La marcha peronista sonaba fuerte en el recinto de la Asamblea Legislativa. Los legisladores no la cantaban, la gritaban. Alberto Fernández se acercó a Mauricio Macri y le dijo al oído: “Esta no la puedo parar”. Se excusó ante el Presidente saliente que estaba por ponerle la banda presidencial y entregarle el bastón de mando. Macri soportó estoico y sonrió con la frase de su sucesor. Fernández había prometido que no iba a permitir insultos ni ninguna manifestación contra Macri y cumplió.
Un rato antes, en la intimidad del departamento de Puerto Madero, donde vivió hasta ayer, había derramado algunas lágrimas: “A cada rato se me escapa un lagrimón. Me vienen a la memoria muchas cosas a la cabeza. Es así. ¿Será que ya no somos pibes?”. Fue en la absoluta intimidad de su casa, según relató a Infobae el hombre que mejor lo conoce. Y siguió: “Confieso que no creí que ésta sería mi hora. Pero estoy entusiasmado, ilusionado en hacer las cosas bien”. Después la emoción lo invadió durante el discurso y más tarde ya como Presidente en su despacho en la Casa Rosada.
“Vamos a la terraza”, dijo Alberto Fernández un rato después de haberle tomado juramento a sus ministros. Quería ver la Plaza de Mayo. Estaba en su despacho con su hijo Estanislao, con su mujer Fabiola, otros familiares, y algunos funcionarios. Subió al tercer piso con el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, y algunos colaboradores, entre ellos su inseparable vocero Juan Pablo Biondi.
Miró desde la terraza toda la Plaza de Mayo desbordada en un atardecer ardiente. Por momentos, se quedaba mirando en silencio la escena. Saludó, sonrió y alzó los brazos y disfrutó ese instante increíble para él.
Después volvió al despacho y pidió una bebida gaseosa de pomelo, su preferida. Se aflojó la corbata y se sacó el saco un rato. Tenía la banda presidencial y el bastón de mando sobre su escritorio. Muy cerca estaba Massa, su esposa Malena Galmarini conversaba con Fabiola y con la actriz Carolina Papaleo. La ministra de Justicia, Marcela Losardo, también hablaba con otros colaboradores. Alberto Fernández estaba mirando fotos con su hijo Estanislao en el celular del Presidente. Estanislao lanzó una advertencia a los presentes que lo elogiaban por vestimenta: “Mírenme bien porque es la última vez que me pongo un traje”.
Muy cerquita, el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, estaba en su despacho compartiendo el momento con su esposa, sus tres hijos varones y su padre Juan Pablo Cafiero, entre otros familiares. Estaban ya pensando en cambiar el despacho porque Marcos Peña no tenía escritorio sino una gran mesa como para reuniones y una redonda más chica. “¿Adónde metieron mi escritorio?”, dijo en broma Alberto Fernández y le dijo a Massa que él lo había sacado. El famoso escritorio, que además tiene historia, está en la antesala del despacho presidencial. Su histórica secretaria María le recordaba que cuando él se fue lo habían cambiado de lugar.
Alberto Fernández llevó por ahora al despacho solo dos fotos que tiene en una mesa al costado del escritorio: una con Néstor Kirchner y otra con Luis Alberto Spinetta. Casualidades, ambos compartían el apodo de “Flaco”. Por momentos, intentaba relajarse, esperando la hora de salir al escenario con la vicepresidente Cristina Kirchner, quien un piso más abajo estaba junto a su hijo Máximo, el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, y el gobernador bonaerense Axel Kicillof.
En un momento, repasó lo ocurrido durante la asunción y su discurso, y dijo a los presentes que estaba ansioso por empezar a trabajar en varios de los grandes temas que enumeró en la Asamblea Legislativa. “Hay muchas cosas que instrumentar y eso también lleva tiempo”, aseguró. Massa puso una cuota de humor aunque el ambiente era tranquilo: “Muchachos, disfruten ahora que mañana hay que laburar desde temprano”. Hubo risa generalizada. Alberto Fernández esperaba que le indicaran la hora en que debía salir al escenario con Cristina Kirchner.
Ya había decidido irse a la quinta de Olivos en el helicóptero presidencial, con su amigo Pancho Bustillo, embajador uruguayo en Madrid y comer un asado junto a varios amigos con los que festejó su llegada al poder. Hoy empieza su gestión y sabe que tiene por delante un enorme desafío.
SEGUÍ LEYENDO: