Felipe Solá arribó a la Ciudad de México para explicar en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que Alberto Fernández desea construir una agenda geopolítica que sea equidistante de Estados Unidos, respetuosa de las distintas ideologías que conviven en la región y capaz de mejorar la vida cotidiana en un continente plagado de asimetrías económicas y sociales.
Desde esta perspectiva diplomática, Felipe Solá hará hincapié en la crisis de Venezuela y la posición golpista de Nicolás Maduro, que mereció el repudio de todo el continente: desde Chile a Estados Unidos. El canciller se trasladará al hotel Sheraton Reforma y en ese lugar comenzará a trajinar una agenda competa de reuniones bilaterales, adonde la situación del régimen populista será el tema clave de las conversaciones bilaterales.
La CELAC exhibe tres características institucionales que pueden facilitar las intenciones del presidente argentino: reúne a todos los países de América Latina, no tiene influencia directa de la Casa Blanca y su programa se basa en un concepto de desarrollo diseñado en las Naciones Unidas.
El canciller protagonizará una agenda apretada y compleja que estará influida por la crisis en Venezuela, la situación institucional en Bolivia y el proceso electoral en la Organización de Estados Americanos (OEA). Solá abordará estos temas con sus colegas de la CELAC, pero también desea explicar en el foro multilateral la mirada que Alberto Fernández tiene de la región y sus relaciones diplomáticas y comerciales con el mundo.
En este sentido, el canciller argentino mantendrá hoy reuniones bilaterales con las delegaciones de Cuba, Ecuador, Perú, Surinam y Guyanas. La cumbre de la CELAC inicia mañana con un discurso de apertura de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), presidente de México, y su objetivo fundamental es despabilar un foro regional que está acechado por el Grupo de Lima, el Prosur y la propia OEA.
Alberto Fernández tiene intenciones de construir su propio liderazgo en América Latina y en simultáneo necesita del respaldo de Donald Trump para negociar en igualdad de condiciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Son hechos políticos que podrían complementarse si el presidente argentino compartiera la misma metodología política que ejecuta su colega de los Estados Unidos.
El gobierno peronista considera que Nicolás Maduro debe participar en las negociaciones para salir de la crisis de Venezuela, desconfía del Grupo de Lima, apoya todas las actividades políticas de Evo Morales y dudó en mantener a Hezbollah en la lista oficial de organizaciones terroristas.
La administración republicana, en cambio, considera que la transición venezolana debe iniciar con la captura de Maduro, avala la actuación del Grupo de Lima, considera que Evo Morales se excede en el uso de su status de refugiado en la Argentina y sostiene que Hezbollah es una red fundamentalista que opera a nivel global sostenida por Irán.
En este contexto, Alberto Fernández hizo un gesto diplomático que coordinó con su aliado y amigo López Obrador: cuestionó el golpe parlamentario de Maduro contra Juan Guaidó y a su vez se negó a firmar la declaración del Grupo de Lima. Un típico movimiento de la escuela diplomática mexicana, que la Casa Blanca -a través del halcón Eliott Abrams- agradeció en público.
Alberto Fernández y Trump tienen diferencias sobre Venezuela, pero hay una paz tácita porque Estados Unidos necesita a la Argentina para encontrar una salida al laberinto. El presidente peronista habla con el líder populista, conversa con el asesor americano Abrams y fue muy cauto cuando desde Caracas llegaron estrepitosos elogios a su comienzo de gestión. Sabe que sus chances de influir se sostienen en la equidistancia entre ambos enemigos mortales y hasta ahora salió ileso de esta contienda con final abierto.
Con todo, la visita de Solá a la Ciudad de México puede complicar la relación con la Casa Blanca si avanza en un proyecto presidencial vinculado a la OEA. Alberto Fernández pretende reemplazar a Luis Almagro por su candidata ecuatoriana María Fernanda Espinosa, que tiene larga experiencia en relaciones exteriores. Espinosa también es apoyada por López Obrador, Perú y ciertos países caribeños que reciben petróleo enviado desde Caracas.
La candidata apoyada por la Argentina conoce el sistema diplomático continental y podría liderar la OEA sin mayores problemas. Pero la Casa Blanca desea que continúe Almagro y considera un error de cálculo geopolítico gatillar una disputa bilateral que ya tiene el resultado puesto.
El actual secretario de la OEA es apoyado por Estados Unidos, Canadá, Chile, Bolivia, Uruguay, Colombia, Paraguay, Uruguay, Ecuador, Guatemala, El Salvador y un puñado de países que pertenecen al CARICOM. Frente a este volumen geopolítico, Alberto Fernández y AMLO tienen pocas posibilidades de triunfo.
Al margen de la situación en Venezuela, Bolivia y los comicios en la OEA, el canciller argentino tiene la instrucción presidencial de profundizar las relaciones comerciales con la región. Por eso lidera una delegación oficial que integran Carlos Tomada -designado embajador en México-, Jorge Neme, secretario de Relaciones Económicas Internacionales, el jefe de gabinete de Solá, Guillermo Cháves, y el subsecretario para América Latina y el Caribe, Juan Valle.
Es probable que Solá comparta una comida con López Obrador y añada reuniones bilaterales que aún se están negociando. El canciller tiene previsto regresar el jueves para después preparar su viaje a Brasilia, adonde se encontrará con su colega Ernesto Araújo.
Ambos diplomáticos enfrentan una misión imposible: lograr que Alberto Fernández y Jair Bolsonaro se reúnan antes que concluya el otoño.