Minutos después de las 9, cuando dentro del recinto de la Cámara de Diputados –en donde se lleva a cabo la Asamblea Legislativa– se estaba haciendo la prueba de sonido para lo que sería la ceremonia de asunción de Alberto Fernández y Cristina Kirchner como fórmula presidencial, ya se veían a los primeros legisladores que, ansiosos, comenzaban a llegar.
Durante las próximas dos horas, el tiempo se repartiría entre fotos, chicanas y saludos. Como era de esperarse, en el Frente de Todos estaban más exultantes. Las selfies fueron incontables, los abrazos efusivos y las sonrisas de todos los que integran el nuevo gobierno eran indisimulables. Del otro lado, en Juntos por el Cambio, el clima era distinto. Si bien muchos diputados y senadores se saludaron con sus colegas de otras bancadas, la mayoría se limitó a sentarse y esperar que pasara el tiempo.
Los senadores fueron los primeros en ocupar sus lugares, justo al frente de donde se ubicarían Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Oscar Parrilli, Mariano Recalde, Maurice Closs, Dalmacio Mera, Jorge Taiana, Carlos Caserio, Anabel Fernández Sagasti y Silvina García Larraburu posaron incansablemente con los dedos en V. Algunos hasta les pidieron a los fotógrafos oficiales que los retrataran.
En la ahora oposición, algunos también quisieron su recuerdo. José Cano, Gerardo Morales y Gabriela Burgos tuvieron su selfie y unos escalones más abajo se los pudo ver a Jorge Enríquez, Laura Machado, Juan Manuel López y Silvia Lospennato hacer lo propio.
Se acercaba la hora y el recinto se iba colmando. Los palcos estuvieron ocupados por importantes figuras de todo el arco político, la cultura y los medios de comunicación. Héctor Daer, Andrés Rodríguez (UPCN) y Antonio Caló encabezaban el del sindicalismo; Adolfo Pérez Esquivel y “Taty” Almeida, Madre de Plaza de Mayo, compartieron espacio distinto al de Hebe de Bonafini; Aníbal Fernández estuvo con Gregorio Dalbón, abogado de Cristina Kirchner, y luego se sumó Ricardo Alfonsín; entre los intendentes los más visibles fueron Martín Insaurralde, Mariano Cascallares, Ariel Sujarchuk, “Juanchi” Zabaleta y Fernando Grey.
Sin embargo, el que más llamó la atención –por la sorpresa y los integrantes– fue el que ocuparon Marcelo Tinelli, Daniel Vila, José Luis Manzano, Malena Galmarini, Miguel Ángel Pierri y Julián Domínguez.
Todos ellos se ubicaron entre el primero y el segundo piso. Una vez acomodados, la atención se posó sobre lo que sucedía en el recinto. Una de las fotos más buscadas fue la de Eduardo Duhalde, Zulemita Menem y su padre, Carlos Menem, que se sentaron juntos en la primera fila de sillas donde estuvieron los gobernadores. No fueron pocos los que se acercaron a saludar a los ex presidentes.
Luego fue el turno del nuevo gabinete. Sin dudas, fueron los más saludados, mayoritariamente por el oficialismo entrante. Casi todos los diputados y senadores se acercaron a darse la mano o un beso con al menos un integrante de los anunciados el viernes 6 de diciembre. Santiago Cafiero, jefe de Gabinete, y Eduardo “Wado” De Pedro, ministro del Interior, los más solicitados.
Casi en simultáneo con la entrada de los titulares de cartera se dio la llegada del hijo de Alberto Fernández, Estanislao. Se fundió en un gran abrazo primero con Cafiero –con quien se quedó hablando varios minutos– y luego con Máximo Kirchner, quien se posó sobre el corral de ministros para conversar largo y tendido con “Wado” De Pedro.
Pasadas las 11, hizo su ingreso Gabriela Michetti, quien estuvo a cargo de la Asamblea Legislativa, junto a Sergio Massa y Claudia Ledesma Abdala de Zamora, presidente de Diputados y del Senado, respectivamente. Allí, la vicepresidente saliente dio inicio a la ceremonia –Alberto y Cristina no habían llegado al Congreso aún– en donde, como primer paso, se eligieron las comisiones de exteriores y de interior que recibieron a la consagrada fórmula presidencial.
La euforia comenzaba a subir y el clima se transformaba. Cuando Michetti nombró por primera vez tanto a Alberto como a CFK, los aplausos y el grito de “Alberto presidente” se sintieron con fuerza. La ex presidente fue más aplaudida entre su tropa. En Cambiemos, hubo algunos que lo hicieron por el ex jefe de Gabinete pero ninguno por la vicepresidente entrante.
El siguiente paso fue un cuarto intermedio para esperar a los mandatarios por jurar. Primero llegó Cristina Kirchner y minutos más tarde Alberto Fernández bajó del auto que manejaba él mismo. En el recinto, todo se transmitía por las pantallas y los presentes reaccionaban con aplausos, gritos y cánticos.
Probablemente el momento de mayor intensidad se vivió cuando Michetti volvió ante la Asamblea Legislativa para presentar a los protagonistas. Fue tal la efusividad y la electricidad de los gritos que costaba escucharla hablar por el micrófono. Si bien ella pidió que entraran los dos, primero entró la ex presidente y la ovación fue total. Instantes después, Michetti lo volvió a llamar a Alberto, quien llegó triunfante saludando para arriba.
Ahora sí, el momento de la jura. Primero fue Alberto, a quien le acercaron el micrófono y Michetti le alcanzó lo que debía leer. El “Alberto presidente” caía de los palcos y se sentía potente en las bancas. Pero la explosión llegó luego del juramento de Cristina, a quien muchos reconocen como la garante del triunfo del 27 de octubre.
La bancada de Juntos por el Cambio escuchaba, respetuosa, lo que sucedía a su alrededor. Muchos reconocieron el juramento con un aplauso. Sin embargo, su momento fue cuando Mauricio Macri entró en escena para pasarle los atributos a Alberto Fernández. Allí, muchos se pararon, gritaron y le agradecían por su gestión. La senadora Laura Machado hasta lució una bandera de Argentina con la frase “Gracias Mauricio”.
Aunque desde Cambiemos quisieron reconocer a su presidente, en el Frente de Todos no se quedaron pasivos cuando entró al recinto. Casi al unísono, como si estuviese preparado, empezaron a entonar la marcha peronista. La incomodidad de algunos fue notoria. Sin embargo, no llegó a mayores y luego de casi un minuto, la ceremonia continuó.
Al Presidente entrante se lo vio notablemente conforme con la transición que se estaba llevando a cabo y luego de recibir la banda y el bastón se abrazaron dos veces con Macri. Con Cristina Kirchner el intercambio fue mucho más frío: solamente se dieron la mano y ella evitó mirarlo.
Con Michetti sí hubo más afinidad. Ella fue quien los recibió en la explanada del Congreso y a Cristina la saludó y despidió con un beso. Incluso, en el final, la felicitó y le deseó suerte para lo que viene de manera muy genuina. Lo mismo hizo con Sergio Massa.
Tanto Macri como Michetti se retiraron antes de que comenzara el discurso de Alberto. La ex vicepresidente fue al Salón Illia a escucharlo, en donde se encontró con los diplomáticos, que la recibieron de pie y con aplausos.
A las 12:06 empezó a hablar el flamante Presidente. Hizo primero referencia a un “contrato social futuro y solidario” para “empezar con los últimos para llegar todos” y luego esgrimió la primera frase que fue recibida con aplausos: “No cuenten conmigo para seguir con la Argentina del desencuentro”. Llamó la atención que el reconocimiento lo inició, en soledad, el diputado nacional de la UCR, Ricardo Buryaile. A los seis minutos de discurso fue la primera mención a Néstor Kirchner, retribuida, naturalmente, con aplausos.
En la oposición, durante todo el discurso, la actitud fue muy pasiva. Mucho celular y pocos aplausos. Llamativamente, la gran parte tampoco aplaudió cuando Alberto mencionó temáticas que suelen ser de consenso: la vuelta del Ministerio de Salud, la soberanía sobre Malvinas y la reivindicación de la mujer. Los más atentos fueron Mario Negri, Luis Naidenoff y Carmen Polledo que seguían todo con anotaciones.
La alocución tuvo varios momentos. Cerca de los quince minutos se dedicó a los datos duros para marcar la herencia del macrismo: “La inflación que tenemos actualmente es la más alta de los últimos 28 años. Desde 1991 la Argentina no tenía una inflación superior al 50%. La tasa de desocupación es la más alta desde 2006. El valor del dólar pasó de $9 a $63 en solo cuatro años. La Argentina no para de achicar su economía. El PBI de 2019 es el más bajo de la última década. La pobreza actual está en los valores más altos desde 2008. Retrocedimos más de diez años en la lucha por reducir la pobreza. El PBI per cápita es el más bajo desde el año 2009. La deuda externa en relación al PBI está en su peor momento desde el año 2004. La indigencia actual está en los valores más altos desde 2008. El nivel de producción industrial hoy es equivalente al del año 2006: retrocedimos 13 años".
Los temas y anuncios fueron in crescendo. Diez minutos después de graficar la herencia M, anunció el retorno del Ministerio de Salud que comandará Ginés González García y la ovación fue automática: “De aquí en más, arbitraremos las medidas pertinentes para que nuestros hijos sean vacunados en tiempo y forma, para que en los hospitales no falten insumos y para que los remedios lleguen a nuestros abuelos de menos ingresos de modo gratuito”, afirmó Alberto Fernández.
A los cinco minutos, otro gran festejo. El jefe de Estado ratificó el reclamo de la soberanía por Malvinas: “No hay más lugar para colonialismos en el siglo XXI. Sabemos que para esta tarea no alcanza el mandato de un Presidente, o de un Gobierno. Exige una política de Estado de mediano y largo plazo. Por ello convocaré en la órbita presidencial a un Consejo donde tengan participación todas las fuerzas políticas, la provincia de Tierra del Fuego, representantes del mundo académico y de los ex combatientes”.
Pero la primera gran ovación de pie llegaría a los cuarenta minutos de discurso. Fueron las declaraciones sobre Justicia las que encendieron el recinto y esto tiene una explicación: la cantidad de funcionarios kirchneristas que fueron detenidos durante estos años.
“Hemos visto el deterioro judicial en los últimos años. Hemos visto persecuciones indebidas y detenciones arbitrarias inducidas por los gobernantes y silenciadas por cierta complacencia mediática. Por eso hoy vengo a manifestar frente a esta Asamblea y frente a todo el pueblo argentino, un contundente nunca más. Nunca más a una Justicia contaminada por servicios de inteligencia, ‘operadores judiciales’, procedimientos oscuros y linchamientos mediáticos. Nunca más a una Justicia que decide y persigue según los vientos políticos del poder de turno. Nunca más a una Justicia que es utilizada para saldar discusiones políticas, ni a una política que judicializa los disensos para eliminar al adversario de turno”, sentenció Alberto ante el grito ensordecedor de los presentes.
Con esto, comenzó una seguidilla de momentos emotivos, que Alberto decidió dejar para el final. Y logró el efecto deseado ya que generó que todos se pusieran de pie casi hasta el final con un aplauso que parecía no terminar y que fue acompañado por lágrimas de muchos de los presentes.
Primero cuando mencionó la lucha de las mujeres: “'Ni una menos’ debe ser una bandera de toda la sociedad y de todos los poderes de la república. El Estado debe reducir drásticamente la violencia contra las mujeres hasta su total erradicación”. Si bien no hizo referencia al aborto –en numerosas ocasiones se pronunció a favor– su dedicación al asunto dejó en claro que será una bandera de su gobierno.
Casi en continuado, los legisladores saltaron de sus bancas cuando el Presidente nombró a su compañera de fórmula: “Quiero terminar agradeciendo profundamente la generosidad y destacar la visión estratégica que nuestra vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, ha expresado en este tiempo de la Argentina”.
Y en el final llegaron las lágrimas. Las de él y las de varios de los presentes, como Victoria Donda y Luana Volnovich. Fue cuando mencionó a las tres personas que le signaron la vida: “Quiero recordar a mi madre que me marcó con su ejemplo. Quiero recordar a Esteban Righi quien me inculcó como nadie los mejores valores del Estado de derecho. Y quiero recordar a Néstor Kirchner, quien en el año 2003 me permitió participar de la maravillosa aventura de sacar a la Argentina de la postración”.
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