Como si no quisiera dejar heridas sin reparar ni distancias sin saldar, Mauricio Macri se organizó una agenda prolífica en actividades para despedirse de cada una de las personas que estuvieron más o menos cerca de los cuatro años como Presidente. Se acercó personalmente a la Sala de Periodistas de la Casa Rosada para conversar unos minutos con mayor libertad que la habitual, almorzó con los aliados de la coalición Juntos por el Cambio en el salón comedor que está al lado del despacho presidencial.
Incluso mantuvo reuniones emotivas con la vicepresidenta saliente Gabriela Michetti, con el senador Federico Pinedo, con algunos funcionarios que pudieron sentirse heridos por algún destrato en ciertos momentos de tensión, y hasta organizó un brindis de despedida a los empleados en el Patio de las Palmeras.
Distendido, cumpliendo anticipadamente con los ritos del duelo, fue recorriendo una a una su agenda de despedida, puntual, igual que siempre. Lo que nadie pudo explicarse es si esos rituales que cumplió estrictamente fueron el anticipo de que espera volver o de que son la despedida para siempre.
La obsesión con la que fue buscando el encuentro, la mirada con cada uno para tratar de acercarse de un modo que quizás no pudo realizar en los días de incertidumbre que lo tuvieron a maltraer, impide saber qué piensa efectivamente de su futuro, más allá de lo que pueda decir en declaraciones periodísticas como las que realizó ayer por la mañana en la Sala de Periodistas, donde mostró que tenía muchas ganas de hablar y de acercarse a los periodistas de un modo con el que tal vez no lo había podido hacer hasta ese momento.
Sin embargo, sus asesores buscaron sacarlo rápidamente. Cada vez que él decía algo interesante, su vocero quería retirarlo, quizás porque ya habían negado la posibilidad de entrevistas. Él, como otras veces, quería seguir hablando pero -finalmente- aceptó mansamente retirarse.
El mundo que rodea a Macri en los últimos días es curioso, protegido por funcionarios que pretenden evitar que se deprima o le hagan sentir que el esfuerzo de haber llegado a la Casa Rosada fue en vano, ya que no logró ninguno de los objetivos importantes que se propuso.
Un protagonista excluyente es Rosendo Grobocopatel, hijo del “rey de la soja” y joven asesor del jefe de Gabinete saliente, Marcos Peña, que no solo le llevó a su despacho un grupo de tuiteros que fueron activos promocionando las marchas que le permitieron irse con un alto porcentaje de respaldo electoral, sino que ingresó el sábado a la Plaza de Mayo liderando un grupo de jóvenes con banderas amarillas que tenían el logo de la “JPro” y portaban los clásicos bombos peronistas de los que abjuraron por años.
Grobocopatel también fue el responsable principal de cargarlo sobre sus hombros a Macri cuando terminó el acto de despedida que se hizo el sábado, para dejar instalado en el relato del Gobierno saliente que no solo se fue con una Plaza llena sino con “el Presidente en andas”.
El almuerzo con los socios de Juntos por el Cambio también fue especial. Fue armado puntillosamente por Peña (que prefirió no formar parte del encuentro), que buscaba mostrar el respaldo de la coalición al Presidente saliente. Fue exitosa la convocatoria hasta cierto punto, ya que vino el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, y el de Corrientes, Gustavo Valdés, pero no hubo forma de que formara parte del encuentro el ex gobernador mendocino Alfredo Cornejo.
Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Miguel Ángel Pichetto, Mario Negri, Luis Naidenoff, Cristian Ritondo, Humberto Schiavoni, Maximiliano Ferraro y Juan Manuel López, degustaron lo que parecía una pizza individual o un omelette abierto, dijeron presente, se sacaron la foto y se mostraron afectivos con Macri. Después del saludo a los empleados, Macri se dirigió al edificio Uspallata, sede del Gobierno porteño, que él mismo inauguró antes de ganar la presidencial en el 2015.
Y se dirigió directamente a la Residencia de Olivos por última vez, a recibir a los ministros y asesores principales con un asado especial, aunque no se quedó a dormir, ya que se mudó el fin de semana a la Quinta Los Abrojos, en Malvinas Argentinas.
Ese será su hogar permanente hasta que compre alguna casa por la zona de Vicente López. Allí desayunará hoy martes 10 de diciembre, tomará el helicóptero presidencial que lo llevará a Casa Rosada por última vez y se dirigirá al Congreso de la Nación.
Luego de la jura de la fórmula presidencial ante la Asamblea Legislativa, Macri le dará los atributos del mando a Fernández y se retirará en su auto particular, para volver a Los Abrojos. Allí, estará esperándolo su familia con amigos para almorzar. Se habrá sacado una dura carga de su espalda y deberá ponerse a pensar con más detalle cómo planificar su vida desde el llano.
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