“Programé la entrevista y no me di cuenta, me va a matar”, dice -entre risas- uno de sus asesores. Sucede que la mañana en la que Martín Yeza, intendente de Pinamar, recibe a Infobae no es una más: está cumpliendo 34 años y es su primer verano en la segunda gestión que inició el 10 de diciembre de 2019 al frente del municipio.
Durante la primera semana de la temporada el raid mediático que protagoniza no permite descansos. “Son los primeros días en los cuales debe atender a todos los medios, locales, provinciales y nacionales”, explica una de las tres personas que lo rodea y que, al finalizar la charla, le cantará el feliz cumpleaños frente a una porción de torta que Yeza no comerá.
“Tengo sentimientos encontrados para esta temporada porque venimos de un año difícil en lo económico. Pero ya se empieza a ver que hay mucho trabajo y eso da cierta tranquilidad. Aunque la presión es doble, porque para nosotros el turismo no sólo es que la gente venga, sino que sea bien tratado y quiera volver”, explica el intendente que, en 2015, dejó la ciudad de Buenos Aires y su cargo en el gobierno porteño para quedar bajo el ala de María Eugenia Vidal y convertirse en el intendente electo más joven de la historia de Pinamar.
Casado con Carolina y a la espera de su primer hijo, Yeza fue coordinador de las Políticas de Juventud en la Ciudad y luego, en 2015, jefe comunal de Pinamar logrando que el 38,16% de los votos fuera para él. Cuatro años más tarde, representó a Juntos por el Cambio y obtuvo el 57,82% ante el 31,36% de Gregorio Estanga, candidato del Frente de Todos.
—¿Siente presión ante cada comienzo de temporada?
—La presión es que tenés mucha gente, que es una oportunidad, pero también sabés que puede pasar que aumente el margen de error. La cola en el restaurante o el supermercado, el tránsito. Son cosas que pueden desgastar. A mí lo que más me preocupa son los cuatriciclos, los padres con los nenes sin casco. Estas cosas se convierten en un desafío para nosotros, porque es un municipio de 45 mil habitantes por el que pasan 4.500.000 de personas entre el 15 de diciembre y el 15 de marzo.
—¿El 15 de marzo dan por finalizada la temporada?
—No, la terminamos cuando finaliza Semana Santa, ese es el último fin de semana del verano porque para nosotros vale como un sábado y domingo de enero. Los balnearios, hoteles y comercios están abiertos para esa fecha. Luego la ciudad se prepara para el invierno.
—¿Y cómo le impacta al pinamarense la “invasión turística”?
—Para el pinamarense es contradictorio. Los primeros días de vacaciones no son como los últimos, la gente viene muy cargada emocionalmente... Lo raspan un poquito con el auto y ya insulta, se quiere agarrar a trompadas. Los primeros días, en general, son así. En cuanto cambian el chip y se ponen cómodos se modifica todo. El pinamarense observa todo eso e inevitablemente le repercute.
—¿Cuánto le preocupan los precios que se le ofrecen al turismo?
—Lo que me ocupa la cabeza son las inversiones golondrinas que abren sólo en enero. Cuando modificamos el frente marítimo sólo había dos restaurantes abiertos durante todo el año, ahora son 16. Acá la falla está en quienes no abren todo el año. Eso aumenta el margen de error.
—¿Y que se diga que Pinamar es caro?
—Hace unos años me obsesionaba la idea de que Pinamar es caro. Entonces empezamos a trabajar un concepto: caro es si no vale lo que te dan a cambio de lo que pagás. A lo sumo será costoso, pero no podía pasar que la gente sintiera que se le estaba cobrando de más por algo que no estaba recibiendo.
—¿Recuerda su primer verano como intendente?
—Sí, tenía la sana inocencia y picardía de pensar que cualquier cambio es posible. Principalmente lo mantengo, sólo que ahora sé que hay cosas que puedo hacer mejor. Cuando reformamos el frente marítimo para mí era obvio que había que hacerlo, pero para otra gente no, por cuestiones emocionales. Lo que más subestimé es el vínculo emocional que tenía la gente con los balnearios.
—¿Fue autocrítico ante aquel escenario?
—No, lo sentí como un aprendizaje. Para mí era algo técnico recuperar el frente marítimo. Me decían: “Martín, todo eso que decís que está buenísimo, pero te estoy hablando del balneario en el que vivieron mis abuelos”.
—¿Pagó “derecho de piso” por llegar a la intendencia con 29 años?
—El primer año me decían: “Pibe, ¿quién te pensás que sos? Te vamos a comer crudo". Hasta me llegaron a decir que me iba a ir con un tiro en el pecho.
—¿Tuvo miedo?
—No, pero me cayó una ficha más profunda que le pudo haber pasado a María Eugenia Vidal el día que le dejaron una bala. Sí, pensé que quizá no lo hablé lo suficiente con mi familia. Ese fue un desafío que lo encaramos junto a mi familia pero la pasaron muy mal.
—¿Cree que hay muchos prejuicios sobre lo que representa Pinamar?
—Nito Mestre me contó que a mediados de los 70 venía con Charly (García) porque era un lugar cool para estar con amigos y tocar la guitarra. Era una Pinamar espectacular, vinculada con la cultura y la naturaleza. En los 90 tuvo su pico de popularidad, pero en paralelo le generó un problema. Fue un hit pero los valores de la época cambian y Pinamar no supo adoptar los valores. La imagen de Menem en una Ferrari en Pinamar significó una cosa para una Argentina, pero el sistema política no supo leer el cambio de época.
—El asesinato de José Luis Cabezas también marcó a la ciudad...
—Cuando llegué, Pinamar tenía muchos focos de infecciones. Salvo Roberto Porretti, ningún intendente participó del acto en memoria de José Luis Cabezas. En el año 2017 me tocó participar y tuve la oportunidad de pedirles perdón. Acá se hizo un ninguneo tremendo con su asesinato.
—¿Quisieron corromperlo desde que es intendente?
—En el terreno de la sugerencia sutil. No existe el hombre vestido de negro con un maletín que te ofrece un millón de dólares. Empieza con uno que te invita a un almuerzo, otro que te quiere regalar unos anteojos de sol. Quieren construir una relación de confianza con el tiempo.
—¿Qué relación tiene con los empresarios de la noche?
—Antes del verano junto a todos los bolicheros de Pinamar. En 2015 había 4 y ahora hay 30. Cuando cerró Ku y El Alma dije que no quería que la noche trabajara con menores. Entonces empezaron a florecer muchos bares. Hay dos matinée que funcionan hasta la 1 de la mañana. Cuando empezaron a cerrar las matinée había un público que no tenía nada para hacer.
—¿Cómo evalúa los cuatro años de la gestión de Mauricio Macri?
—Lo primero que logró Macri es establecer consensos y grandes acuerdos que permitieron que la presidencia llegue a termino, en un Congreso que no tenía la mayoría. Es apenas el principio. Debemos demostrarle a los peronistas que las reglas de juego claras son las que generan transformaciones económicas con el tiempo.
—¿Sólo si la clase política se dedicara a respetar las instituciones el país podría avanzar y lograr esas transformaciones económicas?
—Capaz que sí, pero si tuviéramos una discusión de las normas institucionales y republicanas de nuestro país, aggiornadas a la realidad y pensadas para el futuro, posiblemente sí. Pero da la sensación de que con los actores políticos que hay hoy en la Argentina no se puede. En la grieta uno dice que el otro es malo y el otro lo mismo. Nadie dice “no estoy de acuerdo, pero discutamos".
—¿Y por qué fracasó económicamente el gobierno de Macri?
—Hubo una sobreestimación del aluvión de inversiones privadas que no se condijo con el contexto internacional. Hubo contextos y a esos una sobreestimación de nuestras capacidades reales de crecimiento. No creo que Alberto Fernández pueda decir que vaya a cambiar algo en los próximos dos años.
—¿Y en lo impositivo?
—En lo impositivo fue una gran gestión de Macri. Los municipios, con una ley de responsabilidad fiscal dedicados a no tener déficit. En términos de administración pública eso es sano. Fue una ley saludable que se intentó implantar y ahora habrá que ver qué decisión toma Alberto Fernández.
—¿Qué relación tiene con el peronismo?
—Es mucho más fácil tener un vínculo empático con alguien que esté en el Ejecutivo, sea del partido que sea. Hay un lenguaje común que es la diaria de trabajo, como debe ser entre legislativos, sea de la simetría jerárquica que sea.
—Le escapa a la pregunta
—No le escapo, sólo digo que si en el futuro hay alguien del peronismo que se siente cómodo en esta discusión lo invito a que lo conversemos. Hay una tensión que se genera entre el gobierno nacional, el provincial y el municipal. Y en esa discusión quiero estar.
—¿Y podría algún día ser parte de una coalición con dirigentes peronistas?
—Hoy estoy mucho más dedicado a gobernar y que en estos cuatro años Pinamar de otro salto de calidad. Si tuviera que pensar en una decisión hacia el futuro posiblemente sea más dando un paso al costado a la política electoral y abriendo la discusión de la descentralización del poder. Es lo que se necesita. El 100% vivimos en un municipio y no se cruzan con el Presidente o los ministros.
—¿Qué significa eso?
—Qué está sobredimensionada las capacidades del gobierno nacional y en lo fáctico están sobreexigidos los municipios en cuanto a los reclamos de los ciudadanos, que va desde cambiar un foco hasta políticas de salud, educación o seguridad. Insisto: la discusión que necesita la Argentina es sobre cómo cambiar las reglas institucionales.
—¿Cuál será el próximo paso en su carrera política?
—El siguiente paso en mi carrera política podría ser el de dar un paso al costado. Cuando estás en proceso de tomas de decisiones, lo pienso constantemente.
Fotos: Diego Medina
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