En medio de tensiones internas, Vilma Ibarra diseña la estructura de la nueva administración

Alberto Fernández le pidió que nadie del Frente de Todos se sienta ajeno. Desconfianza, discusiones y hasta alguna trompada entre distintas facciones de un peronismo que viene de sucesivos divorcios y en malos términos

Vilma Ibarra (Gustavo Gavotti)

Nueva política, nuevo organigrama. Ese el mandato en el Gobierno de Alberto Fernández. Y su secretaria Legal y Técnica, Vilma Ibarra, diseña en conversaciones con las distintas áreas los nuevos “ravioles” de acuerdo con las necesidades funcionales de una gestión que arranca con la impronta de "poner a la Argentina de pie” en el menor tiempo posible y buscando evitar que la sangre llegue al río entre dirigentes que se desconfían.

En cada uno de los espacios hubo tensiones. Si AySA (en manos del massismo) se queda en Interior (La Cámpora) como estaba o va a Obras Públicas (albertismo), como finalmente quedó. Si ACUMAR (La Cámpora) se iba a Obras Públicas (albertismo) o se quedaba en Ambiente (La Cámpora), como se decidió. Si Comercio Exterior seguía dividida entre Producción y Relaciones Exteriores (ambos albertistas que se conocen muy poco) o volvía a la Cancillería. Si el Plan de Lucha contra el Hambre se decide en ámbitos del Ministerio de Desarrollo Social y del Consejo Coordinador de Políticas Sociales (otros albertistas que tampoco se conocen). Si el CCK y Tecnópolis se quedaba en Medios Públicos (albertismo) como estaba o volvía a Cultura (kirchnerismo), tal como ya se anunció.

El Frente de Todos es una coalición que se inscribió en la Justicia el 12 de junio último y empezó a nacer el 18 de mayo, cuando Cristina Fernández de Kirchner anunció por las redes sociales que solo sería candidata a vice y que nominaba para presidente a Alberto Fernández. Son socios que provienen de una misma familia que -por razones que ahora no quieren profundizar- se fueron divorciando y en muy malos términos. Pero que llegaron a una conclusión: divididos volvían a perder.

Alberto es el Presidente, Cristina la vice. En el medio, hay cantidad de tensiones. (Luciano Gonzalez)

La unidad es el mantra que disuelve internas y afloja tensiones. Cada uno se siente compelido a confiar en el que le tocó arriba, al lado o -peor- abajo. Cómo procesará las diferencias este nuevo peronismo en el poder todavía no está claro. Los actores son infinitos y superan largamente a los funcionarios del Gobierno nacional, porque hay que sumar a los gobernadores, diputados, senadores, sindicalistas, movimientos sociales, a Cristina Fernández de Kirchner.

¿Dónde se toman la decisiones? ¿En el primer piso de la Casa Rosada o en las oficinas de la Presidencia del Senado? ¿Te vetó? ¿Quién? ¿Y si hablás con tal? ¿Por qué no llamás a cual? Cada uno pone lo mejor de sí para no romper amarras. Están felices por haber llegado y quieren seguir juntos, tratando de disolver los intentos hegemónicos que -saben- disfrutaría la oposición.

Visto desde adentro del Gobierno, se asegura que “las internas son de baja intensidad”. Y cuando finalmente un organigrama queda resuelto es porque se lo pensó desde lo funcional, “no por el mero reparto de cargos”. Desde afuera, muchas disputas son el caldo de cultivo de empleados que asisten extasiados a episodios que rápidamente trascienden los despachos de los funcionarios y llegan a los oídos periodísticos.

Un sonado caso fue el del economista Alejandro Vanoli, que llegó al ANSES de la mano del Presidente, con un largo pergamino en la función pública que hasta lo llevó a ocupar la presidencia del Banco Central. Como en otras áreas del Gobierno, tuvo que aceptar que un dirigente de La Cámpora quedara como secretario general, virtual número dos del organismo que tiene 15 mil empleados y ejecuta el presupuesto más grande de la administración pública. Parece que Santiago Fraschina se agarró a las trompadas con Vanoli por una disputa de espacios dentro de la entidad y lo hizo delante de testigos.

Axel Kicillof y Cristina Kirchner

Otras situaciones no son ruidosas y se procesan civilizadamente. Es el caso de Tristán Bauer con Francisco “Pancho” Meritello. El secretario de Medios Públicos pretendía quedarse no solo con el CCK sino también con Tecnópolis, ya que es lo que recibió el área de parte de Hernán Lombardi. Allí tiene sus oficinas, además. Sin embargo, en el Ministerio de Cultura que maneja Tristán Bauer (de vínculo personal con Cristina) pujaron porque vuelva al estado anterior al cambio de Gobierno, y lo lograron, sin que se llegara a ningún escándalo.

Meritello se quedó ocupando las oficinas del CCK, pero no lo maneja. Y diseñó cinco subsecretarías a su cargo, una que se ocupará de la pauta publicitaria, otra de la comunicación pública, una tercera de contenidos, una cuarta para gestionar los medios públicos y una quinta administrativa/operativa.

Bauer, además, tiene todavía algunas áreas por resolver, como el INCAA, que le fue ofrecido a Luis Puenzo, aunque todavía no quiso aceptarlo, aparentemente molesto por algunos cargos que quiso nombrarle el Ministro. “Me quiere como la frutilla del postre”, le comentó el multipremiado cineasta argentino a un amigo pero, todo indicaría, hay una vía de negociación para superar las diferencias.

Vilma Ibarra cuando era diputada nacional (NA)

Donde se zanjaron los problemas en forma anticipada fue entre el Ministerio de Desarrollo Productivo y el Ministerio de Relaciones y Comercio Exterior. Matías Kulfas sabía de antemano que Felipe Solá había reclamado que el área de comercio exterior vuelva plenamente a la Cancillería, y así fue confirmado. Aunque todavía no se conoció el organigrama de Relaciones Exteriores, ya está trabajando el licenciado en sociología Jorge Neme, que estuvo 14 años como coordinador de un programa en el Ministerio de Agricultura desde donde se ejecutaban políticas de desarrollo rural con financiamiento del Banco Mundial y el BID, entre otros organismos de créditos.

Además, el tucumano Neme fue el secretario de Relaciones Internacionales del gobierno de Tucumán, por lo que su incorporación como Secretario de Relaciones Exteriores de la Cancillería a cargo de la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Exterior también es una manera de saldar la deuda con Juan Manzur, que no obtuvo el Ministerio de Salud que pretendía y tiene un veto político de parte de la Vicepresidenta por haberse animado a presentar a Alberto como “el nuevo jefe del peronismo”.

La nueva experiencia peronista en el poder tiene que empezar a rodar para que sea posible juzgarla en su capacidad para dar respuesta a las expectativas. Mientras tanto, la Secretaria Legal y Técnica va reparando heridas aquí y allá para que nadie de la coalición se sienta ajeno en la estructura de la nueva administración. Se asegura cerca de ella que es lo que le pidió el Presidente.

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