En 2006, Alberto Fernández presentó un libro en uno de los salones de la la Facultad de Derecho con un título sugestivo: “Argentina 2020, propuestas para profundizar la transformación”. Había escrito el prólogo del libro y el texto condensaba una serie de propuestas, ideas y diagnósticos sobre el gobierno de Néstor Kirchner y su proyecto hacia el mediano y largo plazo. Más de una década después, la novedad editorial se convertirá en un auténtico ejercicio de “futuro pasado” sobre las controversias y el optimismo de la época.
“En el mundo y en la historia, pocas sociedades como la Argentina han experimentado la extraña sensación de vivir en una eterna oscilación que convierte la euforia en una recurrente frustración”, comentaba el entonces jefe de Gabinete en la introducción. "A lo largo de todo el volumen se van desgranando los dilemas que enfrenta la sociedad argentina actual y se van proponiendo soluciones que suponen, en todos los casos, superar las experiencias vividas”, confiaba.
Premonitorio (o no), el libro publicado hace 14 años por Editorial Lumiere expone llamativas continuidades y rupturas de la historia reciente. Nicolás Trotta, alma mater del texto, es el compilador de un ensayo colectivo que incluye nombres que eran, en su mayoría, segundas y terceras líneas del período inaugural del kirchnerismo y que hoy encabezan ministerios, empresas estatales y organismos clave del gobierno del Frente de Todos.
Sergio Massa, Daniel Arroyo, Miguel Pesce, Matías Kulfas y Eduardo Hecker entre otros, son algunos de los articulistas de Argentina 2020 que, en palabras de Fernández, representaban una “nueva generación política caracterizada por el compromiso y la capacidad de gestionar la cosa pública”. Luego se comprobará que muchos se quedarán en el camino o tomarán otros rumbos político, como el salteño Juan Manuel Urtubey, el ex jefe de Gabinete Juan Manuel Abal Medina (h) y el ex interventor de Santiago del Estero Pablo Lanusse, que poco después se integraría al macrismo.
“Todos ellos jóvenes, parte de una dirigencia que asoma después de la crisis, convencidos de que este es el instante transformador que a modo de oportunidad se nos ofrece, convocados para transmitir sus aportes en busca de esa Argentina soñada que, tal vez, antes que el segundo centenario nos atrape en sus festejos podamos vivir”, resalta el futuro mandatario presidencial.
Era la primera vez que Alberto Fernández apadrinaba públicamente a un grupo de dirigentes y funcionarios en ascenso. Un ritual que se repetirá muchos años después como presidente electo, luego de la victoria de octubre de 2019, con el libro “Hablemos de ideas” (Siglo XXI) y el jefe de Gabinete Santiago Cafiero como principal figura de un colectivo de intelectuales que, también, tendría como objetivo desembarcar en el Estado.
Optimismo y desafíos repetidos
En su escueto prólogo, Alberto Fernández repasa el giro político que significó el acceso de Néstor Kirchner a la Casa Rosada y su interpretación como un “punto final de una clase política caracterizada por el corporativismo", en alusión a la proclama popular que estalló en 2001 con el “Que se vayan todos”.
“La política ha comenzado a recuperar paulatinamente prestigio social en tanto y en cuanto defiende a los intereses que dice representar", definía.
Fernández focalizaba en varias de las demandas de la sociedad civil de aquella coyuntura y seguirán teniendo actualidad, como el reclamo de “mejores jueces”, conseguir el “equilibrio fiscal” en las cuentas públicas, lograr la “estabilidad económica” y profundizar las políticas de desendeudamiento del Estado.
“Y ello es así pues la ciudadanía ya no admite que la calidad institucional se proclame mientras la impunidad es la regla. No admite que la educación formule programas a los que la pobreza impide acceder ni que el desorden fiscal se pague con endeudamiento o ajustes que conducen a la falta de trabajo”, planteaba.
A lo largo de las cuatro páginas del prólogo, Alberto Férnandez subraya los efectos de la deuda externa y la crisis que se desencadenó tras la caída del modelo de convertibilidad. Las líneas podrían encajar, nuevamente, en sus discursos de campaña de 2019. La ciudadanía, reflexiona en el añejo texto, "tampoco admite que la macroeconomía condene a la vida cotidiana, que nuestro futuro se diseñe en los organismos internacionales de crédito o que nuestro ingreso al mundo global se vuelva tortuoso y perjudicial solo por nuestra condición de país periférico”.
En el artículo “Hacia la Argentina de 2020”, Nicolás Trotta expone los principales ejes que debería sortear el proyecto nacional del viejo Frente para la Victoria. Definido en el prólogo de Alberto Fernández como un funcionario “brillante”, el entonces director de la Escuela nacional de Gobierno se refiere al "doble desafío de asumir y administrar el legado gravoso de una Argentina residual y caduca, mientras nos abocamos a la apasionante tarea de ir trazando y construyendo las bases definitivas de una Argentina justa”.
“¿Cómo imaginamos la Argentina de 2020?; esa es la pregunta que debemos formularnos para precisar cada acción. Los resultados pretendidos se fortalecerán de cara a la agenda que se defina. Podemos imaginar un país inmerso en una crisis, como en el 2001, o uno justo e igualitario preocupado por la prosperidad de la región", reflexiona el pujante fundador de “Jóvenes K”, la agrupación juvenil alineada con Néstor Kirchner que precedió a La Cámpora.
El futuro ministro de Educación dialoga con diversos autores y ensayistas sobre las causas y efectos del período neoliberal, que se remontan desde los ajustes económicos de la última dictadura militar a las presidencias de Carlos Menem y Fernando de la Rúa. Sugiere propuestas diversas como la intervención del Estado en las empresas centrales de la economía, el aumento del presupuesto en ciencia y tecnología al 6%, y resalta la necesidad de una integración regional a través de la Comunidad Sudamericana de Naciones", con Brasil y Argentina con un “rol preponderante” en la conducción del proceso.
Otros autores son menos ambiciosos con las proyecciones y prefieren realizar un repaso de los resultados de su gestión en el marco de los tres años de gobierno de Frente para la Victoria, como el entonces viceministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo o Sergio Massa. El director ejecutivo de Anses, hoy presidente de la Cámara de Diputados, marcaba las falencias del sistema previsional como la baja cobertura, la debilitada tasa de sustitución de los nuevos jubilados o la sustentabilidad financiera del conjunto de la protección social. También criticaba el esquema de capitalización privada de las AFJP, cuyos fondos serían reestatizados en 2008 con el padrinazgo del ex ministro de Economía, Amado Boudou.
“Las consecuencias de haber reformulado el sistema anterior a 1994 con visiones no solidarias y con instrumentos de mercado no acertados, han debilitado aun más el sistema jubilatorio nacional llevándolo a una situación que es necesario rever y reparar para evitar que no se siga profundizando la crisis”, resume Sergio Massa. Catorce años después, en el Frente de Todos se reconoce que el sistema previsional aún presenta debilidades y que sus fórmulas de cálculo de los haberes deben ser modificadas.
¿Una transformación “inmortal”?
En 2006, Matías Kulfas y Eduardo Hecker ocupaban, respectivamente, los cargos de Subsecretario de Pymes y la presidencia de la Comisión Nacional de Valores (CNV). Tras tres mandatos gubernamentales, asumieron el 10 de diciembre como titulares del Ministerio de Producción y del Banco Nación.
En “Una estrategia para el desarrollo económico”, los jóvenes funcionarios ya advertían que se distanciaban de la “corriente de pensamiento que postula que, “garantizando cierta estabilidad macroeconómica y otros aspectos “fundamentales” del funcionamiento económico, el crecimiento de largo plazo se encuentra en cierto sentido asegurado y favorece el mejoramiento de los indicadores sociales”. Cuestionan, en tándem, “el papel subsidiario del Estado” y propone las experiencias de desarrollo industrial de países asiáticos como Japón, Corea del Sur, Taiwan y Singapur.
“La estabilidad macroeconómica con un régimen que sostenga precios fundamentales para el desarrollo (como la tasa de interés, el tipo de cambio y la inflación) en niveles adecuados y que no genere un sesgo anti productivo es condición necesaria para alcanzar el desarrollo. Sin embargo no es suficiente", sentencian Kulfas y Hecker. Los autores, en cambio, proponen redefinir el diseño institucional, utilizar la banca pública como promoción del desarrollo, y otorgar subsidios a sectores productivos considerados “estratégicos” pero bajo la condición de cumplir objetivos explícitos, como aumentar las exportaciones o crear empleos.
“El incumplimiento de las metas podía incluso llevar a la perdida de la propiedad de la empresa a sus accionistas”, resaltan los funcionarios de Alberto Fernández. Y advierten que deben existir políticas específicas, donde se prioricen las “inversiones en ramas de alta tecnología”. “Algunas pymes puedan transformarse en grandes empresas en el mediano plazo, nada hay de malo en ello. Hay que detectar potencialidades de crecimiento, exportación e innovación", sugieren Kulfas y Hecker.
El resto del libro incluye ensayos sobre temáticas diversas, como organismos de control, medio ambiente, defensa o los dilemas del movimiento obrero. Algunos de los articulistas siguen en la primera línea del Frente de Todos, como el secretario general del Suterh, Víctor Santa María, el legislador porteño Matías Barroetaveña, el ministro de Seguridad santafesino Marcelo Saín o la diputada nacional Mara Brawer.
Si en algo coinciden varios de los autores de la compilación es el espíritu de “oportunidad”. Los más enfervorizados, apelan a la retórica fundacional. En ese grupo reaparece Trotta, aunque ya desde entonces admitía las dificultades que presentaba el ideal del proyecto kirchnerista en sus inicios.
“Un proyecto nos permite marcar un camino colectivo de construcción social, cultural, política y económica. Dista imposible conquistar en quince años un país con pleno empleo, con justa distribución de la riqueza y la propiedad, que se refleje en una reconversión cultural de nuestra sociedad", se sinceraba el coordinador de los equipos técnicos del Frente de Todos. Sin embargo, confiaba en la promesa de un proyecto político que carecía de un polo antagónico: por entonces, Mauricio Macri hacía sus primeros pasos en la política y soñaba con ganar en elecciones la jefatura de Gobierno porteño.
“Nos debe motorizar el desafío de lograr una transformación inmortal, entendida como aquella que trasciende diferentes generaciones y que no es de un gobierno o de un partido político sino de la sociedad que permite consolidarla”, concluía el actual ministro de Educación.
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