El documental “Nisman: el fiscal, la presidenta y el espía”, que ayer estrenó Netflix sobre la muerte de Alberto Nisman, de la que el próximo 18 de enero se cumplirán 5 años, no es solo un trabajo sobre el que no se saca una conclusión de cómo murió. Es una exposición de hechos en los que queda plasmado que en la Argentina la relación entre justicia, política y servicios de inteligencia nunca es para llegar a la verdad.
En los 6 capítulos, de una hora cada uno, el documentalista británico Justin Webster teje un hilo entre la muerte de Nisman con la denuncia que 5 días antes había presentado contra la ex presidenta y hoy vicepresidenta Cristina Kirchner por su presunto encubrimiento de los iraníes acusados del atentado a la AMIA con la firma de un memorándum y con el propio ataque terrorista, ocurrido en 1994, y por el que Nisman acusó a los dirigentes de ese país en base a información que apartó Antonio Horacio “Jaime” Stiuso, el hombre fuerte de los servicios de inteligencia. Ellos son el fiscal, la presidenta y el espía.
De todos los testimonios que recoge el documental el más sorprendente es el de Stiuso porque por primera vez da una entrevista extensa en la que aborda todos los temas. Sonriente en la mayoría de los tramos, Stiuso cuenta cómo era su relación con Nisman -lo llama Alberto- y asegura que desde el gobierno de Cristina Kirchner “o de la gente que la rodea” amenazaron por mail al fiscal unos años antes.
¿Tu crees que Cristina Kirchner quería matarte?, le preguntó Webster a Stiuso, quien hace silencio y responde: “Sí”.
El espía cuenta que lo apodaron “Jaime” cuando entró a la inteligencia por el personaje Jaimito, un “chico travieso” como él. A cargo de la investigación del atentado a la AMIA desde 1994, Stiuso sostiene que los autores fueron Irán y Hezbollah, hipótesis que mantuvo Nisman en la Justicia. “Alberto fue y puso las pelotas para acusar a Irán. Tiene que quedar en la Historia como un tipo que no pensó en él, pensó en los demás. Acá dio la vida”, dice sobre el fiscal y agrega que el trabajo de ambos molestaba: “Siempre estábamos en la mira de alguien que tenía el interés de jorobarnos”.
También niega las acusaciones sobre sus vínculos espurios con la justicia federal. “Soy acusado de esas cosas desde 1985 así que para mi es normal. Es más, hoy me acusan de cosas y no estoy más en el servicio”, señala.
La noche anterior a que Nisman fuera encontrado muerto, el fiscal llamó varias veces a Stiuso pero el espía no lo atendió. En el documental explica su por qué: “No le contesté porque estaba el teléfono en vibrador. Y si hubiera escuchado no iba a hablar con él. Porque prendías la televisión y veías que era Stiuso y el títere Nisman. Lo iba a terminar de hundir si lo atendía, lo iba a llamar después que se presentara en el Congreso”. Y ratifica que a su criterio a Nisman lo mataron.
Pero el testimonio del espía es confrontado por otras personas que hablan en el documental. Una de ellas es Viviana Fein, la primer fiscal que tuvo el caso. “Si eran como un dúo con Nisman le hubiera contestado los llamados. Dijo que a Nisman lo mataron pero no aportó pruebas. No aportó absolutamente nada”, afirma.
Quien también habla de Stiuso es Oscar Parrilli, el ex jefe de los servicios de inteligencia que lo echó. “Cristina Kirchner me dio expresas instrucciones de sacar a Stiuso y toda su gente. La llamé, vino, lo dejé hablar, y cuando le dije que tenía que renunciar con tono amenazante me dijo ‘es la tercera vez que me piden la renuncia pero yo siempre vuelvo’ y se fue a los gritos. Stiuso fue un extorsionador de los dirigentes políticos al que nadie se le animó", cuenta Parrilli.
Otros testimonios marcan la inteligencia de Stiuso, su capacidad para el trabajo y los métodos para subsistir en el mundo de los servicios y la política. Ross Newland fue el delegado de la CIA en Argentina de 1997 a 2001 y lo describe como una persona “que tenía información y te lo hacía sentir” y que por eso era "temido”. "Se volvió una figura como la de Rasputín en la política argentina. Le gusta ser importante. Y, sin duda, es importante”, sostiene Newland y junto a otros agentes estadounidenses ponen dudas sobre la responsabilidad de Irán en el atentado.
“Mi jefe es Stiuso. El es el que ordenaba todo”, dice Allan Bogado, un espía acusado por Nisman por la firma del memorándun con Irán. Stiuso lo niega y dice que él denunció a Bogado porque se hacía pasar por agente. El juego de la inteligencia donde las verdades son medias mentiras.
¿Suicido? y ¿homicidio? son los nombres de dos de los capítulos del documental. Las preguntas marcan la postura del trabajo: no toma partido por ninguna de las dos hipótesis, sino que muestra los testimonios de quiénes tienen esas posiciones. Entre otros hablan: Parrilli, que sostiene que Nisman se suicidó y que esa muerte perjudicó al gobierno de Cristina Kirchner; la ex diputada Laura Alonso que asegura que al fiscal lo mataron; los abogados y los peritos de la familia Nisman también dicen que fue un crimen; y el informático Diego Lagomarsino, procesado por la justicia como partícipe del homicidio porque le dio al fiscal el arma de la que salió el disparo con el que murió en el baño de su departamento de Puerto Madero, y su perito que se pronuncia sobre un suicidio.
Sobre la muerte de Nisman el documental condensa en los 6 capítulos los 5 años que lleva la causa judicial. Traza una línea de tiempo y analiza cada hecho importante, muestra en alta calidad imágenes del procedimiento judicial en la casa del fiscal, pone la llamada que la madre de Nisman, Sara Garfunkel, hizo para decir que su hijo estaba muerto, y plasma con imágenes de archivo la grieta política y social que provocó el caso: los que creen que se suicidio y los que piensan que la mataron.
En el contexto actual hay otras dos entrevistas relevantes. Una es al presidente Alberto Fernández. “Hasta el día de hoy dudo de que se haya suicidado”, dice en el documental cuando todavía no era candidato. Y también revela una charla con Nisman sobre la denuncia que presentó: “El problema que tengo con tu denuncia es que no se en qué se funda. Y ahí hacés una serie de afirmaciones que no sé que sustento probatorio tienen”. Y otra la del entonces canciller Héctor Timerman, quién murió en diciembre de 2018. Ya afectado por la enfermedad, visiblemente débil, Timerman, también acusado por la firma del memorándum, explica las negociaciones con Irán y destaca la intención única de Argentina de llegar a la verdad del atentado. “Nunca medimos las desventajas, que fueron mas grandes que las ventajas”, dice sobre lo que ocurrió después.
El fiscal, la presidente y el espía no es una trama que surge a partir de la muerte de Nisman. El documental muestra que la relación entre los protagonistas se inicia con el atentado a la AMIA, que el 18 de julio de 1994 mató a 85 personas. Stiuso fue el hombre de inteligencia a cargo de la investigación, Cristina Kirchner la diputada que integró la Comisión Bicameral del Congreso de seguimiento a ese trabajo y Nisman uno de los fiscales del primer juicio oral del caso, que terminó anulado por las irregularidades judiciales.
Con imágenes de archivo, el documental expone el testimonio de Stiuso y Cristina Kirchner en ese juicio y Nisman interrogándolos. Es uno de los hallazgos del trabajo que da contexto a esas tres partes. Y los testimonios repasan sobre cómo el gobierno de Néstor Kirchner puso a Nisman al frente de Unidad Fiscal AMIA para investigar el atentado, de cómo Cristina Kirchner sacó a Stiuso de la inteligencia argentina y de cómo el espía usaba la causa AMIA como perjudicar a la presidenta.
Por momentos, el documental es un hilo difícil de seguir para un espectador que no tiene información previa sobre el caso por los nombres, las relaciones y el entramado internacional de lo que se presenta.
El último capítulo es el que deja planteados las contradicciones de la investigación del atentado a la AMIA y los interrogantes que a 5 años hay sobre la muerte de Nisman. Y el documental expone la desazón de las víctimas, que cuentan sus historias, que no tienen respuesta por esa relación de la justicia, la política y de los servicios de inteligencia que no ayuda a que se llegue a la verdad.
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