El miércoles por la noche, cuando había fracasado definitivamente la negociación entre oficialistas y opositores, una duda política nada menor recorría despachos de Diputados: ¿quién había ordenado frenar un posible acuerdo sobre los regímenes de jubilaciones de jueces y diplomáticos? La primera versión, atada quizás al imaginario básico, decía que Sergio Massa había avanzado en las tratativas sobre el proyecto y Máximo Kirchner dinamitó los puentes. Fuentes más experimentadas contaban otra cosa: que los dos venían tejiendo un entendimiento con Juntos por el Cambio y la orden de clausurar las conversaciones llegó desde la Casa Rosada.
No es lo mismo para la lectura política, alimentada además por la sucesión de hechos. El miércoles naufragó la alternativa de un acuerdo sobre las jubilaciones especiales o de “privilegio”. El jueves, la aprobación del proyecto se dio al final de una sesión tensa y hasta escandalosa por el episodio que rodeó a Daniel Scioli. Y ayer, el Presidente fue muy duro con la oposición, con declaraciones que de paso sacudieron también a las organizaciones ruralistas.
Alberto Fernández ha tenido que corregir y hasta contradecir a funcionarios suyos, de primera línea, por anuncios y anticipos que consideró desmedidos o fuera de tiempo. El último capítulo remite a la salida del congelamiento de tarifas. Es algo bastante tensionante puertas adentro. Pero en el caso de las jubilaciones, sus dichos no constituyeron una desmentida sino una señal más amplia y a contramano de las versiones coincidentes de fuentes oficialistas, según las cuales habría que esperar un discurso “antigrieta”, de bajo nivel confrontativo aunque aludiera a la “herencia”.
Ese, en rigor, era también el clima que se insinuaba en el Congreso hasta mitad de semana. Un ejemplo: se decía que el proyecto para intervenir el poder judicial de Jujuy era una iniciativa solitaria en el Senado, sin acompañamiento desde el Ejecutivo ni efecto de advertencia. En JxC nadie lo creía, pero al menos no había respaldos públicos al planteo del peronista Guillermo Snopek, que sumó una declaración propia negando haber recibido instrucciones presidenciales o de Cristina Fernández de Kirchner.
En la misma línea, las conversaciones sobre los regímenes jubilatorios en cuestión parecían encaminarse a la búsqueda a un acuerdo. De manera efectiva, hubo entendimientos sobre edades de retiro y base de cálculo para los futuros haberes. Pero la mayor traba era una salvaguarda expresa que la oposición reclamaba para asegurar la jubilación de los jueces que están en condiciones de hacerlo con el actual régimen aunque sigan en funciones. La réplica decía que no hacían falta aclaraciones porque el texto y la jurisprudencia lo imponían sin otras necesidades. A esa pulseada se sumaban las sombras sobre las condiciones futuras de subrogaciones y vacantes.
Por supuesto, el quiebre final de las tratativas fue de naturaleza política. El cambio sorprendió a algunos opositores y también a interlocutores del oficialismo, sumados en velocidad. La Comisión de Previsión Social, cabecera para el tratamiento de este tema, quedó constituida el mismo miércoles y el oficialismo se aseguró la presidencia, a cargo del entrerriano Marcelo Casaretto. La decisión de cerrar las negociaciones y avanzar sin más vueltas fue tan potente que dejó fuera de juego al “lavagnismo” y enojó en extremo al dirigente sindical Julio Piumato, alguno de cuyos reclamos fue atendido recién el jueves en el recinto.
La disputa se terminó de complicar por un elemento impensado: la presencia del diputado y embajador Daniel Scioli en el recinto, impugnada por JxC, que la calificó como “irregular” y usó otros adjetivos más fuertes. Tal vez la Justicia deba despejar este asunto que hace en definitiva a la validez de la votación, pero en términos políticos y de imagen terminó modificando el escenario. Complicó la estrategia oficialista: la idea era mostrar de un lado a la oposición en defensa de la corporación judicial, y frente a ellos, el oficialismo en contra de los privilegios.
En la otra vereda, se consolidó la posición que califica el proyecto como parte de una estrategia para avanzar sobre la Justicia. Los que hilan más fino esperan con recelos la reforma judicial que será enviada en breve al Congreso, según confirmó el propio Presidente. La iniciativa apuntaría a diluir el papel de los jueces de Comodoro PY, ampliando el número de juzgados y otorgando mayor juego a los fiscales con cambios en el sistema acusatorio. Un tema es qué ocurriría con algunas causas por corrupción aún en su primer escalón. Y otro, señalan algunos legisladores de JxC, es la batalla que viene por la designación de Daniel Rafecas, el postulante del oficialismo, como jefe de los fiscales.
El cuadro es complejo y esconde otros trazos. Pero tal vez la ofensiva opositora –que acusa un intento de dominar la Justicia por varias vías- y seguramente el caso del diputado-embajador Scioli –que tiñó el debate y sus efectos- precipitaron la reacción presidencial. En la oposición sugieren otro elemento: la relación más firme con CFK en este terreno, más allá de la dinámica de Diputados y del papel de Massa y Máximo Kirchner.
Alberto Fernández rechazó los planteos de JxC y sostuvo que, en rigor, el macrismo intentó “colonizar” a la Justicia y terminó haciendo un papel “patético”. Además, adjudicó el clima de protesta ruralista de los “autoconvocados” a una estrategia bien manipulada: dijo que se trata de dirigentes o referentes opositores “encubiertos”. Fue también un disparo implícito a la mesa de enlace, que acaba de reunirse con el Gobierno para reclamar contra una suba amplia de las retenciones.
Precisamente, el tema de un aumento de tres puntos en las retenciones habría sido tachado del discurso presidencial que inaugurará, mañana, un nuevo ciclo de sesiones ordinarias en el Congreso. En cambio, sí ocuparían algunos renglones las referencias a la deuda, aunque sin anuncios, y también se anotarían cuestiones potentes como la reforma judicial y el aborto.
Por supuesto, las especulaciones sobre los alcances precisos o los lineamientos de cada propuesta han ido variando. Suele ocurrir: es un acto formal e importante, que genera expectativas políticas y en algunos casos, sociales. De todos modos, un dato persistente en las versiones dejadas trascender era el tono dominante: se aludía a la unidad nacional y alguna forma de superación de la grieta. Mañana quedaría más claro el mensaje y si es uno solo o es doble.