El domingo a la noche, en una entrevista concedida a la televisión abierta, Alberto Fernández comparó a la democracia chilena con la dictadura venezolana y aseguró que Sebastián Piñera y Nicolás Maduro tuvieron comportamientos similares frente a movilizaciones populares que se hicieron en Santiago y Caracas.
Las declaraciones del Presidente peronista cayeron muy mal en la Palacio de Moneda y el canciller chileno, Teodoro Ribera, llamó a su colega argentino Felipe Solá para explicitar su cuestionamiento a las inesperadas opiniones de Alberto Fernández.
Solá escuchó a Ribera y después comentó la situación al Presidente. La orden de Alberto Fernández fue simple. Silencio diplomático, lo que no implica que el jefe de Estado haya cambiado de opinión respecto a Piñera y Maduro.
"Yo me acordaba días atrás, cuando recibí a las organizaciones de derechos humanos venezolanas, en 2013, cuando (Nicolás) Maduro, después de una manifestación apresó 800 personas. (Sebastián) Piñera metió presas a 2.500 personas y nadie dijo nada”, aseguró Alberto Fernández al periodista Luis Majul
Y remató: “Yo quiero aclararle que tengo el mejor trato con Piñera y si puedo ayudar en algo, los voy a ayudar en lo que esté a mi alcance. Pero seamos justos, digamos todo”.
La gaffe diplomática del Presidente hace retroceder una relación que estuvo teñida por la amistad personal entre Piñera y Mauricio Macri. Alberto Fernández tenía prejuicios con Piñera por su cercanía con Macri, pero después de una larga charla telefónica la relación empezó a fluir con facilidad. Ahora, el vinculo bilateral quedó machucado.
El canciller chileno habló con Solá y a continuación emitió un comunicado oficial con los términos de la conversación mantenida con el ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina. “A este respecto, junto con manifestarle su extrañeza sobre estos comentarios, (Ribera) le precisó [a Solá] la conveniencia de no emitir opiniones sobre situaciones de política interna de los respectivos países”, sostiene el comunicado.
Y agregó Ribera a Solá: "(En Chile) existe un pleno Estado de derecho y que, en ese marco, no es el presidente de la República, sino las policías, el Ministerio Público y los Tribunales de Justicia, las instituciones que cuentan con atribuciones para detener, investigar, juzgar y condenar a los responsables de delitos”.
El deliberado silencio diplomático de Alberto Fernández responde a una táctica geopolítica. Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay son países con perspectivas ideológicas diferentes, y el Presidente argentino asumió la decisión de evitar un eventual aislamiento tácito en la región. La crisis en Venezuela es un punto de inflexión y Alberto Fernández debe buscar una agenda de cercanía que facilite las relaciones multilaterales.
En este contexto, el Presidente argentino tiene pocas opciones. Está muy frío con Jair Bolsonaro, en las elecciones uruguayas jugó en contra del actual jefe de estado Luis Alberto Lacalle Pou, observa la economía de manera diferente que el líder paraguayo Mario Abdo Benítez y debe cerrar la mini crisis que abrió con Piñera.
En el Palacio de Moneda de Chile aguardan con expectativa un llamado desde la Casa Rosada. Piñera ya decidió superar el incidente diplomático, pero desea un pedido formal de disculpas. Le toca mover a Alberto Fernández.
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