(Enviado especial a Berlín) Alberto Fernández logró esta noche en Berlín que Angela Merkel apoyara la negociación de la Argentina ante el Fondo Monetario Internacional (FMI), reveló a Infobae un vocero de la delegación oficial que estaba al lado del Presidente cuando la canciller alemana aseguró que respaldará al país en su estrategia de pagar la deuda externa cuando haya estabilidad económica y crecimiento constante del Producto Bruto Interno (PBI).
La respuesta política de Merkel al plan presidencial de negociación de la deuda externa surgió durante una cena que se celebró en el séptimo piso de la Cancillería de Alemania. Al principio del encuentro oficial, Merkel levantó la copa y brindó por Argentina y Alemania, y Alberto Fernández repitió el agasajo en un clima distendido y de aproximación personal entre dos jefes de Estado que hacia mucho tiempo que no se veían.
Tras el brindis en alemán y español, y mientras servían un plato a base de conejo al horno, Alberto Fernández no perdió tiempo y avanzó sobre su estrategia de negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El presidente argentino explicó a la canciller alemana que no estaba dispuesto a aceptar planes de ajuste a cambio de postergación del pago de la deuda externa heredada, y que su propuesta consistía en “crecer y después honrar la deuda”.
Merkel terminó de escuchar la traducción oficial de los argumentos presidenciales, consultó en voz baja a un ministro que estaba sentado a su lado, y fue directa:
-Estoy de acuerdo. Lo vamos a respaldar-, dijo.
La cena fue con agenda abierta y ambos mandatarios aprovecharon el tiempo -más de dos horas- para preguntarse mutuamente temas de interés común. Alberto Fernández explicó a Merkel porque era importante evitar que la deuda externa se convierta en una carga para los países emergentes, y la canciller indagó sobre los levantamientos sociales en Chile, Bolivia y Colombia.
“Hay mucha asimetrías en esas sociedades, y la gente salió a la calle para reclamar lo que considera propio”, argumento Alberto Fernández.
Frente a esta respuesta, la canciller no dudó un segundo:
-¿Y por qué no sucedió en la Argentina?-, preguntó.
-Porque en Argentina hubo elecciones-, replicó, lacónico, el Presidente.
En este contexto, y cuando ya había llegado el bife de lomo con papas rústicas y tomates rellenos, Alberto Fernández describió la situación económica heredada y el mito sobre su gestión presidencial desplegado por Macri en todas las cumbres que protagonizó u organizó en sus cuatro años de mandato.
“Macri decía que estaba todo bien, y que si nosotros ganábamos, Argentina iba rumbo al populismo”, aseguró el Presidente.
-Cuando estuve en el G20 de Buenos Aires, nos decían que estaban bien-, completó Merkel.
Y no agregó nada más.
Antes de los postres, Alberto Fernández reveló que había hablado de ella con Francisco. Y lo elogioso que había sido respecto a su inteligencia y su manejo del poder. Merkel se sintió halagada con la anécdota y luego deslizó un comentario filoso sabiendo que va a llegar sin escalas a Santa Marta.
-El Papa nunca vino a Alemania..., acicateó la canciller.
El presidente, en un gambito de asamblea universitaria, protegió al Papa.
-Tampoco vino a la Argentina. Elige lugares más difíciles. Me dijo que ahora va al África.
La crisis social y política en Venezuela también fue abordada en la cena. Alberto Fernández consideró que la salida es consensuada, que todas las partes del conflicto tienen que estar en la mesa de negociaciones y se mostró respetuoso por el papel que está jugando el denominado Grupo de Contacto. Merkel volvió a coincidir con el presidente y dejó trascender que pudo haber sido un error geopolítico reconocer a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela.
Mientras discurría la conversación, casi un diálogo informal entre dos amigos lejanos, la delegación argentina escuchaba en silencio y no podía crear la química que había entre los dos jefes de Estado. Allí estaban el canciller Felipe Solá, el ministro de Economía, Martín Guzmán, el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, el jefe de Gabinete de la Cancillería, Guillermo Justo Chavez, y el embajador en Alemania, Pedro Villagra Delgado.
-¿Qué piensa de la influencia de China en América Latina?-, preguntó Merkel.
-Los chinos en la región, hacen lo mismo que están haciendo en África: quieren los recursos naturales y los alimentos-, contestó el presidente.
El tiempo formal de la cena había concluido, pero Merkel no paraba de preguntar. Alberto Fernández, distendido, no paraba de responder. “Lo bueno de las cenas es que pueden ser más largas que los almuerzos”, argumentó la canciller. Y remató; “le puede hacer dos o tres preguntas más”.
-Por supuesto, lo que usted quiera...-, afirmó el Presidente.
Cuando los restos de la marquise de chocolate comenzaban a derretirse, la cena terminó como había iniciado: en un clima distendido y sin segundas intenciones. Merkel conoció como pensaba el presidente argentino -enterrando los prejuicios-, y Alberto Fernández se llevaba de Berlín el apoyo de Alemania en su negociación con el FMI.
Cuando llegó al hotel Regent, en una noche lluviosa y fría, un colaborador se acercó al Presidente y le preguntó al pasar.
-¿Y qué onda, Merkel?
Alberto Fernández lo miró con cara de cansado, y no dudó: “Vivísima”.