“La serie sobre Nisman no saca conclusiones, pero deja en evidencia las mentiras de algunos personajes”. Esta frase sobre el documental en seis capítulos que fue estrenado el 1 de enero no corresponde a un espectador cualquiera. Lo dijo Diego Lagomarsino, procesado como partícipe necesario del homicidio del fiscal que había denunciado a la entonces presidente Cristina Kirchner por traición a la Patria.
Lagomarsino aprovechó la aparición de la serie para contraatacar con su verdad: según él, no fue parte de ningún plan. Y no pertenece a ningún servicio de Inteligencia. Sin embargo, a cinco años de la muerte de Nisman, su relato sigue teniendo inconsistencias, por dentro y por fuera del expediente. Desde el primer momento que Lagomarsino saltó a la prensa para aclarar su situación dio varios datos que, andando el tiempo, chocaron con otros testimonios. Uno de los aspectos no profundizados al principio fue su declaración respecto a la ropa que vestía el fiscal cuando le fue a entregar la Bersa 22. Otra, la forma en que Lagomarsino se enteró de que había aparecido muerto su jefe y la verdadera relación que tenía con el fiscal encargado de la causa AMIA.
Una extraña aclaración
En la primera entrevista que el licenciado en informática dio a un medio nacional, habló mucho y contó su relación con Nisman, con detalles en apariencia menores, en su afán por mostrar cierta distancia en la relación jefe-empleado. A mediados de febrero, a menos de un mes de la muerte del fiscal, le dijo al periodista Pablo Plotkin: “Me chocaba verlo con ropa de gimnasia. De hecho, cuando fui ese sábado al departamento, me acuerdo que no me chocó. Estaba con jean y camisa, ponele. Era un tipo muy clásico para vestirse". ¿Qué finalidad tenía en esa entrevista saber los gustos de moda de Nisman? ¿Por qué Lagomarsino reveló que “ese día” no le chocó porque estaba con jean y camisa?
El especialista en informática reafirmaba en la prensa algo que había dicho con menos detalle en su declaración del 19 de enero ante la fiscal Viviana Fein. Así quedó asentado en prosa judicial: “Que cree que Nisman estaba vestido con un pantalón largo. Que se retiró por la puerta principal…”.
Si Nisman estaba vestido con pantalón largo -y no como le chocaba a Lagomarsino de pantalón corto-, eso permitía deducir que había pasado un buen lapso de tiempo desde que le entregó el arma y se produjo la muerte violenta que conmovió al país porque el fiscal apareció con un tiro en la cabeza en su baño, con las ropas ensangrentadas: una remera blanca y un pantalón corto, “la ropa de gimnasia”.
Los dichos de los custodios lo contradicen
Pero cuando comienzan a tomarse los testimonios también declaran los custodios, entre ellos el sargento Néstor Durán, que había subido junto a Lagomarsino el sábado 17, alrededor de las 20. Ambos serían los últimos en ver con vida al fiscal. Cuando le preguntaron al policía por la ropa de Nisman dijo que creía haberlo visto con “bermudas oscuras y una remera blanca”. Con esas prendas, que vio Durán y no Lagomarsino, apareció muerto el hombre que había provocado un revuelo internacional con su denuncia contra medio gobierno por el Pacto con Irán.
No llamaría la atención que dos testigos puedan recordar cosas diferentes, lo llamativo es el esfuerzo que puso Lagomarsino cuando le aclaró al periodista que le molestaba cuando Nisman se vestía con ropas de gimnasia, y que justo el día que fue a entregarle el arma “no le chocó porque estaba de jean”.
El 20 de abril de 2015, tres meses después de la conmoción nacional por la muerte de Nisman, declaró el suboficial Armando Niz, el custodio que subió con Sara Garfunkel, la madre del fiscal, y descubrió el cadáver que no dejaba abrir la puerta del baño. “¿Cómo concluyó que era Nisman quien estaba detrás de la puerta?”. “Por el short y remera”, respondió Niz. Y agregó: “Cuando estaba en su casa andaba vestido con short y remera o con pijamas. Andaba descalzo en su casa. Reconocí la ropa que tenía puesta. El short era negro y la remera de mangas cortas color blanca”. El policía Niz había reconocido al fiscal por la ropa que llevaba Nisman el día anterior, cuando Lagomarsino le entregó el arma.
En las fotos que se tomaron durante el levantamiento de pruebas, pese a que la cama estaba desarreglada como si Nisman hubiese dormido la noche anterior, se puede ver el pijama doblado, sin usar, prolijo sobre una butaca. El horario de la muerte de Nisman primero se ubicó al mediodía del domingo, pero luego se demostró que podría haber sido más cerca de la hora en que Lagomarsino lo visitó en el crepúsculo del sábado. ¿Llegó a dormir el fiscal esa noche?
Los testimonios de los custodios que contradijeron a Lagomarsino le hicieron corregir sus declaraciones. Cuando el fiscal Eduardo Taiano lo llamó a indagatoria el 14 de noviembre de 2015, el ahora acusado de partícipe necesario cambió su declaración. Aprovechó cuando le preguntaron si Nisman echó llave cuando lo hizo pasar al departamento aquella tarde de sábado y Lagomarsino respondió: “No lo sé, cuando entré al departamento cerró la puerta y luego puso la traba de arriba con rosca, sin llave. Siempre hacía eso. No recuerdo cómo estaba vestido”, dijo como al pasar. De aquel detalle de “jean y camisa” a este olvido solo habían pasado nueve meses.
La estrategia de Lagomarsino para alejarse de la hora de muerte de Nisman naufragó hasta en el expediente, pero llama la atención que una “mente brillante”, como lo definen algunos de sus conocidos, caiga en esos errores no forzados. O tal vez es una coartada adecuada para que las miradas se desvíen en detalles y no en otras cuestiones incómodas que derivan de las sospechas iniciales: por qué tenía una cuenta con 600.000 dólares en el extranjero compartida con Nisman y Sara Garfunkel, cuál era su verdadera relación con los servicios de inteligencia y por qué tuvo que hacer callar la espontaneidad de sus padres. Pero esa es otra historia.