En noviembre de 2017, Nicolás Maduro ordenó la detención de seis ejecutivos de Citgo Petroleum Corporation, la filial en Estados Unidos de Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA). Fueron acusados de corrupción y encerrados en la Dirección de Contrainteligencia Militar ubicada en Caracas. El régimen populista nunca presentó una evidencia válida para justificar la captura de los ejecutivos de Citgo.
Los seis ejecutivos “se vieron obligados a dormir con las luces encendidas y experimentar calor intenso, falta de circulación de aire, enfermedades constantes y no tratadas, hacinamiento, desnutrición y ver menos de 30 minutos de luz solar al mes", denunciaron los familiares de los detenidos en una carta que llegó al Departamento de Estado.
Esa carta inició una ofensiva diplomática de la Casa Blanca que fue rechazada por Maduro. El líder populista apenas se inquietó por las amenazas que llegaban desde Washington a Caracas.
Pocos días antes de asumir, Alberto Fernández recibió un pedido desde DC que se formulaba en nombre de Donald Trump. Al entonces presidente electo le solicitaban desde la Casa Blanca que obtuviera la libertad de los seis ejecutivos de Citgo: José Luis Zambrano, Alirio Zambrano, Jorge Toledo, Tomeu Vadell, Gustavo Cárdenas y José Pereira, quienes ya no soportaban más tanto padecimiento en la Dirección de Contrainteligencia Militar.
Alberto Fernández se decidió a colaborar, pero no prometió resultados. No confía en Maduro ni en su perspectiva de la política y del poder.
El pedido de los asesores de Trump al entonces presidente electo peronista era la prueba evidente del fracaso de la Operación Guaidó. Durante meses, Washington había apostado al Grupo de Lima y al presidente interino, Juan Guaidó, para forzar una transición democrática en Venezuela que terminará con los días de Maduro en el poder.
Y al final de ese ciclo estratégico, menguante y sin resultados, Trump y su staff debían solicitar a Alberto Fernández que usara sus contactos con Caracas para terminar con la crisis de los 6 de Citgo. El presidente argentino no comparte la lógica diplomática del Grupo de Lima y tampoco le gusta el rol político de Guaidó, pero entendió el alcance pragmático del pedido que llegó de Washington y avanzó en un terreno inexplorado y con múltiples acechanzas.
La Casa Blanca hizo el pedido a Alberto Fernández con una lógica quid pro quo: una gestión secreta ante Maduro -no importa su resultado final- es un indicio de colaboración bilateral que se puede retribuir con un apoyo sin condiciones a la negociación de la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En Puerto Madero, donde la operación del entonces presidente electo tomó volumen, se hizo el mismo cálculo de realpolitik. Si Trump había fracasado con sus presiones y la diplomacia bajo cuerda, el gesto de ir y preguntar en Caracas era una señal de convivencia al margen de las diferencias respecto al Grupo Lima y la caída de Evo Morales.
Desde la perspectiva de Alberto Fernández, todo podía servir para llegar con una relativa fortaleza a la mesa de negociación con el FMI.
Desde sus oficinas de Puerto Madero, el entonces presidente electo llamó por teléfono a Nicolás Maduro y le planteó la sugerencia de la Casa Blanca. Maduro contestó que cambiaría las condiciones de detención de los seis de Citgo -como una primera etapa- y después de una negociación con el staff de Trump -si llegaba a un acuerdo beneficioso- expulsaría de Venezuela a los ejecutivos petroleros.
Entonces, todas las partes lograrían un win-win: Trump logrando la libertad de los seis de Citgo, Maduro abriendo una línea de negociación con la Casa Blanca, y Alberto Fernández acumulando gestos para su odisea en el FMI.
Dos días antes de la asunción de Alberto Fernández, Maduro canceló la detención en la central de inteligencia militar y ordenó el arresto domiciliario de los seis de Citgo. “Casa por cárcel”, como se dice en la jerga política en Caracas. El líder populista adelantó la noticia al presidente electo, y el entonces presidente electo argentino comunicó a Washington que había cumplido con la solicitud de Trump.
Durante un reportaje a la revista Epoca de Brasil, el canciller Felipe Solá confirmó los resultados exitosos de la gestión emprendida por Alberto Fernández por pedido de la Casa Blanca. Solá sostiene que hay que desideologizar las relaciones exteriores de la Argentina, y el paso de la detención en una mazmorra militar a un arresto domiciliario de los seis de Citgo iría en ese sentido.
“El gobierno de Estados Unidos sabe que puede contar con el presidente Alberto Fernández para realizar gestiones complicadas que la Casa Blanca no puede hacer en Venezuela. Ese es un papel muy importante para dar estabilidad a una situación que es muy inestable”, aseguró el ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Solá, a la periodista Janaína Figueiredo.
Y completó: “Concretamente, fueron pedidas a Fernández gestiones para temas de interés de Estados Unidos y que él cumplió, buscando un acuerdo con el gobierno venezolano”.
Hace pocos días, Alberto Fernández invitó a almorzar al embajador americano Edward Prado y a Michael G. Kozak, subsecretario de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, que fue enviado por Trump para la asunción presidencial.
Durante la comida en la Casa Rosada, el Presidente, Prado y Kozak conversaron sobre la situación en Venezuela. Se los notó aliviados, como iniciando una nueva etapa en la región, que aún espera una salida democrática y pacífica a la crisis social y económica que protagoniza Maduro.
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