del petróleo, ligadas inicialmente en el plano económico, generan preocupaciones crecientes por su impacto sin fronteras. El temblor de la economía mundial es una cuestión ineludible. No se trata sólo de especulaciones sobre el escenario para entrar en el tramo decisivo de la renegociación de la deuda, sino además del frío más amplio que proyecta sobre una actividad local sin recuperación.
En el Gobierno consideran que la marcha oficial se puede complicar incluso en el aspecto funcional, de gestión. No sería una cuestión de imagen ni de exposición pública, sino efectiva, aunque el foco público de Alberto Fernández y naturalmente de Salud esté puesto en las medidas sanitarias y de contención, incluido el plano legal. En las últimas horas, parecían desvanecerse la idea de un efecto pasajero y también las especulaciones un tanto sencillas sobre posibles beneficios en la difícil pulseada de la deuda.
La deuda, por supuesto y así se presenta de hecho, es el principal condicionante. Pero está claro que se ha alterado el pulso de manera significativa y sobre todo, de modo imprevisto. Las caídas del mercado local, el desmoronamiento de los ADR, las disparadas del riesgo país y el aleteo del dólar a pesar del cepo son datos potentes. Hay daños y costos efectivos. La profundidad del temblor y su extensión en el tiempo son interrogantes por ahora sin respuesta y que por eso mismo agudizan el ccontexto. Parece poco razonable agregar a ese cuadro pinceladas de incertidumbre local.
Un ejemplo pone en evidencia el cambio de coyuntura para uno de los rubros anunciados por el Presidente al inaugurar las sesiones ordinarias del Congreso, hace apenas diez días. Allí anunció tres iniciativas fuertes: el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo, cuyo envío según fuentes oficiales es inminente; una reforma judicial que vendría más demorada, y una norma para empujar la actividad petrolera y la minería.
En cuanto al petróleo, el eje pasa otra vez por reanimar y potenciar Vaca Muerta. Es una apuesta económica central. Sin precisiones, trascendía de manera previsible que se estaba trabajando en un punto central: reglas de juego específicas para garantizar inversiones y también el giro de ganancias, más allá de las restricciones actuales o a futuro en materia cambiaria. Una especie de zona de reglas especiales, únicas. Las provincias productoras combinaban expectativas con malestar por no haber sido convocadas para tratar el tema.
En estas horas, asoman otras inquietudes. La incertidumbre global por el coronavirus –comenzando por su impacto en las perspectivas económicas de China- sumó la pelea entre Arabia Saudita/OPEP y Rusia por el petróleo, expresada en un impresionante derrumbe de los precios. Hoy, fuentes del Gobierno señalan que en caso de sostenerse o aún de un rebote medido, esos valores harían insostenibles producciones como la de Vaca Muerta.
Más allá de las expresiones dramáticas sobre un horizonte oscuro, a la vez que incierto, el dato concreto es que han comenzado a ser discutidas medidas para mantener los niveles de producción, ya complicados, en toda la actividad petrolera. Los contactos se desarrollan en el ministerio de Producción, a cargo de Matías Kulfas. Empresarios y representantes de provincias productoras dejaron trascender de entrada que sería necesaria alguna medida que garantice el precio interno del barril, para evitar un derrumbe de la actividad. Eso mismo explicaría la decisión de mantener el precio de los combustibles sin registrar siquiera parcialmente las fuertes bajas del mercado internacional.
La negociación que arranca no es sencilla, porque de hecho supone subsidios del Estado en épocas de ajuste. Y porque el área de Energía, debajo del ministro Kulfas, tiene terminal política en Cristina Fernández de Kirchner.
No es el único ámbito de gestión donde hay crujidos entre la primera y segunda línea. Será una prueba de convivencia, marcada por la política y por la emergencia que impone el cuadro internacional y la llegada del coronavirus al país. Ese es el foco que domina ahora la gestión de Gobierno.
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