Ácido analista de la política argentina. Martín Rodríguez es poeta, escritor, editor de la revista digital La Nación Trabajadora y fundador de Panamá Revista, que dirige junto a su amigo Pablo Touzon, con quien publicó su último libro La grieta desnuda (Capital Intelectual).
Conocido en Twitter como @Tintalimon, Rodríguez visitó el estudio de Infobae para repasar los cuatro años del gobierno de Cambiemos, descomponer la campaña y el triunfo del Frente de Todos y tratar de encontrar cuáles serán los desafíos de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y del macrismo saliente, pronto a convertirse en oposición.
-¿Qué balance harías del gobierno de Mauricio Macri considerando lo que quiso ser y lo que terminó siendo?
-En términos de gestión es un fracaso. Como recordó el sagaz politólogo Andrés Malamud, pidieron ser juzgados en términos de cuánto podrían bajar la pobreza y el electorado les tomó la palabra, los juzgó por eso y se tienen que ir. Duraron cuatro años. Tienen un mérito republicano para la Argentina, que se va a subrayar hasta el cansancio, que es el primer gobierno no peronista que concluye su mandato. Es una formalidad a la que nos deberíamos acostumbrar y punto. Creo que hay una cosa para analizar ahora que es que se van consolidando su lugar en la sociedad. El macrismo nace, existe un pueblo macrista previo, que iba en paralelo: por un lado la gestión porteña, en donde conformaron un equipo y un partido con las dimensiones que tiene la ciudad de Buenos Aires, donde fueron muy eficaces, y por otro lado, a partir de 2008, se configura un mapa de los agronegocios, la zona núcleo, que es un poco lo que emerge de las manifestaciones del 2008 en rechazo al kirchnerismo. Se conforma un conjunto de intereses que tiene un planteo, que son los que se perciben más productivos, los que agregan valor agregado a la economía, los que necesitan menos Estado. Esa plaza de 2008 no pidió a Macri pero se fusionaron y evolucionaron en paralelo. Esa sociedad llegó al gobierno, fracasaron en el gobierno y vuelven a la sociedad. El macrismo le dio identidad. Si uno mira el mapa del conflicto de la 125 y el mapa electoral del macrismo, se superpone.
-Es medio paradójico porque el resumen sería que el macrismo fracasó más en el Estado que en la sociedad, o no?
-Claro. Pero fracasar en el gobierno tiene su costo, que es que quedan en una identidad muy fija, muy rígida, que no es ese 41% que los votó, eso es una foto. Hay un tercio que consolidan. Se van con algo, tienen una salida mejor que la que hubiéramos pensado después de agosto, a cierta velocidad apresuraron un proceso de consolidación del electorado, pero tiene muchos problemas eso. Ellos se van vencidos vencedores. Es un 41% que pareciera conformar una derrota calificada. La Argentina verde y productiva tiene su partido, intentó su gobierno y se va consolidando su lugar en la sociedad y sus intereses. Y genera un efecto de relativización del otro porcentaje, que fue el 48% que votaron a Alberto Fernández y la recuperación por parte del peronismo de una mayoría.
-¿Se buscó bajarle un poco el precio a ese 48%?
-Si, pero no se lo bajó por completo porque los resultados están a la vista: va a asumir Alberto como presidente. Si uno se va hacia atrás y le decía a Alberto Fernández en junio que iba a obtener el 48% de los votos y ganar en primera vuelta, firmaba con las dos manos. La esperanza electoral de Cambiemos se basaba en una de las variables que era que al peronismo lo separa más Cristina que Macri, el peronismo tiene un techo electoral que es imposible que se unan. Ahora, el 18 de mayo se consumó un efecto dominó que fue derribando todas esas certezas.
-¿Después del 18 de mayo el Gobierno falla en percibir qué es lo que estaba pasando porque no cambió la estrategia e insistió con agrietar?
-La grieta es algo de lo que hemos hablado mucho y de lo que podríamos descansar. Ocurre que no sabemos de qué hablamos cuando hablamos de grieta. No obstante, ganó el candidato que llamó a romper la grieta. Evidentemente eso que era el modelo de la grieta le sirvió al macrismo. No olvidemos que el peronismo, con su Frente para la Victoria, había perdido las últimas tres elecciones y si contamos que el nacimiento de la grieta se remonta al 2008 podemos contar también la derrota del 2009. La soja electoral del macrismo ha sido la grieta, como diría mi amigo Pablo Touzon. Entonces, a su vez, volviendo a este presente, el candidato que plantea desengrietar obtiene el 48% de los votos y los que se repliegan sobre la grieta son los que pierden y consolidan solo su parte. Y a la vez, esta idea de desengrietar refuerza las polarizaciones. Uno podría decir que en el fondo Alberto es el Lavagna que sí fue, volviendo a organizar la política sobre temas y no sobre los aspectos más tóxicos que tenía la grieta que era este “hablemos de Cristina” en el que se había convertido la Argentina.
-¿Cómo queda parado el 40% de Macri?
-Es una discusión. Yo buscaría quitarlo de los términos en los que ellos mismos consideran que queda parado ese 40% y a la vez dice “bueno, se van con algo”. Es un resultado más rígido en cuanto a lo que consolidan, es una identidad demasiado unidimensional. A todo esto, no subrayemos tanto el 40%. Yo creo que es un tercio. Además el sistema electoral genera tres instancias, con lo cual las generales son casi un balotaje, las PASO son una primera vuelta, entonces se simplificó. En general los resultados electorales otorgan márgenes de votos mayores que lo que uno podría decir. El tercio del macrismo es un dato de la política por el lugar que ocupan en la cadena productiva. Son los que tienen dólares. En una Argentina que tiene una manta corta, que es el precio del dólar. Demasiada clase media, demasiado movimiento obrero organizado, demasiada industria, demasiado campo. Esas simultaneidades nos generan esta sensación de que no tenemos moneda y a cuánto queremos que esté el dólar. Y ellos ocupan eso, son los dueños de los silo bolsa. Son el núcleo duro de este aspecto y son los más difíciles de despolarizar, que es la misión que tiene la política.
-¿Todo este electorado es un guante que tiene que recoger Larreta?
-Si, los líderes de Cambiemos tienen unas cuantas dificultades políticas, una de ellas que Macri se va como un líder de ese tercio. Y eso es un tema porque no puede haber algo que no tenga capacidad de autocrítica, una mirada de lo que fueron estos cuatro años. Porque fracasó su programa económico. No hubo trece paros generales o sublevaciones militares. No hay ninguna mitología para armarle a la caída del gobierno que no sea su propio programa económico.
- ¿Coincidís con la idea de que la victoria de Alberto Fernández es el triunfo de la política por sobre la clásica frase de Durán Barba “a la gente no le importa esto”?
-El 18 de mayo en Balcarce 50 hubo una carcajada. Porque la decisión de Cristina parecía ser totalmente contraintuitiva de lo que eran las predicciones. Es interesante lo que ocurre porque el peronismo hace un giro que va a buscar en un mundo de Bolsonaros y oleajes, dominado por mareas, tal como lo vemos sobre narrado, donde todos son cisnes negros. En ese mundo, el peronismo le ofrece a la Argentina un giro hacia ciertas certezas. Un poquito una promesa de volver a lo seguro. Alberto Fernández tiene las cualidades de un político clásico. ¿Qué hace Alberto? Porque acá está lo interesante también. La decisión de Cristina consuma un pedido de autocrítica en actos. Cristina actúa la autocrítica, no la hace. No le pide a Carta Abierta que escriban una autocrítica. La hace y tiene una eficacia notable. ¿Y qué hace Alberto con eso? El otro problema de la unidad era la cristinización que tenían que hacer lo que no eran kirchneristas para integrarse a esa unidad. Una especie de formulación de un discurso donde nadie podía no estar de acuerdo con lo que se decía. Lo que se propone es un camino de unidad más complejo, es un proceso de unidad. Eso es lo interesante y Alberto lo entiende como proceso. Y creo que lo camina. ¿Cuál fue la campaña de Alberto? Empezarla donde termina el kirchnerismo. Empezarla en Massa como figura emblemática de la fragmentación del peronismo y empezarla en las gobernaciones, sobre todo en Córdoba. Ahí está la cifra también de empezar a construir no tanto el albertismo, que eso es una cosa que deberá saberse si empieza o no a partir del 10 de diciembre, sino la ruptura del techo electoral. Y uno dice, si mira hacia atrás, “ganó Cristina y todos los votos son de ella” que es un modo de bajarle el precio al resultado, y no está dicho esto contra Cristina sino contra al evaluación que quiere hacer el no peronismo del resultado electoral. Efectivamente se montaban sobre el mito del techo electoral.
-¿Cómo ves el rol del peronismo ante la crisis en la Argentina en los distintos momentos históricos?
-Cada crisis es un mundo. Es verdad que si uno mira los dos momentos críticos de la Argentina diría que en la Argentina en caso de incendio rompa el vidrio y saque al peronismo. Pero son procesos distintos. Esta es una crisis sin la hiper del 89, sin la tasa de desocupación ni la convertibilidad. No llega siempre el mismo peronismo a cumplir la misma tarea, pero es el peronismo. El peronismo tiene virtudes y una es que lo hace ser siempre tradicional y siempre moderno. Es una combinación muy ingeniosa que tuvo siempre entre tradición y novedad. Involucrar la estructura de poder del peronismo, que es una gran estructura territorial institucional argentina, y la novedad del tiempo. Hay algo que distingue a Menem y a Kirchner que es esta combinación entre la estructura clásica del peronismo y el signo de los tiempos. Para bajarle el precio en general se dice que el peronismo es pragmático. Toda la política es pragmática, sobre todo en una Argentina donde todos tienen aspiraciones de poder. ¿Con qué nos enfrentamos hoy? Primero, con que no tiene el viento mundial a favor como le ocurrió a Menem y Kirchner. Ni Consenso de Washington ni commodities. No tiene la región a favor. Ni el giro liberal de los 90 ni el giro al reformismo en los 2000. Esto es una situación más incierta. La foto de hoy es incierta. Y eso también abre un interrogante. Y si uno diría ¿cuál es la gran operación contra Alberto? La definió bien Rafael Bielsa: gobierno sin luna de miel con la sociedad. Creo que es injusto eso. Es sobrecalificar los enfrentamientos internos, la interna peronista. Como si fuese una novela tétrica de la Argentina, cuando lo que hay son tensiones en el momento de acomodación del poder que son lógicas. Cambiemos las tuvo. Veamos Monzó, Massot, el propio Peña. Entonces, sobredimensionar la interna peronista. Siempre hay un Ezeiza sangriento en el peronismo. Sobredimensionar una cuestión que es la situación mundial y sobrecalificar el 40% de los votos. Con todo ese paquete llevar a Alberto a una idea de “llega sin tiempo”, sin impasse. Eso lo va a tener que construir y creo que lo fue construyendo también en este tiempo, vaciando el poder como hace el macrismo. Uno diría, ¿quién gobierna la Argentina desde agosto? El boletín oficial parece la cuenta de Twitter de Alberto. Si decía “qué barato está el dólar” había una corrida cambiaria. El poder, que no conoce el vacío, lo terminó ocupando Alberto por su propia impronta, porque es un hombre de Estado. Y por este juego de vacío con el poder, estas tercerizaciones que marcaron también el estilo del macrismo. Un estilo, a mi juicio, un poco perverso en el manejo del poder. Entonces la idea era llegar a esta especie de asunción el 10 de diciembre sin luna de miel y que una de las tareas de Alberto era reconstruir ese clima.
-Hay una frase de su libro que podría resumir todo esto que es “¿quién gobierna la Argentina si el peronismo falla?” ¿Ves que está pasando un poco esto con la mala experiencia del macrismo?
-Son preguntas que se abren y generalmente los países caminan sobre esos interrogantes. Es muy difícil hoy que haya una elaboración que sea la alternativa a esto. Probablemente la unidad funcionó porque no hay muchos plan B. Lo de Alberto es una alternativa que se construyó en poco tiempo con mucha inteligencia política que despertó esperanzas y ciertas expectativas sensatas. El pueblo argentino es un pueblo sabio. No es la primera crisis que atravesamos. Así como en Estados Unidos cada generación tiene su guerra, acá cada generación tiene su crisis. Entonces, atravesamos esta crisis y creo que hubo mucha responsabilidad política en la sociedad. La pregunta “¿por qué no estalló la Argentina? era una de las frases de Dujovne, que lo va a acompañar siempre: “los gobiernos que hacen lo que hicimos nosotros caen”. Es una pregunta sobre la responsabilidad que tiene la sociedad. Habla bien de la Argentina la resiliencia a no defondarse en una crisis y todos los anticuerpos que tiene para resistir una crisis. Hoy la expectativa está puesta en que este gobierno pueda atravesar y generar una salida a la crisis. Alberto no es un enamorado del cotillón peronista, es un hombre que busca relacionarse con varias tradiciones argentinas desde el peronismo. No digo que no es peronista. Desde el peronismo reconoce un cierto ecumenismo. En general, siempre ha sido así. Lo de Alberto me parece que es más un peronismo para la Argentina que una Argentina para el peronismo. Ofrece una alternativa, un camino, una serie de posibles certezas para atravesar la crisis.
-¿Creés que vamos a ver cosas del 2003 en el 2020?
-Es posible en la relación con los gobernadores, en el respeto a cierta autonomía de las construcciones provinciales. No quiere decir que se vaya a generar un gran federalismo, pero siempre todos los Estados son un poquito rienda corta con el dinero. Pero me parece que es posible que genere un estado de conversación distinta con los gobernadores. Lo necesita. Tendrá la autonomía relativa para nacionalizar su gobierno. Un desafío es no ser un peronismo tan corporativo. Alberto ahora exploró un camino de acuerdos con sectores del peronismo que habían quedado alejados del Instituto Patria. Se recuesta sobre eso para encontrar ahí su poder, para quebrar el techo electoral. Y luego va a ir formulando otras relaciones para generar un albertismo líquido. Con el feminismo va a haber una relación.
-¿Cómo la ves a Cristina como garante del triunfo primero y su injerencia de ahora en más?
-No metió un solo ruido en la campaña. Colaboró a pleno, fue coherente con su decisión. Tiene con qué pedir cuotas de poder en el reconocimiento. El desafío es que el gobierno sea más integrado. Si uno imagina que el gobierno va a ser un rompecabezas, la suma de las partes, lo que ponen los gobernadores, Alberto, Massa, el kirchnerismo, después se tiene que hacer un proceso de integración. Los gobiernos son un proceso. Cristina dijo “yo estoy acá, me pongo de vice y pongo mi alto piso electoral” y obviamente todos los aspectos ideológicos que significa el kirchnerismo. Sin eso no se podía hacer, con eso solo no alcanzaba. Y eso se cumplió. El gobierno es un proceso. No puede haber un sistema dual de conducción. Eso lo sabe Cristina, que condujo. Condujo al peronismo y al país. Lo sabía Néstor, que condujo al peronismo y al país. Lo sabe Alberto, que fue parte de la mesa chica de esa conducción. Para los que queremos que a la Argentina le vaya bien, entendemos que puede haber y que hay una cierta garantía en cuanto a la reconstrucción de la confianza personal. Ahora, los gobiernos son internas. Había una interna entre Alfonsín y Víctor Martínez, que representaba a la derecha radical. Hubo una interna entre Menem y Duhalde. En el kirchnerismo original también hubo internas. Alberto era expresión de un sector de esa interna. Y en Cambiemos hubo internas que estallaron. Recordemos el fin de semana que no agarraba nadie ningún ministerio. Me parece que ahora hay una sobredimensión de escriturar la Argentina sobre la interna peronista que es injusta porque la política tiene eso.
-Estamos viendo similitudes entre la salida de Macri y la de Cristina, ¿por qué creés que se da eso?
-El macrismo y el kirchnerismo son hijos del 2001. Son las dos identidades que reconstruyeron en etapas el sistema político. En 2001 tirábamos piedras, en la implosión que tuvo el sistema político y nadie sabía quién era Néstor Kirchner ni que Mauricio Macri iba a ser una figura decisiva. Tienen con qué. Mauricio Macri y Cristina Kirchner tienen con qué. Macri quiere igualar lo de Cristina con cuatro años malos pero muchos dicen que representa ese 30 y pico del antiperonismo histórico. Está bien, igual creo que es una reconfiguración de esa identidad no peronista. Creo que hay votos de ciertos peronistas conservadores que van ahí. Veamos el intríngulis de Schiaretti en Córdoba. Ahí lo que hay es una complejidad del sistema electoral. Schiaretti sabe que a él lo vota gente que lo vota a Macri y que lo vota gente que lo vota a Alberto Fernández. Y Macri nacionalizó su figura pero no pudo provincializar su partido. Tiene la fuerza irreductible de los que aportan dólares y agregan valor a la economía y los límites muy duros de que no pueden construir un proyecto nacional. Es gente que puede armar un proyecto de vida y no de Nación.
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FOTOS: Santiago Saferstein
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