En diciembre de 2015 los ex secretarios de Transporte Juan Pablo Schiavi y Ricardo Jaime fueron condenados a la pena de ocho y seis años, respectivamente, por el hecho que le costó la vida a 51 personas el 22 de febrero de 2012 cuando un tren impactó en el andén. Casi tres años más tarde, en octubre de 2018, el Tribunal Oral Federal 4 sentenció al ex ministro de Planificación Federal Julio De Vido a cinco años de cárcel por su responsabilidad en el mismo hecho.
El juez Claudio Bonadio fue el encargado de impulsar esas dos causas en tándem con los fiscales Federico Delgado y Ramiro González y asegura que es la investigación más emblemática de la que formó parte: “Fue la causa que más me conmovió, porque se trataba de vidas, no de plata”.
“El aspecto humano de esta causa me conmovió desde el punto de vista personal. 51 muertos, uno por nacer, 800 heridos, una víctima muy grave que estuvo internada tres meses en terapia intensiva. En una causa como la de los Cuadernos, en cambio, es sólo plata. Acá hay vidas que se perdieron”, detalla.
La referencia a la mujer embarazada no es casual. Cuando estaba empezando la investigación, Bonadio organizaba encuentros con algunos de los afectados para despejar dudas que pudieran tener con el proceso. “Recuerdo que en las primeras semanas me reunía en mi despacho con familiares de las víctimas. En una de esas reuniones estaba respondiendo preguntas sobre la causa y, cuando estaba terminando, una persona se paró y dijo ‘¿por qué cada vez que usted habla de los muertos no menciona a mi hija que no nació?’. Su mujer, Tatiana, era empleada en el Consulado de Bolivia y estaba yendo en el tren de la tragedia a hacerse una ecografía. Iba a tener una beba, a la que llamaría Uma. Al hombre se le llenaron los ojos de lágrimas y dijo que eso era una gran injusticia. Desde ese momento, digo ‘51 fallecidos y una persona por nacer’”, cuenta.
Como parte de la causa, al día siguiente al choque tuvo que ir a la estación de Once para supervisar las pericias, y lo que vio allí lo marcó: “Los bomberos me contaron que las víctimas estaban pegadas entre sí. Primero probaron con tirar vaselina, después buscaron aceite de cocina que habían pedido en un restaurante de la zona para que los cuerpos resbalaban, pero no había caso. El segundo vagón entró en el primero. Cuando se retiró ya no había algo que empujara los cuerpos pero estaba todos comprimidos entre sí. Había un muchacho aprisionado de la cintura para abajo, que sobresalía de los otros cuerpos. Por una abertura del techo del vagón intentaron tirar para que saliera y fue imposible. Cuando ya no había forma de sacarlos, el jefe de los bomberos les pidió a los médicos que identificaran quiénes estaban muertos, los enlazaban y los sacaban. Recién cuando sacaron el segundo o tercer cuerpo comenzó a descomprimirse el conjunto y pudieron empezar a moverlos”.
Pero ese no fue el único aspecto de la investigación por la Tragedia de Once que le quedó grabado a Bonadio: “En esa causa, además, viví en los primeros meses una innumerable cantidad de presiones, sobre todo para que la responsabilidad por el accidente quedara en el maquinista, Marcos Córdoba”.
“Presiones a través de cómo la defensa estructuraba sus pedidos. Cristina (Kirchner) mandaba al pobre de Julio Alak (entonces Ministro de Justicia) a hacerme preguntas claramente teledirigidas que se las dictaban desde el Ministerio de Planificación. La estrategia era intentar que toda la responsabilidad recayese en Córdoba. No lo tomé mucho en cuenta y en menos de un año estaba lista toda la investigación y la causa fue a juicio”, resalta.
Pero la de la Tragedia de Once no sería la última de las causas relacionadas de alguna u otra manera con casos de corrupción en la que iba a intervenir Bonadio. Luego de que en los primeros meses de 2018 salieran a la luz ocho cuadernos con anotaciones que revelaban supuestos pagos de coimas de empresarios a ex funcionarios de los gobiernos de Cristina Kirchner por la obra pública, el juez procesó con prisión preventiva a la ex Presidente por considerarla “jefa” de una asociación ilícita.
Pero esa decisión del magistrado había llegado varios meses después del comienzo de la investigación, un caso del que se enteró en una reunión con el fiscal Carlos Stornelli en la que el investigador le mostró un archivo de hojas de cálculo “con anotaciones” y “un par de fotocopias de los cuadernos”. “Después, Stornelli arma una reunión un día de abril de 2018 en la que viene el periodista Diego Cabot. Él cuenta la historia del chofer Centeno, de los cuadernos, y dice que en el diario no querían publicarlo hasta que no hubiera una corroboración porque se la iban a pasar contestando demandas”, recuerda.
Tras ese encuentro, al día siguiente volvieron a reunirse, pero esta vez el periodista llevó las fotocopias de los cuadernos en formato digital y “una serie de videos y fotos de una cámara que tenía Centeno”. “Yo había llegado a pensar que la fuente no existía, y que estaba todo armado para proteger a Centeno”, admite Bonadio, que tras analizar las pruebas, decidió incorporarlas a la causa que instruía por la importación de gas licuado, y en la que el principal apuntado era Julio De Vido.
“Alrededor del 15 de abril se da ingreso formal y arranca la investigación. Pero había que corroborar todos esos datos. Para eso ponemos a trabajar al secretario de una fiscalía, a tres secretarios y a un subsecretario del juzgado. Se dividieron los cuadernos. Carolina López Armaz juntó todos los pedazos. Completaron y agrandaron el Excel de Cabot y chequearon los datos, como las patentes de todos los autos que aparecían mencionados. En su toc de anotar todo, Centeno no sólo ponía cosas de estos viajes y desplazamientos sino cosas personales: ‘Llevé al licenciado a infiltrarse… Chelita al Fleming (por la madre de De Vido)’”, explica Bonadio.
Con suficiente experiencia a esa altura de su carrera profesional, el magistrado admite que “lo primero que pensé es que era una tarea de inteligencia para hacerme quedar como un idiota, un pase de factura por las causas de Memorándum con Irán, de dólar futuro, de Los Sauces. Después nos dimos cuenta de la magnitud de lo que había estado pasando. Y creo que Centeno se dio cuenta de que estaban haciendo cosas raras y quería tener algo para decir: que no había tenido nada que ver con todo eso”.
La enumeración de causas en las que la principal protagonista era la ex Presidente no es casual, y para Bonadio, “los problemas con Cristina Kirchner empiezan con las causas de Hotesur y Los Sauces”. “Después de eso realizaron dos denuncias penales, la presidenta y La Cámpora, y denuncias ante el Consejo de la Magistratura. (El ministro de Justicia) Julián Álvarez buscó argumentos de todas las maneras posibles para armarme el jury. Cuando entre (el presidente Mauricio) Macri y (el titular de la AFIP Alberto) Abad ordenaron hacer las auditorias para determinar quiénes habían sido las personas más ‘espiadas’, los nombres que salieron fueron Awada y Bonadio. Desde Hotesur para acá hubo problemas serios, y a partir de 2012 ya hubo un enfrentamiento directo”.
En su carrera como juez, Bonadio identifica “tres grandes etapas para hablar de las presiones”. “La primera es de 1994 a 1999. Ahí no tuve demasiados problemas, conocía el entramado de la situación, en términos de pedir cosas que no correspondieran. Tenía un buen diálogo, era (y soy) tolerante en escuchar y en responder ‘esto se puede, esto no se puede’. No creo que si el juez se aísla eso sea la garantía de que es independiente. Independencia es decir ‘esto se puede hacer, esto otro no. Conseguite un buen abogado’", detalla.
Para el magistrado, la segunda etapa fue durante la presidencia de Fernando de la Rúa: “Al principio la relación era medio ríspida. Era el grupo de Nilda Garré y ese grupo que entró con algún criterio de llevarte por delante. Yo era inconsciente o tenía demasiada confianza en mí mismo pero empecé a crecer. También mandaban a algunos radicales a molestar, tenían una forma muy particular”.
Para el magistrado, el último tramo de su carrera profesional fue “una etapa de total independencia donde, hasta que Kirchner muere, tengo una relación razonable. Hasta 2010 habían consultas con Néstor, con De Vido o con (el subsecretario de Inteligencia de la SIDE Francisco) Larcher. Después de la muerte de Kirchner el tipo de operación fue totalmente a los panzazos, básicamente a través de la SIDE y un grupo de abogados”.
Bonadio no olvida que con Cristina Kirchner en la Casa Rosada desde su juzgado se ordenaron allanamientos en “hoteles y secuestramos documentación de Hotesur. Pero a partir de 2012 comienza el quilombo con el choque de Once. Ahí intentaron por varios lugares que recargara toda la responsabilidad del accidente en el maquinista. Te llamaban y te mandaban mensajes por lo de Once. Eran mensajes amigables, en términos de lo mal que los veían a Jaime y a Schiavi”.
“Las presiones venían por un montón de lugares, me denunciaron en el Consejo de la Magistratura, presentaron una denuncia penal contra mi hijo y otra contra mi hermano. Las presiones van cambiando, pero siempre están”, cierra el magistrado, con un tono que de alguna forma resume lo que fue el cierre de su carrera profesional.
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