Alberto Fernández inició en Europa una nueva agenda geopolítica que toma distancia de Estados Unidos

A diferencia de Mauricio Macri, que inclinó la política exterior hacia Washington, el presidente peronista busca acuerdos estratégicos con Francia, España, Italia y Alemania para compensar la influencia regional de la Casa Blanca

Alberto Fernández y Ángela Merkel durante su encuentro en Berlín

Mauricio Macri selló con Donald Trump un alianza bilateral que fue más allá del agradecimiento político al gesto de forzar dos créditos multimillonarios del Fondo Monetario Internacional (FMI), pese a las resistencias de ciertos países poderosos de Europa. Macri quebró la línea diplomática tradicional respecto a Jerusalén como capital del Estado de Israel, respaldó con algunos reparos el guión de Washington para Venezuela y Juan Guaidó, contribuyó a la implosión de la CELAC y atenuó su apoyo al acuerdo de Paris sobre Cambio Climático que aplaudió con estridencia en épocas de Barack Obama.

El presidente de Cambiemos se sentía cómodo con Europa, pero al momento de acordar política exterior se plegaba a la perspectiva regional de los Estados Unidos. Jugó fuerte para lograr el acuerdo Mercosur-Unión Europea, y lideró una negociación que pudo bascular los intereses de Alemania, Italia y España con las resistencias de Macron, que muchas veces hace discursos para la tribuna diplomática y después privilegia su agenda doméstica.

No es que Macri haya dado la espalda a Europa, sencillamente sólo utilizó su peso geopolítico para lograr el crédito del FMI y cerrar el tratado Mercosur-UE. Mientras tanto, se alineaba con la agenda de Trump para América Latina. Y nunca consideró la posibilidad de balancear esa agenda con el peso económico de Europa y su propia influencia regional por la historia secular compartida y los lazos culturales que van más lejos en el tiempo que la Revolución americana de 1776.

Alberto Fernández y Pedro Sánchez durante su última reunión en Madrid

Alberto Fernández tiene una mirada diferente, y durante su última gira descubrió que hay un espacio geopolítico que se puede ocupar con un acuerdo permanente y flexible entre América Latina y Europa. Ese descubrimiento político surgió a medida que recorría kilómetros desde El Vaticano -primera escala- hasta la intensa reunión que mantuvo con Macron, en su último encuentro bilateral antes de regresar a Buenos Aires.

“Viaje a Europa por la deuda externa, y después me di cuenta que podemos construir al margen de la deuda y el FMI. Ellos están muy preocupados por la estabilidad de América Latina, y además creen que Estados Unidos hará una alianza muy fuerte con el Reino Unido tras el Brexit. Por eso nosotros tememos la oportunidad de ser la puerta de entrada de Europa, y desde allí establecer una estrategia multilateral que nos ayude a todos”, explicó Alberto Fernández a Infobae mientras tomaba Ginger Ale en el lobby del hotel Regent en París.

El presidente argentino logró la primera coincidencia con Merkel y Macron -los dos líderes más poderosos de Europa- cuando hizo referencia a la crisis de Venezuela, el Grupo de Lima, el Grupo de Apoyo, la situación política de Nicolás Maduro y la complejidad institucional que causa Juan Guaidó y su respaldo de la Casa Blanca.

La audiencia de Alberto Fernández y el Papa Francisco en el Vaticano

Alberto Fernández explicó a Merkel y Macron que creía que debía abrirse una transición democrática en Venezuela, que el tiempo de Nicolás Maduro estaba terminado, que los bloqueos económicos y financieros ejecutados por Estados Unidos son un camino sin salida, que el Grupo de Lima agoniza, que habría que exhumar el Grupo de Apoyo -un mecanismo europeo que fue congelado por Washington- y que Guaidó es un instrumento americano que no tiene filo ni sentido político.

Merkel en la cena de Berlín, y Macron en el almuerzo en París, coincidieron con el presidente argentino. Y estas coincidencias políticas, acercan a Alberto Fernández a su idea de convergencia Argentina-Europa, y lo alejan de la agenda que privilegia Trump para América Latina. Guaidó estuvo en Washington, visitó el Salón Oval y fue aplaudido en el Capitolio durante el Discurso del Estado de la Unión, un evento político incomparable para sistema de poder americano.

Trump tiene un sistema de relación política que se basa en el quid pro quo: “Yo te doy, vos me das”. Y Argentina, en plena crisis económica y tratando de cerrar un acuerdo con el FMI, tiene poco para dar al presidente de los Estados Unidos. Si a esta falencia estructural, se suma la decisión de dinamitar a los representantes del poder americano en Venezuela, todo podría complicarse para la Casa Rosada.

Donald Trump y Juan Guaidó en la Casa Blanca

A Trump poco le importa la construcción de una posible alianza entre América Latina y Europa vía Argentina, el presidente americano ya decidió que su aliado natural es Jair Bolsonaro, y con el resto de los países de la región aplicará la conocida táctica del palo y la zanahoria. Con Brasil de su lado, la potencia regional en el Cono Sur, Trump puede ejecutar una agenda que le garantiza resultados políticos y económicos.

En plena campaña electoral, Trump necesita a Guaidó y la crisis de Venezuela para traccionar votos latinos, y una acción concertada entre Argentina y Europa para bajarle el precio al líder de la oposición a Maduro es un paso táctico que podría entorpecer la propia agenda de presidencial respecto al FMI y los bonistas con legislación extranjera.

Macron en ascenso, y Merkel en un statu quo descendente, no tienen problemas con su deuda externa y buscan nuevos socios y mercados para reemplazar el Brexit del Reino Unido y atenuar la posible alianza de Londres con DC. Ese es su objetivo de máxima, y Argentina es clave en esa construcción, ya que Brasil está plegado al Salón Oval.

Para la agenda de política exterior que intenta construir Alberto Fernández, estas necesidades estructurales de Francia y Alemania son un incentivo a tener en cuenta, pero el líder regional -Estados Unidos- siempre exige plegamientos: sucedió con Raúl Alfonsín y Carlos Menem, y no cambiará la lógica con la actual administración peronista.

Trump quiere desalojar a Maduro de Venezuela, y con ello expulsar a Irán y Cuba, atenuar la influencia de Rusia y permitir ciertos negocios a China, en la nueva alianza que está construyendo con Xi Jinping. En este contexto, si Alberto Fernández tiene una solución superadora que cumpla estos objetivos, dejará caer a Guaidó y tendrá en cuenta su mirada sobre América Latina. Al contrario, si su plan implica que Maduro ganará tiempo y que Europa aumentará su influencia regional, el presidente norteamericano rechazará la propuesta de su colega argentino.

Alberto Fernández en Berlín

Alberto Fernández posee diferencias ideológicas con Trump y descubrió que tiene cercanías pragmáticas con Merkel y Macron. Exhibe sintonía programática con Sánchez y logró muy buena comunicación con Conte. Es decir: el presidente argentino puede construir una alianza inédita entre Argentina y Alemania, Francia, España e Italia, que serviría para lograr cierto equilibrio con la entente Estados Unidos y Brasil, profundizar el comercio multilateral y, en la pronta coyuntura, disponer de una base sólida para negociar con el FMI.

Raúl Alfonsín lo intentó durante 1984, en la misma situación que se encuentra hoy Alberto Fernández: crisis de deuda, un presidente irascible -Ronald Reagan-, y Europa que se suponía apoyaba a la titubeante democracia argentina. Reagan alzó la voz, y el respaldo geopolítico se transformó en humo.

Wishful thinking puede una ser una palanca de construcción o la pala de una enterrador. Alberto Fernández llegó entusiasmado de su viaje a Europa, y tiene razón en estarlo: en cinco días se entrevistó con Francisco, Merkel, Macron, Sánchez, Conte, Sergio Mattarella y Felipe VI. Ahora mueve Trump.

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