La mesa chica de la CGT volverá a reunirse esta tarde para analizar la situación salarial, la postura ante la convocatoria presidencial al Consejo Económico y Social y la posible reunificación sindical ante el congreso que renovará autoridades de la central obrera, previsto para agosto, aunque el telón de fondo del encuentro es definir la relación que el sindicalismo mantendrá con Alberto Fernández.
Es que las resistencias sindicales a la política salarial del Gobierno, las quejas por la falta de participación en las decisiones oficiales y la falta de pago de la deuda que el Estado mantiene con las obras sociales sindicales (unos 15.000 millones de pesos) hacen que el vínculo del gremialismo con el Presidente atraviese una etapa en la que predominan la desconfianza y las dudas.
La reunión se realizará a las 16 en la sede de UPCN, en Moreno al 1300, Capital, y se espera que concurran, además del anfitrión, Andrés Rodríguez, dirigentes que no integran la conducción cegetista, como Sergio Sasia (Unión Ferroviaria) y Guillermo Moser (Luz y Fuerza), además de los cotitulares de la CGT, Héctor Daer (Sanidad) y Carlos Acuña (estaciones de servicio), y miembros del secretariado como Gerardo Martínez (UOCRA), Armando Cavalieri (Comercio) y José Luis Lingieri (Obras Sanitarias), entre otros.
Estos sindicalistas se encontraron por última vez el 30 de enero y debatieron intensamente sobre la política salarial del Gobierno ante algunas críticas, tanto públicas como reservadas, que surgieron por la estrategia oficial de postergar la firma de las paritarias hasta mediados de año y, mientras tanto, pactar sumas fijas como anticipo, al menos hasta que se definiera las negociaciones con el FMI por la deuda y en una señal de desindexación de la economía, tal como lo pidió Alberto Fernández.
Las resistencias sindicales fueron tan fuertes que la mesa chica de la CGT debió entonces dejar en libertad de acción a los gremios para que acordaran aumentos de acuerdo con la situación económica de cada actividad, ya sea mediante un incremento porcentual o una suma fija.
Hoy, con algunos importantes sindicatos que ya firmaron acuerdos para completar las paritarias de 2019, a partir de las cláusulas gatillos pactadas o los compromisos de revisión salarial, la expectativa para el encuentro de la CGT es qué postura adoptará acerca de la negociación para este año, aunque seguramente se mantendrá la idea de que cada gremio mantenga su autonomía en las tratativas.
Se discutirá también qué postura llevará la central obrera a la reunión del Consejo del Salario, que sería convocado por el Gobierno para fines de este mes o durante abril con el fin de actualizar el valor del sueldo mínimo, que hoy es de 16.875 pesos. Al parecer, en la Casa Rosada no piensan en un aumento superior al 12%, pero en la CGT quieren que el alza oscile entre el 15 y el 20%.
De todas formas, el salario mínimo no tiene una incidencia determinante en las remuneraciones del sector privado porque sirve más como punto de referencia para los docentes y los jubilados.
El propio ministro de Trabajo, Claudio Moroni, afirmó hace un mes que “el salario mínimo hoy cumple más una función de fijar algunos parámetros de la seguridad social que ser un indicador del salario, ya que ha quedado tan retrasado que no cumple ese papel”. Sin embargo, para un sindicalismo que necesita recobrar protagonismo, la posibilidad de sentarse con el Gobierno y con los empresarios en el Consejo del Salario se convierte en una instancia de alto valor político interno.
En la reunión cegetista de hoy comenzará a hablarse, además, de la convocatoria que hizo el Presidente al Consejo Económico y Social durante el discurso con el el que abrió el período de sesiones ordinarias del Congreso. Aunque Alberto Fernández descartó que allí se discutan "precios ni salarios ni paritarias”, el sindicalismo también lo imagina como un escenario para comenzar a incidir en la definición de medidas estratégicas para la economía y el empleo. Por eso esta tarde podría conformarse una comisión que analizará alternativas para llevar al diálogo tripartito.
El problema de las obras sociales será otro de los temas estará hoy sobre la mesa de la CGT. Los dirigentes gremiales se quejan de que, pese a que el sistema de salud está “desfinanciado”, el Gobierno sigue sin dar señales concretas de que pagará los $15.000 millones que la Superintendencia de Servicios de Salud (SSS) les debe a las obras sociales a través del Fondo Solidario de Redistribución en concepto de reintegros por tratamientos de alta complejidad.
Pese a un compromiso inicial del ministro Ginés González García, la CGT no pudo designar al titular de la SSS y, en lugar del candidato propuesto por el sindicalismo, que era el médico David Aruachán, el titular de la cartera de Salud nombró en el organismo que administra los fondos de las obras sociales a Eugenio Zanarini, vicerrector de la Universidad Isalud y hombre de confianza de él.
En la reunión de la CGT podrían surgir las críticas, que por el momento no salieron a la luz, por “actitudes individualistas” de Héctor Daer, el dirigente de mejor diálogo con Alberto Fernández, a quien le atribuyen haberse reunido a solas con el Presidente sin haberles avisado a sus colegas.
Estos cortocircuitos internos confirman lo difíciles que serán las negociaciones que deberán entablar los dirigentes gremiales para intentar llegar a la unidad y conformar así la futura CGT: el congreso cegetista deberá elegir en agosto a las nuevas autoridades y hoy están afuera de la central importantes sindicatos como Camioneros, Bancarios y la UOM, por ejemplo, además de Juan Carlos Schmid, de Dragado y Balizamiento, un gremialista de peso porque conduce la poderosa Confederación de Trabajadores del Transporte (CATT), pero que renunció al triunvirato que conducía la central obrera en 2018 por fuertes diferencias sobre la estrategia sindical con algunos de sus colegas.
Los dirigentes de la CGT están convencidos de que se debería volver a una CGT con un solo secretario general porque no ha funcionado el esquema de dos, tres o cuatro titulares de manera colegiada, aunque el problema con que se encuentran es que ningún sindicalista tiene hoy el suficiente consenso interno para convertirse en el único líder de la central obrera.
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