Diego Schurman se sumergió en la campaña del Frente de Todos. De algunas escenas fue testigo; otras las reconstruyó. El resultado de ese trabajo es Alberto, el libro que narra los momentos clave del camino de Alberto Fernández rumbo a la Casa Rosada y que la editorial Planeta publicó este mes. El reencuentro entre Cristina Kirchner y el ex jefe de Gabinete, el diálogo que definió la fórmula presidencial y una conversación áspera entre el actual mandatario y Mauricio Macri son solo algunos de los episodios que cuenta el periodista.
-¿Por qué un libro sobre la campaña de Alberto Fernández?
-La gente de Planeta me había ofrecido escribir sobre Alberto Fernández una vez que se conoció que iba a ser candidato. Y yo me negué, básicamente porque estaba bastante ocupado y porque pensaba que ya se había dicho todo, no encontraba un estímulo. Me parecía que era un personaje conocido, pese a que los primeros focus group demostraron que no. Porque efectivamente él dio el portazo en 2008 y un poco desapareció de escena. A mí no me seducía la idea de escribir una biografía de Alberto Fernández. Pero después cubriendo hechos de la campaña empecé a descubrir situaciones atractivas que no se estaban contando por la propia vorágine de la campaña, donde todos los días había una nueva información, pero no se profundizaba.
-¿Por ejemplo?
-Todos empezamos a saber en algún momento que hubo una reunión con Clarín, y nadie contó qué pasó ahí. Eso al principio. Hubo también una reunión con Tinelli, que después aparece como protagonista en el plan de lucha contra el hambre, pero lo cierto es que en el encuentro no se habló solo de eso sino de San Lorenzo, de la AFA... Otro ejemplo, la reunión con Caparrós, musa inspiradora del plan contra el hambre.
-Contás el diálogo con Macri...
-Eso es muy llamativo. porque fue recontra público. Al otro día de la elección, Alberto Fernández fue a la Casa Rosada. Y todos nos quedamos con el diálogo de si le gustaban los cuadros o cómo Macri había adornado el despacho presidencial. Nos quedamos con el color, o con el armado de los equipos de transición. Y lo cierto es que ahí hubo un pase de factura muy fuerte, y además hubo una preocupación explícita de Macri respecto a sus propias causas judiciales. Macri estaba de salida y empezó a pensar qué iba a pasar con él. Pero los reproches habían comenzado antes. En un reportaje que da Alberto Fernández después de las PASO, hay una respuesta que vuelve loco a Macri. Alberto Fernández habla de cómo de alguna manera el macrismo influía en la Justicia. Macri lo termina llamando enojado: “¿Por qué decís eso?”. Y Alberto Fernández le dice: “No te hagas el distraído...”. Y le empieza a tirar nombres de gente del entorno o del núcleo macrista que, a sus ojos, venía trabajando o influyendo en la Justicia.
-¿Cómo ayuda este diálogo a entender a estos dos personajes?
-Alberto piensa mal de Macri. Lo que dijo públicamente es lo que piensa. Uno puede interpretar que está exagerado el tono en la campaña en pos de buscar rédito político, pero lo cierto es que en privado era muy duro con Macri, y esto trasciende las diferencias ideológicas, tiene que ver incluso con la manera de gestionar o de actuar en política. Esto es algo histórico: Alberto Fernández siempre habló sobre Macri en un tono beligerante, que por ahí lo baja en el marco de la campaña por esta idea de la antigrieta que quiso plasmar. Pero siempre se refirió no de muy buena manera...
-Lo conocés a Alberto Fernández desde hace muchos años. ¿En algún sentido te sorprendió durante la campaña?
-Sí. Cuando estaba en el gobierno de Néstor Kirchner yo creía que había un juego de roles: que Kirchner era el tipo confrontativo, el más radicalizado en sus formas, y Alberto Fernández el conciliador. Y que era un juego de rol de policía bueno y policía malo, un acuerdo entre ellos para negociar. Lo que me encuentro en la campaña es que Alberto Fernández efectivamente es así. Es un tipo negociador, conciliador, que busca sellar acuerdos con distintas partes. De hecho fue el articulador para lograr la unidad del peronismo, él laburó de eso aún antes de ser ungido como candidato. Por otro lado, aunque pueda ser contradictorio o paradójico, es un tipo calentón. Yo nunca lo había percibido como algo sistemático, y lo vi mucho en su relación con la prensa en la campaña, donde hubo cortocircuitos con periodistas. Lo vi también con su propio equipo de campaña. Él no quería saber nada con los debates. Sus asesores le tiraban ideas fuerza o palabras clave para que él volcara y como él creía que era un show mediático no le gustaba nada. Creía que era un espectáculo para la prensa, entonces se negaba a consolidar un discurso. De hecho terminaron explotando el Alberto auténtico: “Soy abogado, me visto así, no me van a ver con chupín, no me voy a afeitar el bigote...”. Dentro de esa autenticidad está el tipo que tiene pocas pulgas, que a veces es leche hervida, sale, se calienta y tiene alguna discusión con la prensa.
-Le dedicás un capítulo a estos cruces. ¿Cómo creés que le puede jugar este temperamento ahora que es presidente?
-Uno puede decir que la prensa en alguna oportunidad puede haber hecho alguna pregunta impertinente, pero creo que en el rol de candidato debería haberse mostrado un poco más moderado en esas situaciones. Cuando tiene que negociar con otros poderes, me parece que el temperamento es un plus, no es algo negativo, en la medida que se puede plantar y que no sea un tipo permeable y que le impongan ciertas cosas. Pero una cosa es el temperamento y otra es ser destemplado y por ahí maltratar a alguien. Creo que si hay maltrato sí le puede jugar en contra. Hay una historia que se arrastra desde el kirchnerismo sobre el vínculo con el periodismo, y eso está como latente todo el tiempo. Entonces en la medida que tenga alguna mala forma, va a recordar algunos momentos destemplados que tuvieron Néstor o Cristina Kirchner con algún periodista.
-¿Hubo algún personaje con quien no hayas podido hablar?
-La figurita difícil fue alguien que no es parte de la política, o que es un novato: Marcelo Tinelli. Cubro peronismo hace como 30 años, con lo cual a los personajes los conocía todos y bastante. Algunos fueron más difíciles, otros menos. Estábamos en el mismo proceso de la campaña, con lo cual al propio Alberto Fernández en algún momento fue difícil acceder. Vos pensá que tenía actividades todos los días, entonces fue medio dificultoso. Tinelli era un hombre que participaba de algunas reuniones, pero es como una outsider de la política con mucho interés en meterse en las grandes ligas. Yo me lo crucé un día, me prometió que íbamos a hablar y se fue postergando. Chateábamos todo el tiempo, y él se excusaba, decía que tenía otros compromisos. Pero cumplió y finalmente fue el último con quien hablé antes de terminar el libro en diciembre.
-¿Cómo estás viendo estas tensiones que se están produciendo dentro del Frente de Todos? En los últimos días se discutió, por ejemplo, si hay presos políticos o no.
-Yo me enteré de que hubo un momento de tensión entre Alberto Fernández y Rossi, que hoy es ministro de Defensa, cuando él ni siquiera era candidato y estaba intentando lograr la unidad del peronismo. Estaban por salir al escenario en uno de esos actos de encuentro de las líneas randazzista, kirchnerista y massista y Alberto Fernández escucha a Rossi hablar de presos políticos. Entonces haciéndose el distraído se acerca y le pregunta de qué va a hablar. A Rossi no le gusto que le haya preguntado y hubo una conversación fue escalando. Alberto Fernández decía que los temas que los diferenciaban había que ponerlos debajo de un paraguas y hablar de los temas que los unían. El tema de los presos políticos los diferenciaba porque dentro del sector massista, casos como Solá se habían mostrado a favor del desafuero de De Vido, con lo cual la idea de presos políticos chocaba, porque no todos pensaban lo mismo. Finalmente yo hablé con Rossi y me terminó confirmando esa versión, que estuvieron casi por agarrarse a piñas, que discutieron fuerte, y me termina explicando por qué quería hablar de presos políticos: los días anteriores había ido a ver a la cárcel a Zannini y a otros y se sentía en la obligación de hablar de eso. Finalmente Rossi terminó hablando de una manera mas light de los presos políticos, quedó como una situación intermedia y saldaron un poco este conflicto.
-También hay una “grieta” en torno a la seguridad...
-Bueno, Cristina quería que Berni fuera el ministro de Seguridad de la Nación y Alberto se negó. Entonces termina recalando en la provincia de Buenos Aires. En dos meses de gestión no se peleó con su par nacional una vez, sino tres o cuatro. Por las Taser, por las maneras de gestionar, por el envío de fuerzas a la provincia... Esto provoca mucho ruido interno. En la intimidad, Alberto Fernández dice que Berni es Bullrich sin pollera. Y eso marca claramente la tensión que hay en el espacio oficialista. Alberto Fernández se enojaba mucho con los periodistas que señalaban estas diferencias, porque creía que le querían marcar al agenda para el lado de la conflictividad interna. Y él decía la agenda es la economía, donde Macri hacía agua. Se enojaba. Pero lo cierto es que estas diferencias son reales y se ven en lo que fue el armado del gabinete. El caso de Berni es un ejemplo. Y Berni no se queda callado. Berni habla. Y Alberto Fernández está caliente como una pipa con los planteos y los enojos que le hace Berni a Frederic.
-¿Qué evolución creés que pueden tener estas disputas?
-Desde lo simbólico me parece que Cristina Kirchner lo cuida. No va a la Casa Rosada cuando Alberto Fernández está en el exterior, firma el traspaso en el Instituto Patria... Trata de mostrar que ella no maneja a Alberto Fernández, que no es un títere, que el que maneja es él. Yo creo que tiene personalidad y que efectivamente Alberto Fernández maneja el país. Ahora, es cierto que ella es la jefa política y ella fue, en un acto inédito en la historia del mundo, quien como candidata a vice eligió al candidato a presidente. Es una situación bastante particular en términos de poder y de liderazgo. Porque si bien él es el presidente, el espacio y los votos los tenía ella. Insisto: desde lo simbólico ella lo cuida, y desde los hechos se ven las diferencias. Él no ha aceptado muchas sugerencias de nombres para el gabinete que ella le propuso. Conviven con estas diferencias. Hay como un estado de tensión porque no piensan lo mismo en algunos temas, y a veces esto emerge y otras no. El caso de Berni me parece que es la parte del iceberg que se está viendo.
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