La jugada de Alberto Fernández para seducir a una provincia rebelde como Córdoba ya empezó: premio a los peronistas que se jugaron por él

El gobernador coqueteó con Macri y se mantuvo prescindente toda la campaña. Detrás del senador y presidente del PJ, Carlos Caserio, se encolumnaron varios intendentes. Cómo “pagó” el Presidente ese apoyo

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Alberto Fernández con Carlos Caserio y el nuevo secretario Walter Saieg durante la campaña en Córdoba
Alberto Fernández con Carlos Caserio y el nuevo secretario Walter Saieg durante la campaña en Córdoba

El dato lo difundió el equipo del gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti. El cordobés se convirtió ayer al mediodía en el único mandatario que hasta ahora fue invitado a almorzar en el despacho del ministro del Interior, Eduardo ‘Wado’ de Pedro. Justo él, que detesta al kirchnerismo y que resistió las presiones del PJ en su provincia y prefirió no acompañar la candidatura de Alberto Fernández y Cristina Kirchner y hasta tuvo gestos amistosos y reiterados con Mauricio Macri.

Cuando ya habían arrancado se sumó a la mesa Máximo Kirchner. Fue el primer contacto personal entre ambos, con De Pedro como exitoso mediador. El diputado no se quedó a comer el bife con ensalada que sirvieron; en el primer piso lo esperaba el Presidente a quien le contó, satisfecho, la conversación que acababa de tener. La bien fundada enemistad de Schiaretti con su madre se mantiene y la hereda. Sin embargo, hasta el gobernador más opositor pasó por Casa Rosada y el cordobés, aunque tardó, también entabla lazos institucionales.

Durante la campaña, cuando Alberto Fernández se empoderaba apoyado en los gobernadores como contrapeso al poder del kirchnerismo duro y la habilidad de Sergio Massa, tuvo tres reuniones a solas con el cordobés siempre en territorio provincial. La cuarta fue este último diciembre y con el pleno de los gobernadores que firmaron en la Casa de Gobierno el consenso fiscal. Aunque se aliviaron tensiones, Schiaretti nunca dio el brazo a torcer y mantuvo incólume su “cordobesismo”. Ayer fue tan amable como sus anfitriones.

“Van a tener con El Gringo el mismo trato respetuoso que tienen con otros gobernadores”, comentó a Infobae alguien que lo conoce muy bien pero que reporta al Presidente. La misma fuente recordó que la primera reunión institucional de Alberto Fernández con gobernadores, seis días después de asumir, la tuvo con Gustavo Valdés, Rodolfo Suárez y Gerardo Morales. Los radicales de Corrientes, Mendoza y Jujuy fueron informados por el propio jefe de Estado sobre la ley de emergencia que enviaría al Congreso. Entre ese encuentro y el almuerzo de ayer pasaron todos los gobernadores por distintos despachos, como el del jefe de Gabinete, Santiago Cafiero; del ministro del Interior; el del secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, y por varios otros ministerios, entre ellos Economía, Transporte, Obras Públicas y Producción. La llegada de Schiaretti después del resto probablemente sea una señal de su ‘tercera’ y distante posición.

La convivencia es una necesidad mutua. El naciente “albertismo” (aunque el Presidente reniegue del término) necesita hacer pie en una provincia donde acaban de silbarlo en el Festival de Jesús María y donde las encuestas siguen marcando recelo por él. Tras su contundente triunfo en las PASO, Fernández se había esperanzado con Córdoba, pero volvió a ser derrotado a pesar de sus esfuerzos, de sus viajes y de sus reiterados pedidos de perdón por el destrato sufrido en época cristinista cuando él ya se había alejado del poder. No se dará por vencido y buscará seducir al electorado para la contienda de medio término que tendrá lugar el próximo año. Y, además, premió en forma contundente a varios dirigentes que le fueron incondicionales en una difícil campaña.

En el reparto de cargos, el Presidente, que monitorea cada designación en secretarías y subsecretarías para “lograr equilibrio” entre los socios del Frente de Todos, benefició a los que se jugaron por él y desoyeron a Schiaretti. Tal vez haya sido también una compensación a Carlos Caserio, presidente del PJ de Córdoba, que renunció al cargo por decoro tras pasarse al albertismo. “Soy peronista”, dijo siempre, y marcó a Mauricio Macri como su límite.

El primer signo de independencia de Caserio fue reemplazar a Miguel Ángel Pichetto como jefe del bloque justicialista en el Senado cuando aceptó la oferta de Mauricio Macri para ser su compañero de fórmula. El resto de sus pruebas de lealtad son conocidas, ordenó y alineó al bloque detrás suyo. Sin embargo, ni fue ministro ni jefe del bloque para este año.

Doce años después de la última conversación que tuvieron Caserio y la vicepresidenta, se reencontraron para conversar. Así definieron que él no sería ministro de Transporte ni jefe de bloque. Y tras un prudencial tiempo de reflexión, el cordobés aceptó la presidencia de una comisión estratégica, la de Presupuesto y Hacienda, que en marzo tendrá que terciar por el presupuesto que envíe el Ejecutivo nacional.

A punto de cumplir 70 años, Caserio decidió ponerse a disposición, evitar problemas y reforzar el PJ en su provincia. Su argumento: al peronismo le costó 40 años llegar al poder (José Manuel de la Sota intentó sin éxito tres veces ser gobernador, lo logró en la cuarta oportunidad) y lleva seis años de mandato en un distrito donde a nivel nacional siempre pierde. Tal vez por eso Schiaretti prefirió estar cerca de Mauricio Macri mientras se le rebelaba parte de la tropa bajo el pedido de unidad de Caserio. Tras una discusión el senador y el gobernador nunca más volvieron a hablar.

El ministro Katopodis y Martín Gill junto a los intendentes de Las Higueras y Villa Nueva, dos localidades cordobesas
El ministro Katopodis y Martín Gill junto a los intendentes de Las Higueras y Villa Nueva, dos localidades cordobesas

El “premio” a Caserio tuvo sabor a derrota y generó inmediato malestar entre el peronismo no K. ¿Cristina manda?, se reiteró la pregunta mientras el senador recibía el llamado de la Casa Rosada. Dicen que el propio Presidente le pidió nombres para el Ministerio de Transporte que finalmente ocupó el massista Mario Meoni. El primer premio a los cordobeses fue la Secretaría de Gestión del Transporte, con poder de gestión sobre el territorio y manejo de la política aérea, ferroviaria y marítima, que quedó en manos de Walter Saieg, legislador provincial y ex intendente de Alta Gracia. El segundo fue para Gabriel Bermúdez que dejó la Secretaría de Transporte de Córdoba para asumir como subsecretario de Transporte Automotor. Por las manos de Bermúdez pasan, entre otras resoluciones, los subsidios.

A esas dos designaciones se sumó una en el Ministerio de Obras Públicas. Gabriel Katopodis puso al frente de la poderosa Secretaría de Obras Públicas a Martín Gill que tiene aspiraciones en Córdoba, incluso algunos hablan de que algún día iría por la gobernación. El intendente de Villa María, la tercera ciudad de la provincia de Córdoba, fue uno de los que picaron en punta y casi en soledad con Caserio tras lograr en junio su reelección con el 54,5% de los votos, incluso antes de que Natalia de la Sota pidiera el voto para los Fernández. Con él se sumaron varios intendentes que apoyaron la lista corta de candidatos a diputados nacionales pero hicieron campaña abiertamente por Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Incluso hubo ejercicio de docencia, tijeras en mano.

La cuarta designación no causó sorpresa. Feminista y militante del kirchnerismo duro, la cordobesa Cecilia Merchán acaba de asumir como secretaria de Políticas de Igualdad y Diversidad del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad.

Otro cordobés, cercano a Cristina Kirchner, quedó a cargo del Observatorio de Derechos Humanos del Senado. Se trata de Martín Fresneda, abogado, hijo de desaparecidos, ex diputado y ex secretario de Derechos Humanos de la Nación.

La ministra Elizabeth Gómez Alcorta con su equipo, entre ellas la cordobesa Cecila Merchán (@EliGAlcorta)
La ministra Elizabeth Gómez Alcorta con su equipo, entre ellas la cordobesa Cecila Merchán (@EliGAlcorta)

Al premio, prometen los dirigentes con los que habló Infobae, le responderán “con mucho trabajo y lealtad” al tiempo que por hora no se alejan del peronismo cordobés. De hecho, el espacio alineado con la Casa Rosada tiene 15 legisladores en la Unicameral pero dentro del bloque oficialista y también autoridades locales en el PJ y un centenar de intendentes y jefes comunales que no se definen como “cordobesistas” porque, sostienen, “si a la Argentina le va mal, a Córdoba también”. Aclaran de todos modos que “no somos oposición al gobierno provincial” siempre y cuando “nos respeten a todos”. Suena a advertencia. Y “todos” incluye a los referentes del PJ y también a los de La Cámpora que lidera la diputada Gabriela Estévez.

Atento al cruce y al crecimiento que la vidriera nacional podría darle al quinteto de cordobeses albertistas, Schiaretti también jugó fuerte. Buscó en las ciudades de los “desleales” y eligió a tres de sus rivales para integrar su equipo. Facundo Torres, Eduardo Accastello y Esteban Avilés tienen disputas de poder territorial justamente con Caserio, Saieg y Gill y ahora son ministro de Gobierno, ministro de Industria y Comercio y presidente de la Agencia de Turismo, respectivamente. El almuerzo de ayer en Casa Rosada volvió a dejar la mano empardada.

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