Unas huellas sin dueño habían quedado en el departamento de Alberto Nisman. Una escena del crimen que no se caracterizó, precisamente, por la abundancia de huellas. Ni las marcas de los dedos de Nisman, para los creyentes en la hipótesis del suicidio, ni los dedos de su asesino, para los que creen en el homicidio, quedaron en el arma. La sangre del fiscal cubrió todo. Pero en la causa había tres rastros dactilares que no habían podido ser identificados.
Estaban ahí, sobre la puerta interna que comunica la cocina con el pasillo de distribución del departamento en el que vivía el fiscal que había denunciado a la entonces presidenta Cristina Kirchner. En marzo pasado, a los investigadores que están al mando del fiscal Eduardo Taiano se les ocurrió pedirle a la Superintendencia de Policía Científica de la Policía Federal Argentina que informara si los nombres de 87 personas que ellos les indicarían estaban registradas en el Sistema Automatizado de Identificación de Huellas Dactilares (A.F.I.S.).
Entre las 87 personas, estaban desde la madre de Alberto Nisman, Sara Garfunkel, y su amiga Marta Chagas, que entró con ella al departamento de Nisman en la noche del domingo 18 de enero de 2015, hasta la hoy ex fiscal Viviana Fein, el juez Manuel de Campos y el ex secretario de Seguridad Sergio Berni. Ellos tres están imputados por el fiscal Taiano en la causa por el presunto encubrimiento de la muerte de Nisman, un expediente en donde se rumorea en tribunales que se vienen preparando pedidos de indagatoria.
Según pudo reconstruir Infobae, las huellas sin dueño en la casa de Nisman estaban desde el 2015, en los primeros tiempos de la causa. En marzo, como una forma de encontrar una respuesta a esa incógnita, se mandaron los 87 nombres de las personas que habían estado en el departamento. La mayoría pertenecían al operativo. Treinta y cinco de esas 87 personas no estaban en ese registro AFIS, por lo que se ordenó incluirlos. El 14 de marzo, la respuesta llegó a la fiscalía.
Tras someter nuevamente a la búsqueda en el Sistema A.F.I.S., “los tres rastros útiles para establecer identidad papiloscópico, que ya fueran cotejados en el marco de la pericia n° 61/2015 de la División RASTROS”, apareció una coincidencia con la estampa de un dedo medio y un anular derecho. Eran de Horacio Nicolás Aranda, uno de los prefectos que estuvieron esa madrugada del 19 de enero de 2015 en el departamento.
Según se desprende de la causa, Aranda era jefe de Servicio de la División Seguridad de Puerto Madero. Se enteró a través de un llamado telefónico al comando radioeléctrico de que en la calle Azucena Villaflor 450 habría una persona fallecida. Le encomendó al oficial del sector, el prefecto Walter Alegre, que se trasladara hasta el lugar para ver qué es lo que estaba sucediendo. Una vez allí, Alegre le comunicó que se trataba del departamento del Dr. Nisman, por lo que inmediatamente se trasladó hasta el lugar. Eran las 23 del domingo 18.
Cuando ya estaba en el departamento, según consta en el trabajo de la fiscalía, “el prefecto Aranda se dirigió hacia el dormitorio principal y la madre de Nisman le hizo saber que su hijo había fallecido en el baño. Por tal motivo, se acercó al baño y observó que la puerta se encontraba abierta, aproximadamente un centímetro de luz, y que en su interior había una gran cantidad de sangre. Consecuentemente, ordenó a sus subalternos que se contactasen con el SAME, llamado que se llevó a cabo desde el comando radioeléctrico de la División de Seguridad de Puerto Madero -sita en la calle Macacha Güemes 151 de esta ciudad-“.
Al salir de ese ambiente, el prefecto Aranda se encontró con uno de los custodios del fiscal Nisman, quien se encontraba hablando por teléfono con la jueza Sandra Arroyo Salgado, quien pedía que se tomaran precauciones.
Aranda también le preguntó a Sara Garfunkel si había estado usando la computadora que había en la segunda habitación. La mujer le respondió que no, que así, encendida, estaba cuando entraron al departamento. Frente a la computadora, había un celular que sonaba y vibraba todo el tiempo y se veía a través de su pantalla que estaban entrando llamados.
Los detalles reunidos por la fiscalía añaden que, a las 23:30, Aranda le ordenó al cabo segundo Artemio Ramos que “se quedara custodiando en la puerta del baño del dormitorio principal, a los fines de que ninguna persona pudiera acceder”. Se fijaron otras consignas en el pasillo que da al living del departamento (ya que allí había documentación) y en el dormitorio en el que se había hallado la computadora encendida. Aranda también “impartió la directiva de que la madre se quedara en el dormitorio principal y que no tocase absolutamente nada”.
Tras pasar el reporte a sus superiores fue Aranda el que se contactó con el Dr. Diego Donarini, secretario del Juzgado de Instrucción 25, ocasión en la que este le indicó que por tratarse de un “N.N.” debía contactarse con la fiscalía de turno, puntualmente la Fiscalía de Instrucción 45. También habló con el secretario de la fiscalía Bernardo Chirichella, quien le ordenó que no se tocara nada y que se preservara todo el interior del inmueble.
El nombre de Aranda está incluido entre la lista de las personas que se movieron por el departamento esa noche. Pero es uno de los más subordinados de los que desfilaron por el lugar. El fiscal Taiano, en cambio, apunta a los “jefes”.
En un dictamen que firmó en 2016, reclamó saber si las irregularidades en la preservación de las pruebas en la casa de Nisman fueron parte de un plan para encubrir el móvil de su muerte. Allí imputó a la fiscal Viviana Fein, ahora jubilada; el juez De Campo; contra el ex secretario de Seguridad de Nación Sergio Berni (hoy ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires) y el ex jefe de la Policía Federal Román Di Santo, entre otros.
Según fuentes judiciales, que las huellas pertenezcan a uno de los que estuvieron en el departamento demuestra “lo desprolijo que fue el procedimiento: los propios preventores dejaron sus huellas en el lugar”.