La muerte a golpes de puño y patadas de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell, a la salida del boliche Le Brique, no es un caso aislado. Cada fin de semana sólo en los locales bailables de la provincia de Buenos Aires hay unos 700 enfrentamientos. Si a los 650 boliches registrados se le suman los de Capital Federal, las fiestas privadas, los recitales y los clubes donde se organizan eventos, el número supera largamente los 1.000 hechos de violencia y componentes de extrema agresividad, que en algunos casos terminan como el 18 de enero con el crimen del joven.
Las cifras fueron proporcionadas a Infobae por el Sindicato Único de Trabajadores de Control de Admisión y Permanencia de la República Argentina (Sutcapra), el nombre de la organización gremial que agrupa a los patovicas, cuyo secretario general es Leandro Nazarre.
El caso de Fernando Báez Sosa no fue el único que terminó en tragedia. El 23 de febrero, Franco Iván Coronel, de 15 años, fue asesinado de un balazo en el cuello por otros menores para robarle la gorra. Ocurrió en Villa Elisa, a la salida de un cumpleaños de quince en un club de barrio.
El 10 de febrero, Leonardo Martínez, de 19 años, y relacionista público del boliche Pinar de Rocha, ubicado en Ramos Mejía, también fue ultimado de un disparo en la vereda del lugar frente a la policía. La discusión entre víctima y victimario comenzaron dentro del local bailable.
El 3 de febrero, en Quilmes, a la salida de un boliche, una patota golpeó salvajemente a un joven que terminó internado en grave estado. “¡Te voy a matar!”, le gritaban los agresores mientras le pegaban patadas en la cabeza.
El 25 de enero, un grupo de 10 jóvenes, golpearon brutalmente con palos a otros dos a la salida de un boliche de Playa Grande, en Mar del Plata. Ambos terminaron internados.
Estos son apenas algunos ejemplos de la violencia que todos los fines de semana ocurren y que en muchos casos no trascienden a la opinión pública.
De esos casi 1.000 casos semanales, menos del 10 por ciento son denunciados a la justicia. Son las grescas que finalizan de manera dramática, ya sea por la fiereza con la que un grupo de forajidos golpean hasta la muerte a su víctima, porque usan arma de fuego para dirimir la disputa que comenzaron dentro del boliche, por el uso de un arma blanca o porque alguno de los agredidos terminó mal herido y se debió llamar a la ambulancia.
La violencia incontenible, desmesurada, ya no sorprende y las autoridades no brindan solución.
“Afuera de los boliches, y esta pretende ser una crítica constructiva, hay mucha ausencia del Estado -afirmó Nazarre-. Ya sea porque faltan policías, porque faltan controles. El problema de la noche comienza en el día y es responsabilidad de los grandes. Me refiero al Estado, a los trabajadores de la seguridad, a los empresarios. El Estado es quien debe juntarnos y decir: ‘Vamos a ordenar esto’. Ahí no nos ponemos de acuerdo. Hace décadas que estamos en esta situación. Pero ahora es mucho peor porque se perdió el respeto por la vida, ya no hay límites”.
“Hace más de 20 años que las barras de pibes, los rugbiers y las patotas comienzaron pelearse adentro del boliche y terminaron la disputa afuera. La diferencia es que hace unos años, y sobre todo en los últimos, la violencia que se ejerce es desmedida. Antes, una vez que la víctima caía al suelo, la agresión terminaba, pero ahora le siguen pegando hasta matarla, como en el caso de Fernando”, aseguró Nazarre ante Infobae y abundó: “Todos los fines de semana, las inmediaciones de los boliches parecen zonas de guerra. Autos chocados, vidrieras destrozadas, sangre en la calle”.
Esta situación de desborde, en la que a veces se ve involucrado los patovicas, llevó a que desde el gremio que lidera Nazarre, y que está alineado con la CGT que lidera Héctor Daer, se brinden capacitaciones específicas para poder controlar la brutalidad de las patotas dentro de los locales ya que fuera de ellos solo pueden actuar las fuerzas de seguridad, es decir, el Estado.
-¿Y qué se enseña en esos cursos, en las capacitaciones?
-Las normas legales, penales, técnicas de neutralización de agresiones físicas. Nosotros no podemos utilizar ningún tipo de arma. Se enseñan llaves, tomas para reducir, no para pegar. Se estudian los protocolos de actuación para proceder en peleas ya iniciadas, en las discusiones. Estas capacitaciones, que tienen una duración de 130 horas y están avaladas por el Ministerio de Educación, son obligatorias para todo el personal de admisión y permanencia. Sin embargo, en la práctica esto no ocurre ya que el Estado que debería controlar, no lo hace, y los empresarios, muchas veces, toma a personal que no está capacitado y en negro. El Estado debe controlar que, por ejemplo en la provincia de Buenos Aires, el personal de admisión y permanencia de los boliches o de otros lugares, tenga en orden al personal. Somos hijos del rigor, si no se controla que se cumpla rigurosamente la ley ocurren hechos como, por ejemplo, lo que sucedió el 1° de enero en Mar del Plata, donde un patovica -yo los llamo así a los que actúan violentamente- golpeó brutalmente contra el suelo a un joven a la salida de un boliche. En ese caso el empleado de seguridad no estaba habilitado de manera correcta, ni había hecho el curso.
Para tener una dimensión de este problema, Nazarre reconoció que en su gremio hay unos 4.000 afiliados, pero en el registro público de seguridad figuran menos de 100. “Muchos de los trabajadores de admisión están en negro. Por la cantidad de boliches que hay en la provincia de Buenos Aires, cada fin de semana deben haber unos 10.000 empleados, pero, repito, registrados en el Ministerio de Seguridad hay menos de 100”, afirmó el sindicalista.
Nazarre sabe de lo que habla porque durante 20 años fue jefe de seguridad en boliches. Esa experiencia le permite asegurar: “Lo que pasó en Villa Gesell pasa todas las semanas. La mayoría de esos incidentes no se publican. La violencia nocturna es habitual”.
“En general, en los boliches bonaerenses como mínimo ocurre una pelea por fin de semana. En la provincia de Buenos Aires hay registrados 650 locales habilitados para ese fin. Pero si a eso se le suman las fiestas privadas, que deberían contratar personal de seguridad, pero no lo hacen, los clubes barriales que son alquilados para eventos y fiestas, y los boliches de la Ciudad de Buenos Aires, los incidentes nocturnos pueden superar los 1.000”, detalló.
“La noche incita a la violencia. Hay estimulantes que actúan para que esto suceda. La música, el alcohol y los estupefacientes, son tres de ellos. Si a esto le sumas las distintas clases sociales que se mezclan, la falta de dinero, el desencanto por el trabajo, la cultura machista y el pensamiento en masa, se trasforma una combinación explosiva que terminan en enfrentamientos, a veces, sanguinarios y que se acentúa por el desprecio por la vida”.
-¿Como el caso de los rugbiers en Villa Gesell contra Fernando?
-Sí, pero esto no es exclusivo de una clase social alta, como pueden ser el de estos chicos. Esto también ocurre en el conurbano bonaerense, como ocurrió en Tropi Tango, donde se peleaban barrios contra barrios. Repito, hoy no hay respeto por la vida, se perdieron los valores y los límites.
-¿Cómo es eso?
-Los límites son muy difíciles de poner, incluso en un boliche, donde esta presente la seguridad. Por algo hemos crecido nosotros y nos constituimos como gremio. Somos un sindicato muy joven, de los últimos a los que se le otorgó personería gremial.
-¿Cómo funciona la lógica de los patovicas adentro de un boliche?
-Adentro del boliche es propiedad privada. Funciona distinto a lo que es una violación de domicilio. En una casa de familia, hay violación de domicilio cuando alguien entra sin autorización. Acá está implícito que vos podes entrar, ahora cuando hay un hecho de violencia y alguien del lugar te dice que te tenés que ir, ya sea el dueño del local o por delegación la potestad de esa persona, y ante la negativa a irse por parte del agresor, se produce la violación de domicilio y lo sacás a la calle.
-Pero hay veces que ustedes sacan a la calle a los dos bandos enfrentados para evitar que todo se desmadre dentro del boliche, y se terminan matando a golpes afuera.
-Ahí pasan varias cosas. Si la geografía del local lo permite, retirás a un grupo por una puerta y al otro, por la otra que, por lo general, da a una calle distinta. Claro que se pueden pelear igual. Para evitar eso, por protocolo, le avisamos a la policía que está afuera. Pero también sucede que no siempre está la policía.
-Ante una situación de violencia lo más lógico sería que a uno de los grupos que se enfrentan, lo dejen dentro del local.
-Eso me sucedió a mí. Unos rugbiers se estaban peleando con otro grupo. Decidí sacar a uno de los grupos. Los que quedaron retenidos, en este caso los rugbiers, denunciaron que los estábamos reteniendo de manera ilegal. Y en ese caso, la ley los asistía. Salieron y lamentablemente se cruzaron en una esquina y al final hubo gente hospitalizada.
Nazarre explica que la seguridad dentro de los locales son los que van “poniendo los límites” y lo hacen de esta manera.
“Vos vas educando a la gente. Le explicás que no pueden tomar del pico de la botella. Que no se pueden subir a las mesas. Que si toman de más y generan incidentes, se tienen que ir. Vas ordenando. Entonces, la gente que es habitual del lugar va conociendo cómo son las reglas. Ahora, afuera hay ausencia del Estado. Por eso insisto en que es el Estado el que debe regular, controlar y llamar a todas las partes para llegar a una solución. Para que lo de Fernando no se repita”, insistió Nazarre, quien, además, es subteniente de infantería retirado.
“Este tipo de violencia, de incidentes, de molerse a patadas y trompadas a la salida de los boliches pasa más de los que se cree. Y sucede en todo el país”, sostuvo Nazarre y reveló que durante la reunión en Tucumán del Consejo Federal de Seguridad, que se llevó adelante el 13 de febrero, se trató el tema de la violencia en los boliches, que fue abordado por todos los ministro de seguridad del país.
Entre las principales propuestas figuraron desde mayores controles, refuerzo de seguridad en las zonas de los boliches y reuniones con los empresarios del sector hasta botones antipánico dentro de los locales conectados a las comisarías más cercanas para ser accionados en cuanto se inicie un desborde violento dentro del lugar para que la policía intervenga de inmediato.
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