Patricia Bullrich podría trabajar con Tom Cruise en la próxima edición de la saga fílmica de Misión imposible. Después de todo, pasó de ser una ministra que se enfrentó a los narcos y delincuentes a asumir una tarea mucho más difícil: darle nueva vida, como presidenta del PRO, a un partido que deberá reconstruirse luego de una dura derrota electoral y que tendrá que volver a ganarse la confianza de la gente sin que pesen los malos resultados económicos y sociales del gobierno de Mauricio Macri.
Instalada en las oficinas del Instituto de Estudios Estratégicos de Seguridad, que encabeza desde doce años, Bullrich no parece abrumada. Todo lo contrario. Es una todoterreno de la política que va creciendo al ritmo de su fama de “dura” y dejó esa marca registrada en cada puesto que le tocó desempeñar desde que dejó el confort de una familia de alcurnia para iniciar una carrera que comenzó con la militancia en una combativa Juventud Peronista de los años 70, que sirvió de apoyo a los Montoneros, y siguió con un gradual corrimiento hacia el centro y el centroderecha (aunque sean categorías que no existen para Jaime Durán Barba) a través de su paso por el menemismo, el duhaldismo, la Alianza, la Coalición Cívica y el tándem Cambiemos/PRO/Juntos por el Cambio.
Mientras muchos de sus colegas de su coalición siguen en silencio y con pasividad los casi dos meses del gobierno de Alberto Fernández, Bullrich levantó su perfil y empieza a ocupar espacios para monitorear al peronismo gobernante y tratar de representar a ese 40% que votó a Macri. Lo hace en su condición de virtual presidenta del PRO, ya que para las elecciones internas que debían realizarse en marzo se presentó una única lista de candidatos, encabezada por ella y con una fuerte presencia de dirigentes de distritos en donde ganó Juntos por el Cambio en los últimos comicios.
-¿Cuál es la impronta que quiere darle a su gestión como titular del PRO?
-La idea es trabajar mucho sobre las ideas. Es muy importante que los partidos políticos definan claramente cuáles son los vectores fundamentales. Qué significa para nosotros la libertad, la República, la igualdad de oportunidades, qué tipo de Estado y sobre qué tipo de sociedad y de autonomía personal queremos trabajar. Ese núcleo de ideas lo queremos definir también con personalidades del mundo que vengan a discutir con nosotros. Hoy existen discusiones sobre la democracia en el mundo entero. (Steven) Levitsky escribió sobre el fin de la democracia en Estados Unidos, nada menos que en el lugar donde nació la democracia. Entonces existen muchos debates que hay que plantearse respecto de qué significa gobernar. Hoy, tenemos también el desafío de pensarnos en el mundo de las ideas en acción. Es decir, qué ideas en la Argentina se pueden construir y cuáles necesitan de caminos alternativos que quizás no llevamos adelante para poder generar cambios profundos en la sociedad. El otro punto es que todo partido tiene que tener reglas. Eso significa la posibilidad de elecciones internas, que todos sepan que pueden participar, que sepan cómo se toman las decisiones. El tercer punto es desarrollar acciones de tipo político, metiéndonos en todos lados. No queremos que digan “los artistas son kirchneristas” o las “universidades son kirchneristas”. Queremos pelear en todos los ámbitos, y eso es importante porque hay muchísima gente que cree en estas ideas. Después de la elección se despertó una gran expectativa de participación y aspiramos a canalizarla.
-¿Para estos objetivos no es una dificultad haber tenido una gestión de gobierno que dejó tantos problemas económicos y sociales? ¿No será complicado que le crean al PRO?
-Siempre es una dificultad no tener una reelección de un gobierno cuando uno tiene la expectativa de tenerla. Pero hay muchas cosas que hay que esperar un tiempo para que se analicen y habrá muchas cosas del gobierno (de Macri) que se van a rescatar. Por otro lado, muchas de las dificultades que hemos tenido tienen que ver con una estructuración del poder en la Argentina que se resiste al cambio, que es muy conservadora. Cada vez que querés generar un cambio, se te pone enfrente y te lo impide. Como la lógica de los sectores que se creen progresistas pero son grandes conservadores y no te dejan cambiar la salud, la educación, no quieren moverse. Todas esas discusiones van a tomar más relevancia en la medida en que todo siga chato, si no se hacen cambios profundos que destraben la Argentina. Porque este es un país trabado. Es verdad que tuvimos problemas: quizás en algunos lugares no nos animamos a destrabar cosas que había que destrabar o fuimos más lento de lo que había que ir. Pero creo que, en definitiva, la Argentina es un país que ha tenido prácticamente con todos sus gobiernos alguna frustración. Ahora gobierna de nuevo alguien que también ha tenido frustraciones y, sin embargo, eso ha pasado al olvido y volvió al poder. Vamos a poder manejar nuestras frustraciones y explicarle a la gente por qué la Argentina tiene ingobernabilidades.
-¿Cómo ve al Gobierno en estos dos meses que lleva? ¿Qué es lo mejor y lo peor?
-Todavía me cuesta encuadrarlo. ¿Qué cosas hace bien? En todo el tema de la deuda han sido prudentes, y eso nos llevó a nosotros a votar la ley que presentaron. Veremos si siguen siendo prudentes. No así Kicillof, que no fue prudente y terminó pagando. Le salió más cara su imprudencia. Y en cash. Hay algunos temas que son realmente para que se prenda una luz roja: como cuando uno ve que el apoderado de las empresas de los Kirchner está en la Inspección General de Justicia, cuando vemos el regreso de Ricardo Echegaray, o a Aníbal Fernández en Río Turbio o a Cristina Kirchner yendo a Santa Cruz con Gerardo Ferreyra o pidiendo que se termine la obra de Lázaro Báez, o apretando a los jueces, como lo están haciendo, o riéndose de la muerte del juez Bonadio. Todo eso son componentes que, si se extreman, harán volver lo que fue el kirchnerismo.
-Usted parece apuntarle más a Cristina Kirchner y sus fieles que a Alberto Fernández...
-El Presidente ha avalado mucho esta teoría del lawfare, que considera que, en realidad, todos los juicios son armados. La injerencia en la justicia es un tema bravo. Espero que lo más racional y moderado sea lo que viene. Igual, no creo que estemos como en 2014 o 2015, en el momento más crítico del kirchnerismo, sino más bien parece como los principios del primer gobierno de Néstor (Kirchner). Fernández llega con ese “manualcito”. Hay que mirarlo un poco más.
-¿Cree lo mismo respecto a los temas de seguridad?
-Ahí hay un “derogacionismo” automático. Todo lo que hice lo dieron vuelta. No estoy de acuerdo con la ideología “zaffaroniana” y la idea de que la inseguridad es solamente un problema social y que las instituciones de la seguridad son más peligrosas que los delincuentes. Toda esta concepción está en marcha, pero es bueno porque podremos comparar lo que nosotros hicimos con lo que ellos van a hacer. Nosotros mostramos resultados y números: bajamos los homicidios, subimos los decomisos de drogas, bajamos los secuestros. Ellos están haciendo solamente ideología. Veremos si tiene algún resultado para la población, que, en definitiva, es lo importante. Si bajamos el 23 por ciento de homicidios en cuatro años en una situación compleja, porque el país no estaba creciendo a tasas chinas, veremos qué sucede con esta política que, hasta ahora, consiste en derogar todo y tirar sombras sobre nuestra política. En un año quiero ver sus números y si les dio resultado o no.
-Además de la negociación por la deuda, ¿qué otro aspecto puede rescatar del Gobierno?
-Todavía lo veo organizándose. En muchas áreas aún no hay muchas políticas. Quizás la más activa es el “derogacionismo” en seguridad. En defensa, obras públicas y salud, por ejemplo, no hemos visto cuál es el plan. Parece que la prioridad del Gobierno estuviese en la deuda y en algunas áreas están en organización, inclusive hay ministerios que no nombraron secretarios. Están ralentizados.
-Hay algunos proyectos que pueden complicarle su gestión al frente del PRO, como la despenalización del aborto. ¿Cuál será la postura del partido y de Juntos por el Cambio?
-Habrá libertad de conciencia. No vamos a definir una única postura. No se puede porque es imposible imponer algo sobre la conciencia moral de las personas. No somos un partido de una ideología absolutamente cerrada a una posición. Ya nos pasó: tuvimos dividida a nuestra coalición. Así que seguramente va a pasar lo mismo. Es posible que el oficialismo sí esté más verticalizado. No tiene sentido un debate largo como el que ya hubo. Si presentan el proyecto, primero veremos cómo es.
-Imagine que estuviera por comenzar otra vez un gobierno presidido por Macri. ¿Qué consejos le daría para no cometer los mismos errores y tener los mismos resultados?
-Cambiaría los términos. Tomaría las decisiones más audaces y más disruptivas en el primer tiempo y no en el segundo. Nosotros no hicimos tantos cambios de entrada porque pensamos que para ganar la elección de 2017 teníamos que ir despacito. Pero fuimos tan despacito que de golpe un día en Wall Street hubo quienes vieron que la Argentina es como un enfermo crónico: “Mirá, están llegando a la línea roja de la deuda”. Y tuvimos la primera devaluación y todo el crecimiento despacito que veníamos teniendo al 1 por ciento, bajando la inflación lentamente, se nos cayó. Por eso haría cosas más disruptivas al principio, que son las que garantizan tener un buen segundo tiempo.
-¿Cómo será su relación con Macri desde la presidencia del PRO? Es el dueño de la “franquicia” macrista, por lo que no puede desconocerlo, y, a la vez, puede condicionar su propia estrategia.
-Ya practiqué eso siendo ministra. Pude lograr que en el área que me tocó, el Presidente se sintiera representado y sintiera orgullo por lo que hicimos, que es algo que él puede mostrar y puede defender claramente. Mauricio es el líder del PRO y ahora se abre la posibilidad de darle un impulso, una impronta de mucho trabajo, de mucho movimiento, mucha política. Creo que él siente que se necesita y quizá por eso también me eligieron a mí, que no vengo del riñón del PRO.
-¿Y la relación con los otros partidos que integran Juntos por el Cambio? Seguramente no será fácil la convivencia cuando están en el llano como oposición.
-Venimos bien en Juntos por el Cambio. Todas las leyes importantes las hemos votado en conjunto y hemos determinado que hay ciertos temas en los que tiene que haber unanimidad, por ejemplo en la designación del Procurador General de la Nación.
-La elección de Daniel Rafecas para ese cargo les va a generar mucho debate interno.
-Puede haberlo, pero decidimos una norma: todos los senadores juntos. Eso es importante. Ya pasamos varias leyes y nos pusimos de acuerdo, así que la coalición va a andar bien. Hay un elemento poco usual en la política argentina que no se ve quizás desde 1983, aunque con la Alianza también se dio: existen dos coaliciones, una es la que ganó la elección y otra es la que sacó el 40% de los votos. Ahora, por ejemplo, en la Cámara de Diputados hay cuatro bloques, pero en 2003 había 40 bloques y era todo un desorden. Eso también ayuda a que Juntos por el Cambio mantenga un orden, que todo el mundo entienda que necesita al otro. Este ordenamiento de la política en dos grandes coaliciones nos acerca a la posibilidad de volver a ser gobierno.
-¿Tendrá algún papel en el partido Marcos Peña, que está tan demonizado por su desempeño durante el último gobierno?
-Es muy argentina la idea de que en un gobierno hay que cargarle a una persona toda la responsabilidad. No creo en eso. Marcos tuvo un rol y de alguna manera ese rol fue avalado por el presidente. El no jugó solo. Si no, caemos en el facilismo...
-...Y en la recreación de la “teoría del entorno” de los años 70. En esa época, y usted lo recordará, la JP y los Montoneros creían que el problema no era Perón sino “el entorno” que influía negativamente sobre él, como José López Rega.
-Yo fui de joven a “desentornar” a Perón y no me fue bien (risas). No hay que repetir la historia. Y no tiene sentido la demonización.
-¿Pero cree que Peña puede hacer un aporte hoy al “nuevo” PRO?
-El dijo que iba a alejarse por un tiempo. Hay que imaginarse que todo esto a él le ha significado algo personal. Es una persona joven y hay que ver cómo se ubica, cuándo vuelve, pero no creo en esta idea facilista de que hay un solo responsable de todo lo que pasó en el gobierno.
-¿Qué piensa del asesor estrella del macrismo, Jaime Durán Barba, que ahora elogia a Cristina Kirchner y a Alberto Fernández?
-Es una persona con la que da gusto conversar. Es inteligente, culto, tiene buenas ideas, pero es muy importante separar una función de alguien que quiere desarrollarse públicamente dando entrevistas y publicando artículos, del rol de la vocería de Juntos por el Cambio. Si quiere hacer eso, tiene que decirlo claramente, o tenemos que decir claramente que son sus ideas y no las de Juntos por el Cambio. No es bueno que un consultor se convierta en más importante que aquel que lo contrata y termine siendo la estrella.
-¿Lo contrataría como asesor?
-No es el momento. Hay que generar una cierta renovación justamente por esto. No porque no sea una persona inteligente o no tenga capacidades técnicas importantes, sino porque han quedado como mezclados los roles. Es bueno separar eso.
-¿Qué papel desempeñará Macri? ¿Podrá ser nuevamente candidato a presidente?
-Tenemos que construir el PRO y dedicarnos a la defensa de nuestras ideas. En este momento, hacer lo contrario sería poner el carro delante del caballo. Mauricio no tiene voluntad de hacer eso ni de pensarse dentro de cuatro años. Sería querer implantar hoy una situación que a él mismo le generaría un debate. No va con el perfil que él mismo está planteando tener. El día de mañana, veremos.
-¿Ya es el turno de renovarse con figuras como Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal?
-Diría lo mismo: en este momento nadie tiene que poner el carro delante del caballo. Ahora hay que cuidar los distritos en donde somos gobierno y la oposición tiene que construirse y estar en muchos sectores en los que no estamos. No puede ser que en la universidad haya sólo kirchneristas o militantes de Franja Morada. Nosotros también tenemos espacio en las facultades, entre los docentes, los sectores de la salud, en las provincias, en cada pueblo. Esa es la tarea actual. Este es un año en el que no deberíamos hablar de candidaturas. Y en 2021, definir las candidaturas legislativas con sistemas claros de elección de postulantes, con elecciones internas y PASO en todos lados.
-¿Está segura de que no volverá la tentación de que Macri elija a dedo?
-No porque eso hace mal. Hay consenso para que el sistema mejore y haya competencia. Partido que no tiene reglas, partido que se achica. El único partido que vive sin reglas es el peronismo porque se amontona como las abejas en un panal alrededor del que llega primero al poder. Los demás no sobreviven. Así que me imagino un 2021 discutiendo las candidaturas al Congreso. Es un año clave porque vamos a renovar nuestra mejor elección, que es la de 2017. Desde allí hay que seguir construyendo y recién después discutir las candidaturas presidenciales. Tenemos que ordenarnos en eso para no empezar a hablar de un futuro que hoy no tiene sentido discutir.
-Pero seguramente estará pensando en el proyecto “Pato presidenta de la Nación"...
-Siempre digo algo que me ha dado resultado en la vida: cuando uno está en un lugar, tiene que concentrarse en ese lugar. Cuando me decían “Vas a ser candidata a vice”, nunca dije nada. Y no lo fui. Si hubiera dicho que me gustaba esa candidatura, habrían dicho: “Perdió”. Si estás pensando en el próximo paso, hacés mal la tarea que estás haciendo. Y esta tarea me da mucho orgullo y me voy a dedicar a full a esta construcción. ¿Por qué soy presidenta del PRO si no tengo tradición en el partido? Por mi tarea en el gobierno. Si hacés bien tu tarea, podés pensar en el siguiente paso.
Seguí leyendo: