Alberto Fernández recibió en sus oficinas de Puerto Madero al embajador de Estados Unidos, Edward Prado, y a todo su staff diplomático que Donald Trump envió a Buenos Aires para entender y evaluar qué planes ejecutará el presidente electo respecto a la deuda externa y a la crisis en Venezuela. Fue un encuentro cordial, protocolar, pero las diferencias empezaron a aflorar al margen de las sonrisas del embajador Prado y la empatía que exhibió Alberto Fernández.
MaryKay Carlson, ministra consejera de la embajada americana, escribe a Washington los cables cifrados que llegan al Departamento de Estado explicando qué sucede en la transición presidencial. Llegó a Buenos Aires desde Nueva Delhi (India) hacia fines de septiembre, y su articulación del español aún no revela su inteligencia y su conocimiento de la geopolítica.
Carlson fue clave en la reunión con Alberto Fernández, aunque habló poco por la barrera idiomática. “Diálogo, tenemos que tener diálogo. Mucho diálogo”, sostuvo la ministra consejera poniendo el acento de la á en la última o.
Alberto Fernández comparte las premisas de la ministra consejera Carlson, pero tiene otra perspectiva respecto a las relaciones bilaterales entre ambos países. El presidente electo apoya la integración entre Buenos Aires y Washington, aunque descarta el denominado plegamiento automático. Considera que Mauricio Macri hizo plegamiento automático, y ya anunció que no repetirá la hoja de ruta del líder de Cambiemos.
Carlson y Chris Andino, consejero político de la embajada de Estados Unidos, explicaron la posición de la Casa Blanca sobre Venezuela y el Grupo de Lima. Y Alberto Fernández reiteró su postura sobre la crisis venezolana: no avalará una transición sin la presencia de Nicolás Maduro, aunque aceptó continuar en ese foro regional que reconoce a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela.
La Casa Blanca ya le propuso al presidente electo crear otro organismo multilateral con la participación de Estados Unidos y Canadá para reemplazar al Grupo de Lima, pero Alberto Fernández rechazó esa alternativa por inconsistente. Sucedió en México cuando se encontró con Mauricio Claver, director de Asuntos del Hemisferio Occidental en el Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos.
Alberto Fernández planteó a Claver que el Grupo de Lima ya había cumplido su ciclo y que la hipótesis de transición con Guaidó estaba agotada. El asesor de Donald Trump solicitó que Argentina no abandone el Grupo de Lima, o si decidiera hacerlo, que era mejor crear un nuevo foro multilateral. Alberto Fernández comunicó en ese almuerzo en DF que se quedaría en el Grupo de Lima para encontrar desde allí una salida consensuada a la crisis venezolana.
Pero las diferencias entre Alberto Fernández y la agenda regional de Trump no terminan en Venezuela. Se extienden a la compresión política y económica del crédito stand by que concedió el Fondo Monetario Internacional (FMI) a la Argentina durante la gestión de Macri.
Tanto en la reunión que se hizo en Puerto Madero, como en el almuerzo en México, el presidente electo señaló que no hay nada que agradecer al FMI y que su plan de ajuste aceptado por Macri implicó un grave daño económico y social para la Argentina. Alberto Fernández aún no puede creer que Trump y su staff consideren los 56.000 millones de dólares concedidos por el FMI como un gesto maravilloso de Washington que se debe reconocer para siempre.
-Trabajé en el FMI y ayudé mucho para que se otorgue el crédito a Macri-, se vanaglorió Claver frente a Alberto Fernández.
-Pareciera que usted no entiende: no hay nada que festejar con el crédito del FMI. Nos endeudamos y no logramos ningún resultado-, contestó el presidente electo.
Alberto Fernández repitió la misma idea frente al embajador Prado y su staff americano. El futuro presidente desea la ayuda de la Casa Blanca, pero ya advirtió que esa colaboración no significará aceptar nuevas imposiciones del FMI: Alberto Fernández propone una negociación larga, sin pagos inmediatos, y mucha paciencia de Washington.
En DC, no descartan que Trump vuelva a llamar a Alberto Fernández. Ya descubrió que no es igual a Macri.
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